El ciclismo tiene poco en global con el periodismo. Cada día es un mundo. Cada viaje es diferente de la inicial. Rara vez hay dos días de alivio y tranquilos seguidos. Y por la mañana se vuelve a iniciar de cero. Con la página en blanco, con el reconvención por abrir. Así pues a la etapa insulsa del jueves, que se hizo eterna, con los ciclistas acumulando retraso para terminar a 70 km/h en la volata, le sucedió una con decenas de ataques. Desde acullá, a media etapa, entre los escapados, y al final. Cada repecho, y no había un kilómetro liso, era susceptible de embocada. Ganó Bouwman (Jumbo), que tuvo de servil a un líder como Tom Dumoulin.
“Fue la etapa más acomodaticio de mi vida”, escribió en Strava Mathieu van der Poel, al que le gustan las emociones fuertes, que no sabe ir despacio, sobre el paseo camino a Scalea. La del viernes fue todo lo contrario. Nerviosa desde el inicio, con movimiento, con puertos diferentes, largos y otros intensos de los Apeninos lucanos, con un perfil rompepiernas y más de 4.500 metros de desnivel acumulado. “Ha sido un día difícil”, reconoció Juanpe López (Trek), que ya va por su cuarto día de rosa y que intentará defenderlo el domingo en el Blockhaus.
Carapaz lo intentó a 138 km de meta
A la etapa insulsa del jueves, que se hizo eterna, le sucedió una con decenas de ataques, desde acullá y entre los escapados
La carrera fue lanzazo desde la salida. Cero de esperar. Ataques, contraataques, neutralizaciones, agrupaciones y nuevos demarrajes. Consolidar la alto fue durísimo. Y a 138 kilómetros de meta, Richard Carapaz se puso juguetón. Con el regalo del Montsany en la Volta, donde puso patas en lo alto la normal, el ecuatoriano intentó marcharse con su compañero Narváez y con Van der Poel (Alpecin), el primer líder del Libramiento. Los tres llegaron hasta la vanguardia de carrera en pleno mejora al Sirino. Pero eran demasiado peligrosos. El Trek de López no lo permitió.
Hicieron camino siete corredores, cuatro neerlandeses, entre ellos Koen Bouwman y Dumoulin (del Jumbo) y Bauke Mollema, compañero de Juanpe. Pero ni hablando el mismo idioma, o quizás por eso, se pusieron de acuerdo. Los aventureros siguieron atacándose entre ellos, sin freno. No hubo tregua ni acuerdo.
Tras perder seis minutos en el Etna
El cíclope de Maastricht, que abandonó durante seis meses la velocípedo para combatir con la presión, se reconcilió con el ciclismo al ayudar a su compañero
La suerte de Bouwman fue tener a Dumoulin a su banda. El vencedor del Libramiento de 2017 perdió más de seis minutos en el Etna pero que no se ha rendido ni ha legado la espalda al equipo o la carrera. Se puso a las órdenes del compañero, dio buenos relevos y recortó todos los intentos de romper el camarilla. Con su clase y sus piernas (igualmente fue segundo en el Tour y en el Libramiento de 2018), todo parece más acomodaticio. El cíclope de Maastricht, que abandonó durante seis meses la velocípedo para poder combatir con la presión, se reconcilió con el ciclismo.
Ya había vuelto en los Juegos para ingresar una plata en contrarreloj pero en su primera gran reverso, este Libramiento, pronto entendió que no estaba para ingresar ni pelear por el podio. En cambio, ha opuesto una nueva motivación. Fue cuarto en Potenza, pero trabajando hasta los últimos 200 metros para Bouwman, vencedor. El teórico caudillo de filas se sacrificó y no tuvo problemas en enfundarse el traje de ayudante para un colega que hacía cinco abriles que no ganaba y que suele trabajar para los demás. Los dos entraron en meta con los brazos levantados. "No puedo describir lo que siento con esta trofeo", dijo Bouwman, que se fundió en un revolcón de agradecimiento con Dumoulin.
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