Estaba estacionado en un almacén cualquiera de Francia, “escondido” debajo de una manguita que le permitió acaecer inadvertido durante casi 20 abriles. Más de uno debe deber pensado que se trataba de otro de esos coches irreparables de los que nadie se quiere hacer cargo, o en el mejor de los casos un tesina del dueño del división para sus ratos libres. Pero nulo más remotamente de la efectividad: lo que descansaba allí era un Ferrari Testarossa de 1989 en estado inmaculado, diligente para retornar a la batalla.
En su momento, esta reliquia fue comprada por un patrón, cuya identidad se desconoce -solamente trascendió su nombre de pila, Jacques-, a través de un concesionario de Mulhouse. Esta ciudad del país galo es famosa por ser la sede de la Cité de l'Automobile, el museo de automóviles más noble del mundo, con casi 100 marcas y más de 500 ejemplares que datan desde 1878 a la término coetáneo. El primer dueño lo usó durante 14 abriles, hasta que en 2003, luego de un alucinación ida y envés a Saint-Tropez, lo estacionó por última vez. Y ahí se quedó, esperando una nueva oportunidad.
Un Ferrari Testarossa con casi nada 22.433 kilómetros recorridos
Y es que este entusiasta de los coches deportivos tenía varios ejemplares de fastuosidad que componían su colección, entre los que destacaba asimismo un Porsche 911 Speedster. Y por eso no le dio al Testarossa todo el rodado que tal vez merecía. Como prueba, baste con ver lo que marca el taxímetro: casi nada 22.433 kilómetros recorridos.
A posteriori de su asesinato, en 2012, el Ferrari pasó a manos de su esposa y su hija, quienes no le prestaron mucha atención y lo dejaron otra decenio más en el almacén. Hasta ahora. El pasado 2 de julio el coche se subastó en Le Mans a través de la casa Artcurial, que estimaba alcanzar un precio final de entre 70.000 y 110.000 euros.
Como se puede presuponer para un transporte que permaneció guardado en un ámbito tan controlado, el Testarossa está como nuevo: más allá de que la mecánica seguramente necesite una puesta a punto, a la carrocería color "rosso corsa" solo necesita que le pasen un paño para que quede impecable, mientras que en su interior el tapizado de cuero avellana y las alfombras relucen como en sus mejores días. Conserva hasta los manuales en su estuche innovador, asimismo de cuero.
El Ferrari Testarossa, un emblema de los 80
Diseñado para Pininfarina por un equipo encabezado por Leonardo Fioravanti, el Ferrari Testarossa fue presentado en el Salón de París de 1984 como el sucesor de la Berlinetta Boxer, y se prolongó hasta 1996. Desde 1991 tuvo dos evoluciones: la 512 TR y la F512 M.
Este biplaza tomó su nombre de los deportivos de competición desarrollados por la marca italiana a finales de los 50, el 250 y el 500 Testa Rossa, que en italiano significa “individuo roja” y surge a partir del color en el que Ferrari pintaba las cabezas planas de los cilindros de sus motores. El nuevo maniquí respetó asimismo ese detalle, como un parpadeo a su historia, aunque no tardó en convertirse en un icono tanto o más popular que aquellos.
El Testarossa destaca por su carrocería y diseño, de líneas disruptivas para la época, protagonizadas por las enormes tomas de éter laterales que ensanchan su parte trasera y le dan su aspecto de punta de flecha, como un Fórmula 1, poco particularmente palpable cuando se observa desde en lo alto.
Estos atributos se complementan a la perfección con el poderoso motor: se tráfico de un bóxer 4.9 litros de 12 cilindros con 4 válvulas cada uno, que le permite entregar 390 CV. Asociado a una caja manual de 5 velocidades, puede alcanzar una velocidad máxima de 290 km/h y acelerar de 0 a 100 km/h en casi nada 4,8 segundos.
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