El cantautor y comediante Manolo García vuelve a orillar el camino trillado con la publicación del doble elepé Mi vida en Marte y Desatinos desplumados (Sony), dos obras con 27 canciones y mayoritariamente engendradas durante la pandemia. Su precedente disco, Geometría del centella lo alumbró en 2018
Mi vida en Marte la grabó con músicos en la horizonte de Nueva York y en formato más o menos roquero a nivel conceptual y formal. El otro convexidad lo concibió cuando el primer ya estaba rematado, a finales del pasado año, de una forma mucho más básica, guitarras españolas, voz y músicos juntos en el estudio de reproducción.
Su octavo elepé en solitario tras la disolución de El Posterior de la Fila, y su disco igual, se podrán escuchar en vivo en el Festival de Porta Ferrada el 5 de agosto y en el Palau Sant Jordi el 5 de noviembre.
Usted talego simultáneamente dos álbumes, en formato muy atractivo, con portada artística, humanidades de las canciones, etc. Choca con los hábitos de consumo actuales, ¿no cree?
Nos han destinado sin nuestro consentimiento, sin nuestra décimo en la idea, al mundo digital. A ningún comediante del mundo su compañía discográfica le ha reunido para dialogar y venir a pactar el cambio de formato. Más beneficio, menos desembolso, más manipulación del personal. Un ejemplo es lo que paga Spotify a los músicos, a los creadores. Una auténtica miseria. Y en este decorado mi pequeña e inútil pero alegre revolución es hacer 27 canciones, dos álbumes y el que tenga paciencia, interés o curiosidad puede ir picoteando. Cuando yo me compro el Salmón de Calamaro, el London calling o el Sandinista de The Clash es lo que hago y soy acertado durante muchos meses.
Ahora, precisamente, todo ha de ser inmediato.
Sí, todo está centrado en el móvil. Me parece sobrado extraño, me siento como un zombie digital, veo el mundo que me rodea y me parece un poco asombroso que tengamos que ser verdaderamente felices con un aparatito carísimo, que siempre está cambiando. Y yo me niego, me quiero desmentir, no quiero ser encadenado.
Pero la tecnología además facilita el entrada a la música y además su elaboración, ¿no?
La tecnología está matando a la música, lo sigue haciendo; las posibilidades del creador son cada vez más difíciles. Y luego hay una enorme frivolización. Me deja anonadado, y no sé si es cierta del todo, la informe de que uno de cada tres jóvenes españoles tiene la esperanza de ganarse la vida como youtuber o influencer.
El presente
"No soy ningún vejestorio, ni pretendo anclarme en eso de 'lo antiguo era guay, esto nuevo es una mierda'"
¿Y cuál cree que es el perfil de su seguidor?
No necesariamente tiene que comulgar con estas ideas; escueto de mí, nunca he querido comer el coco ni pretender que mi verdad es la verdad. Yo historia mi zapateo, pero yo no consumo música así y tengo mis dudas. Comenzando por la inteligencia químico, porque yo siempre me digo que si es inteligencia no puede ser químico. Pero es que el tema de fondo es que las masas funcionen al dictado de los magnates del mundo, y la música va tomando esos derroteros. Y entonces pienso en todo el mensaje, el tiempo de Crosby, Stills, Nash & Young por ejemplo… No soy ningún vejestorio, ni pretendo anclarme en eso de “lo antiguo era guay, esto nuevo es una mierda”. No. El mensaje social, la lucha social, la concienciación, la advertencia, la alegría de poblar, esos días de sol, flores, tormenta, simpatía…no digo que haya que hacer de la revolución hippy pero sí la revolución de la sensatez.
Estos dos álbumes que acaba de divulgar, uno está hecho con material nuevo, Desatinos desplumados y otro un poco más precedente, Mi vida en Marte, con algún tema inédito que tenía en el cajón adyacente a otros nuevos.
Acabo de hacer el disco Mi vida en Marte, eléctrico, bajo, hilera, guitarras, con los músicos tocando desde Nueva York, y de pronto me apeteció hacer poco más solo, con guitarra española, textos nuevos, y sobre todo grabando esta vez sí en vivo con los músicos.
¿Argumentalmente se puede asegurar que son discos diferentes?
Lo son, hasta en los textos. Uno es más poético, Destinos desplumados, y el otro más roquero, aunque yo siempre me he considerado por encima de todo compositor de canciones. La poesía la busco, la disfruto, la intento, pero el resultado está fuera de mí.
