Para cuando acabe la sesión, el Profesión de Igualdad habrá aportado material suficiente para guatar todo un tomo sobre feminismo vagagundo. La misma cartera que se jacta de disputar contra el estigma y la patologización de las minorías –motivo por el cual promueve que la familia se pueda autodeclarar del sexo opuesto sin más– se permite ahora proponer una ley que, como quien no quiere la cosa, hace de la período un potencial handicap para la vida sindical de las mujeres.
Su populista regla de tres es la misma en cada caso. Por un banda, en su propósito de desestigmatizar a los transexuales asta un tesina de ley que es un café para todos y diluye en una desemejanza hiperidentitaria las deyección reales de estas personas. Por el otro, se erige ahora en descubridora de las bajas médicas para reglas dolorosas e incapacitantes, cuando la única novedad que propone respecto a lo que ya contempla el INSS es que el Estado asuma el total del subsidio y que este sea de unos días al mes, renovable cada año.
No hace yerro memorar aquí la indigencia que han vivido –y viven– las mujeres que presentan dismenorrea, endometriosis y demás dolores salvajes asociados a su ciclo. Hasta hace poco, los certificados que expedían de forma pionera médicos como Santiago Dexeus eran motivo de chascarrillo en el puesto sindical de las afectadas. Así que una ley que permite platicar de ese suplicio es un avance.
No faltan leyes populistas, lo que urge es que la ciencia investigue las causas de los dolores menstruales
Pero el serio adelanto serían leyes que no estigmaticen, que no impongan sobre cualquier mujer la sospecha de bajas periódicas de unos cuantos días al mes. Lo prioritario, en todo caso, es alertar de una vez por todas de que la período no ha de ser dolorosa y que este tipo de síntomas indican anomalía. No faltan leyes populistas, lo que urge es que la ciencia investigue las causas de los dolores menstruales y el clase médico se tome en serio a facultativos que, como la doctora Carme Valls, advierten en este sentido.
Lo singular del caso es que los productos de higiene íntima seguirán con un IVA del 10% mientras el de la Viagra es del 4. Y más singular aún: en la contemporáneo distopía queer las empresas podrían preferir un personal con “cuerpos no menstruantes”, lo que no les impediría cumplir supuestamente con la paridad de apartado.
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