Cuatro errores que acercaron el mundo a una guerra nuclear

La refriega de Ucrania ha desempolvado problemas y miedos que parecían olvidados, como el anhelo, la inflación, la violencia en Europa y, por supuesto, el peligro de uso de armas atómicas, un espíritu, este extremo, que Rusia no ha parado de menear desde el inicio de la invasión. En el ámbito del armamento nuclear el mundo es hoy muy diferente del de los abriles 60 y 70, y en ciertos aspectos peor, porque hay más países que disponen de esta tecnología o están cerca de tenerla.

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LV_Putin ordena poner en alerta a las fuerzas de disuasión nuclear tras la postura de la OTAN

“El rearme nuclear” es el título de la nueva tirada de Vanguardia Dossier, que advierte que treinta países han flirtreado ya con este tipo de armamento y, en la misma renglón, The Economist hablaba la semana pasada de “Una nueva era nuclear”. El semanario anglosajón advertía sobre el “debilidad de la repugnancia ético que frena el uso de las armas nucleares” a medida que el reminiscencia de Hiroshima se ha ido desvaneciendo, y avisaba del peligro que supone que un gran número de países estén en disposición de utilizar esta tecnología.

A diferencia de lo que sucedía en la Exterminio Fría ahora más países están en disposición de poseer armas nucleares, lo que multiplica la posibilidad de errores

Pero el peligro no procede solo de acciones intencionadas, como sucedió con la crisis de Cuba (1962), sino todavía de errores técnicos o humanos, como los ocurridos en al menos tres ocasiones durante la refriega fría y otra más tras la caída de la URSS. La información sobre estos incidentes, a los que cabría añadir varios casos de beocio entidad, se ha conocido de forma progresivo en abriles posteriores aunque no es descartable que en los próximos se sepa de nuevas situaciones de este tipo. Conocer como la humanidad ha estado varias veces a minutos del precipicio no es carencia tranquilizador.

1979. Un error informático

A las nueve de la mañana del 9 de noviembre de 1979, los sistemas de alerta de defensa detectaron más de 200 lanzamientos de misiles desde la URSS alrededor de distrito estadounidense. El presidente Jimmy Carter, al que le había estallado cuatro días ayer la crisis de los rehenes de Irán, dispondría solo de entre tres y siete minutos para dar la orden de reponer al ataque. Segundos a posteriori de la primera intranquilidad, se contabilizaban ya más de 2.000 cohetes. Aviones de combate estadounidenses emprendían el planeo.

Pero pocos minutos a posteriori el sistema de satélites de Estados Unidos, capaz de detectar el propagación de este tipo de proyectiles en cualquier circunstancia del mundo, informaba de que no había constancia de nadie. “La explicación oficial de ese laudo sin precedentes asegura que todo se debió al error de un ordenador del centro de la defensa aérea”, explicaba en su día La Vanguardia.

Al parecer, alguno había introducido por error en el sistema informático de defensa aérea una simulación utilizada en prácticas, y a partir de ahí se desencadenó el pánico. Posiblemente si no fuera porque un senador pudo comprobar in situ el clima de histeria que se vivió en la sede del stop mando etéreo el incidente no habría trascendido. La preocupación suscitada fue tal que líder soviético, Leonid Brezniev, envió una misiva a Carter en que se permitía reñirle diciendo que “creo que estará de acuerdo conmigo en que no debe acontecer errores en este tipo de asuntos”.

1983. El hombre que salvó al mundo

A principios de los 80 la refriega fría pasó por momentos delicados. Decisiones estratégicas occidentales como el despliegue en Europa de los misiles Pershing II, el repliegue ideológico del líder soviético Yuri Andrópov y la retórica beligerante estadounidense alimentaron un clima especialmente tenso. En marzo de 1983 Reagan se había referido a la URSS como el “imperio del mal” y en 1984 bromeó en conocido sobre un hostigación nuclear en suelo soviético.

Ese era el contexto cuando el 1 de septiembre de 1983 un caza de la URSS destruyó un avión comercial surcoreano que había desacertado su ruta. Murieron 269 personas. A finales de ese mismo mes, el día 26, los sistemas de detección soviéticos captaron la señal de cinco misiles intercontinentales dirigiéndose a la URSS. Al mando en el centro de control la función del teniente coronel Stanislav Petrov era comunicar a sus superiores el ataque, lo cual, según los protocolos, muy posiblemente habría conducido a una respuesta inmediata y desatado un enfrentamiento nuclear. Pero Petrov no hizo carencia.

Stanislav Petrov, en su domicilio en el año 2004

Stanislav Petrov, en su domicilio en el año 2004

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Entre la tecnología de detección recién estrenada y su instinto, el oficial confió en el segundo porque consideró que un ataque contra su país no se limitaría solo a cinco bombas nucleares. “23 minutos a posteriori vi que no había pasado carencia”, relataría abriles a posteriori, para añadir que “somos más sabios que los ordenadores, al fin y al agarradera nosotros los creamos”. Y, efectivamente, la tecnología había fallado.

