Mañana, 1 de junio, se cumplirán 55 primaveras de la aparición oficial del octavo elepé de los Beatles, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band ; oficial porque, de hecho, llegó a las tiendas cinco días ayer.
El disco supuso un cambio total en la trayectoria del reunión. McCartney explicaba el contexto: “Estábamos hartos de ser los Beatles. Odiábamos aquel rollo de cuatro jovencitos con cortes de pelo como fregonas. Ya no éramos chicos, éramos hombres, y nos considerábamos artistas más que simples intérpretes”. A partir de Revolver se habían cansado de los bolos porque sobre el tablas no podían conseguir el mismo sonido que en el estudio de reproducción. Según Lennon: “Podríamos despachar cuatro esculturas de cera y las masas quedarían satisfechas. Los conciertos de los Beatles ya no tienen mínimo que ver con la música. Son simples rituales tribales de mierda”.
Por no balbucir de la parodia de Zappa: ‘We’re only in it for the money’
Sgt. Pepper’s... partía de un concepto unificador que trenzaba las canciones hasta tal punto que, cuando en el tocadiscos querías escuchar una en concreto, costaba aprender en qué punto del surco acababa una y empezaba la ulterior. El pared entre el pop-rock y la música con pajarita se hundía.
Dieron por terminado el elepé el 21 de abril de 1967, con los últimos detalles: ruidos y voces pregrabadas ayer del final. Los precede un tono muy agudo, de 15 kilohercios, que los perros perciben pero que el pabellón humano no puede discernir. Es adaptado al final de A day in the life. Lennon lo incorporó con la intención de incordiar a los perros que lo oyeran. ¿No le gustaban los animales o era una simple broma? Ahora que en Barcelona hay más perros que nunca (tantos como niños de cero a 12 primaveras, dicen las noticiario), quizá sea el momento de recuperar el boombox que algunos guardamos en el armario e ir por la calle haciendo que esa canción suene a toda pastilla para, así, poder abrirnos paso entre la traílla.
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