En el vídeo de alguna canción nueva se le va a usted tocando prácticamente todos los instrumentos. Más allá de la gracejo, ¿es una autoreivindicación?
Un poco sí. Han sido muchos primaveras en que parece que has sido el cantante; y yo no he sido el cantante de El Posterior de la Fila, sino que he sido compositor de El Posterior, y esto a veces se olvida. He reivindicado que compongo todas mi canciones, toco las baterías, percusiones, y aquí me apetecía brincar yo solo. Pero bueno, un videoclip es lo que es y lo importante es la canción. Los videoclips en ingenuidad son una pantomima.
¿Las humanidades de las nuevas canciones tienen un mensaje final?
No, dan pistas y cada uno la puede adaptar como quiera. Pero lo que pretendo asegurar con estas canciones es pretender poblar.
Micción básicas
"No necesito estar en la cresta de la ola; necesito mis libritos, mis cuadros y además la soledad"
La pandemia a nivel compositivo ha sido un periodo muy fructífero para usted, ¿no?
Lamentando la situación y horrorizado con lo que ocurría, pero sí. Y eso no me sorprende porque yo me muevo en una contradicción. No quiero galantear ni odiar al mundo pero a veces eso ocurre un poquito. Detrás de ese musico que toca en espacios grandes, que se pone con toda la caradura del mundo delante de 15.000 para cantar sus canciones lo hacemos muchos, y esos 15.000 lo disfrutan. Pero hay una dicotomía en mí que tira en otra dirección y es que entiendo la vida con mucho menos y con mucha menos intensidad, porque quiero una vida que no me angustie. En el fondo de mi ser necesito abandono del mundo, estar unos meses desconectado, y la maldita pandemia me ha facilitado eso. No necesito estar en la cresta de la ola; necesito mis libritos, mis cuadros y además la soledad, para contrapesar todo eso que me ha pasado en la vida.
Su interés por el planeta sostenible ¿no es menos importante cuando ve a colegas suyos en una situación económica por la pandemia?
Yo hablo de las dos cosas. Mi inquietud social está allí, quiero asegurar que si a mí me va admisiblemente pero a muchísima no le va admisiblemente, yo no puedo sentirme admisiblemente, y pienso que esa situación es peligrosa para todos. Asimismo pienso que si se agrava el cambio climático, los otros problemas van a ser inmensamente mayores. Las dos son prioridades y van a la vez.
¿En los primaveras 80 había otra porte?
Ahora han coincidido muchos factores que han creado una estrato negra que está encima de todos. En los ochenta había una entusiasmo que está claro que prefiero. Me acuerdo en mis primaveras mozos inquirir en demandas en La Vanguardia: desde los 14 hasta los 31 primaveras, que fue cuando me dediqué totalmente a la música, tuve 19 ocupaciones diferentes, y todas las encontré en La Vanguardia. Lo importante es que todo el mundo vaya tirando en dirección a delante.
SUS RECOMENDACIONES -Fue una canción muy inmediata, de la Navidad pasada. Me propuse hacer unos temas con preponderancia de la guitarra española, y quise meter unos acordes que no suelo. Quería divertirme, y no de una forma impostada, porque los sonidos del sur me gustan. He sido siempre un seguidor de Lole y Manuel por ejemplo, una forma de poner el flamenco un poco más en el mundo del rock. Manuel Molina había tocado con Smash, esa cosa de “La cartel del tiempo” de Camarón
-Es un poco mi esencia pop-rock pero sobrado desnuda. Cojo mi guitarra eléctrica y hago unos acordes básicos porque a lo grande de mi historia he gastado que el Dylan más excelso trabaja solo con tres acordes
-Cuando era fresco no descubrí la sortilegio del blues, pensaba que era una tontuna. Aquí disparo un ritmito tipo blues, y trabajo encima.
-Disparo además una caja de ritmos. Soy maestro de poesía y entre mis preferidos hay casi más mujeres que hombres, comenzando por la fascinante Emily Dickinson o contemporáneas como Luisa Castro.
-Es un poco mi presencia en el mundo, estoy aprendiendo el oficio, y de repente hay grupos que están en Nueva York que se llaman Talking Heads y B’52, y además está el pop art, Andy Warhol. Esta es mi canción pop art del disco
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