La historia de Petrov no se conoció completamente hasta el año 1988. Nunca recibió el inspección de las autoridades soviéticas que, por el contrario, le asignaron un peor destino al considerar que no respetó el protocolo. Tras la caída de la URSS fue objeto de homenajes en todo el mundo, hasta su asesinato en el 2017.

1983. Exterminio de nerviosismo

En ese clima enrarecido de otoño de 1983, la idea de que Estados Unidos preparaba un ataque nuclear circuló ampliamente en Moscú. En la civilización de defensa de la URSS aún pesaba el antecedente histórico de la invasión alemana, que había pillado al país por sorpresa, y en algunos momentos de gran nerviosismo como aquel el espíritu de 1941 resucitaba con fuerza.

El 2 de noviembre comenzaban las maniobras Able Archer de la OTAN, un control que se basaba en una hipotética ascensión que desembocaba en un conflicto nuclear. Las maniobras eran tan realistas y las relaciones entre entreambos bloques tan malas que los soviéticos creyeron que Able Archer podía ser efectivamente la antesala de un ataque nuclear positivo. Y lo creyeron hasta tal punto que, según informaciones desveladas el año pasado, el Pentágono detectó que los bombarderos soviéticos estacionados en Alemania Uruguayo fueron puestos en alerta y se equiparon con armamento nuclear para reponer a un ataque que se creía inminente.

A helicopter is waved off by a crew member from the flight deck of the USS Saipan (LHA-2), a Tarawa-class amphibious assault ship of the United States Navy during the NATO exercise. Military units from NATO participate in the winter exercise ‘Teamwork 84’, part of NATO’s plans for the reinforcement of northern Norway. A combined amphibious assault of 12,000 U.S. Marines joined by forces from Britain, and the Netherlands in support of Norwegian forces some 200 miles north of the Arctic Circle. The extreme cold weather exercise will also include military forces from Belgium, Canada, Denmark and West Germany, in Norway, March 1984. Photographer: Bryn Colton

Maniobras de la OTAN en los abriles 80 

Bryn Colton

El problema era que los estadounidenses desconocían el estado de nerviosismo que se había agente del Kremlin, de forma que esos bombarderos fueron interpretados como una maniobra ataque: ¿Se preparaba la URSS para un ataque? El próximo paso en una ascensión habría sido una operación preventiva de EE.UU. de consecuencias incalculables.

Pero esa valentía no se tomó. El teniente normal Leonard Perroots, hombre secreto en la inteligencia aérea, creyó que no había que contribuir a la ascensión no tanto basándose en información concreta, sino en una corazonada. “Los soviéticos se negaban a creer que los estadounidenses iban de reflector; los estadounidenses, por su parte, sospechaban que los soviéticos iban de reflector cuando mostraban no creer que los estadounidenses iban de reflector” intentaba resumir hace unos meses el Smithsonian Magazine. La tensión terminó abruptamente con el fin de las maniobras.

1995. El cohete noruego

El único de los incidentes posterior a la caída de la URSS fue todavía uno de los más absurdos. El 25 de enero de 1995, en un momento en que la refriega fría era ya agua pasada, científicos estadounidenses y noruegos lanzaron el decano cohete sonda meteorológico conocido hasta entonces. El maquinaria, que partió de la isla de Andoya, estaba diseñado para volatilizarse a 1.400 kilómetros de cima y allí de la frontera rusa.

Aunque se había avisado del propagación a Rusia y a otros 29 países porque se pensaba que el cohete podía ser confundido con un ingenio marcial, esta advertencia nunca llegó a los operadores de radar rusos. Y estos interpretaron que se estaba acercando a su país un misil con cabecera atómica preparado para prorrumpir en nivel.

Lo que siguieron fueron unos instantes breves pero de mucho nerviosismo, en que el maletín nuclear fue entregado al entonces líder ruso Boris Yeltsin, que debatía qué hacer con su ministro de defensa en unos momentos de gran confusión. “Se sabe poco de lo que dijo Yeltsin, pero esos pueden acontecer sido algunos de los momentos más peligrosos de la era nuclear”, explicaba unos abriles a posteriori The Washington Post. Finalmente, el nivel de alerta fue desactivado tras aclararse la verdadera naturaleza de la supuesta amenaza.

La parte más susceptible de un error con armamento nuclear no reside tanto en su propagación accidental sino en la mala interpretación de los datos de los sistemas de defensa

Como señalaba el investigador del Massachussets Institute of Technology (MIT) Geoffrey Forden, estos incidentes demuestran que el peligro de que se desencadene una refriega atómica por error no reside tanto en la activación accidental de un arsenal nuclear, sino más aceptablemente en que los sistemas de defensa malinterpreten la información que recogen. Y en la cúpula de esos sistemas, la reacción de los líderes es crítica, aunque los informes no sean del todo tranquilizadores. La humanidades periodística en torno a la hobby al trinque de Yeltsin es muy extensa de la misma modo que hoy se sabe que Nixon agitaba constantemente el solicitud al timbre nuclear entre su círculo más próximo y, por consiguiente, más conocedor de su hobby a la bebida.

Pero la cara positiva de los fallos, que la hay, es que a pesar de los errores producidos en el primer nivel de los sistemas de defensa los filtros posteriores los subsanaron.

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