John Le Carré, que en la última semana ha sido más citado en las columnas de prensa que Winston Churchill, ya lo planteó en El topo : “El más envejecido de los dilemas es quién informador a los espías”. España seguramente es una democracia mejorable, pero sobre todo resulta un país desconcertante. Posteriormente de una semana dándole vueltas a quién infectó los móviles de una larga nómina de independentistas, el ministro de Presidencia convocó de necesidad a la prensa cuando Madrid aún no se había despertado. El asunto lo merecía: no solo han sido espiados con Pegasus activistas y políticos independentistas, sino asimismo el presidente del Gobierno y la ministra de Defensa. Más que un molinete del guion, quería un cambio de plano.
La delantera de Félix Bolaños es que da una comunicado de esta entidad con el espacio frío del forense. Por cierto, no se entiende que el ataque a los móviles de Sánchez y Robles sea de casi hace un año y nos enteremos ahora, deprisa y corriendo. En el caso del presidente del Consejo de Ministros, lograron extraer hasta 2,6 gigas de datos, una guarismo descomunal. La ministra Ione Belarra, secretaria militar de Podemos, tiene toda la razón cuando define la situación de esta forma: se ha creado una brecha en el Estado, resulta un sentencia de seguridad inasumible y se ha puesto en peligro nuestra democracia.
El ataque al móvil del presidente es un sentencia de seguridad que exige responsabilidades
Es posible que la Moncloa haya querido dar a conocer estos ataques ahora para crear un relato de los espionajes con el software de Pegasus, en el sentido de que el Gobierno asimismo ha sido víctima, igual que los independentistas catalanes, y así calmar a ERC como socio indispensable para conseguir mayorías en el Congreso. Pero entonces, ¿quién informador al Ejecutante? ¿Cómo no se han conocido antaño estos hechos? ¿Cómo el CNI no ha neutralizado un ataque con el que determinado se ha llevado carretadas de datos del presidente castellano?
El caso está en manos de la Audiencia Franquista para encontrar a los culpables, pero las responsabilidades políticas no dependen de los tribunales. “A un traidor hay que perseguirle como el ojo de Altísimo seguía a Caín a través del desierto”, escribió Le Carré en El informador que surgió del frío . El sentencia de seguridad ha sido descomunal y no puede salir graciosamente.
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