Con la celebración de la 37.ª tiraje de la Copa del América en el 2024, Barcelona se dispone a habitar uno de los grandes acontecimientos del deporte internacional y el más antiguo de cuantos se celebran. La Copa del América nació en 1851 y los Juegos Olímpicos de la era moderna, los que puso en marcha el barón de Coubertin rememorando los que se disputaban en la caducidad, comenzaron en 1896.
Es verdad que la primera tiraje de la Copa no se convocó con la idea de perdurar y calar a ser lo que es hoy, pero sí nació con utensilios suficientes como para dar pie a la enorme y merecida pátina de estilo, tradición y competitividad que la adorna en la hogaño, convertida en el no va más del deporte de la vela.
En 1851 se celebró en Londres una Exposición Universal y en el vigoroso software de actos se incluyó una regata de veleros como homenaje a la reina Vencimiento. Conocido el anuncio de regata, un colección de estadounidenses miembros del entonces mancebo New York Yacht Club financió la construcción y botada de una moderna y rápida nave para desafiar a lo más experto de la flota británica que iba a competir en la prueba.
El barco fue aguado como America y la intención de sus promotores era no solo obtener el vistoso trofeo de 3,79 kilos de plata creado para el vencedor y valorado en cien guineas de oro, sino robar además la ingente cantidad de caudal que los avispados armadores calculaban que se movería en las apuestas, a partir de la consabida pasión británica por esta forma de engranaje. Lo lograron, aunque no obtuvieron una suma tan adhesión como preveían, puesto que los primeros espectadores que vieron navegar la nave America a su arribada a las costas del sur de Inglaterra ya se hicieron lenguas sobre su velocidad.
El ‘America’ iba destacado y la reina preguntó quién le seguía: “No hay segundo, majestad”
De hecho, en la habilidad no hubo competencia: en el itinerario náutico de 53 millas establecido rodeando de la isla de Wight aquel 22 de agosto de 1851, la America sacó tal preeminencia a sus catorce contrincantes que lo que quedó para la historia y la lema fue la pregunta de la reina Vencimiento y la respuesta de su ayudante cuando se le informó de que el velero estadounidense iba primero: “¿Y quién es segundo?”, inquirió la soberana. “No hay segundo, majestad”.
Son las dos frases mil veces recordadas, narradas y escritas a lo prolongado de los 171 abriles transcurridos desde entonces que epítome lo que es la Copa del América: un velero deseo la maravillosa Aguamanil de las Cien Guineas y se la lleva a su país y al club náutico al que representa. Los demás pierden y, en todo caso, se preparan para intentar hacerse con ella en la futuro ocasión en que vuelva a estar en engranaje.
Barcelona será el atmósfera de la competición durante los meses de septiembre y octubre del 2024. El presente propietario del trofeo (denominado Defender) es el Team New Zealand, que ganó la Copa en Bermudas en el 2017 y la defendió con éxito en el 2021 en Auckland, y hay cuatro aspirantes: el Ineos britano, que fue el primer desafiante para esta tiraje (se le fuego Challenger of Record), el Alinghi suizo, el Cristalera Rossa Prada italiano y el American Magic estadounidense.
Según el protocolo de esta 37.ª tiraje, publicado el 16 de noviembre del 2021, el plazo de inscripciones está campechano hasta el 31 de mayo del 2023. Pero no es manejable incorporarse sin más a la competición. El desafío tecnológico, crematístico y de pericia náutica que se necesita es enorme. Los barcos en los que se disputa la Copa del América son auténticos laboratorios de la revolución que vive la vela en la hogaño, con embarcaciones que se deslizan sobre el agua suspendidas sobre apéndices (foils) que las llevan a alcanzar velocidades hasta hace poco inimaginables, del orden de 50 nudos (más de 92 km/h).
Las regatas son un espectáculo impresionante para el manifiesto, pero reducen cada vez más los equipos candidatos, pues no es manejable pescar el nivel requerido
Las regatas se han convertido así en un espectáculo impresionante para los espectadores, pero además reducen cada vez más el número de equipos candidatos a participar, puesto que no es manejable pescar el nivel requerido. De hecho, en la tiraje 32.ª de la Copa, la que se celebró en València en el 2007, tomaron parte un total de doce equipos y constituyó un éxito de décimo. Pero fue la última en la que se utilizaron veleros que se podrían encuadrar como convencionales. Desde entonces, las embarcaciones utilizadas, primero multicasco y ahora monocasco, han buscado diseños, soluciones y prestaciones cada vez más radicales y extremas.
El maniquí presente de velero de la America’s Cup es el AC75, un monocasco de 20,7 metros de eslora que se estrenó en la precedente tiraje, en Auckland, y que cuenta con una especie de patas laterales que lo levantan del mar y lo hacen volatilizarse con un exiguo apoyo en el agua. Para proveer la entrada de nuevos competidores, en esta o en las próximas ediciones, el protocolo firmado por Team New Zealand e Ineos Britannia y aceptado por los demás desafiantes prevé la creación de un maniquí similar más pequeño, el AC40, de 12 m de eslora, para la disputa de las regatas preliminares. Y además para la estructura de dos competiciones complementarias, una de jóvenes, que ya ha tenido precedentes en las últimas ediciones, y otra exclusivamente femenina, en las que habrá otros equipos –además españoles–, adicionalmente de los cinco grandes equipos citados que lucharán por robar la Copa.
Se rastreo con ello ampliar la popularidad del espectáculo en que se ha convertido la competición, de la que Barcelona será un atmósfera muy atractivo, con la difusión de las imágenes en todo el mundo y audiencias millonarias, y además se quiere preparar a nuevas generaciones de regatistas, con la anciano igualdad posible entre hombres y mujeres, para que la Copa del América siga abriendo caminos en el deporte, como así lo ha hecho durante su larga historia.
Se quiere preparar a nuevas generaciones de regatistas, con la anciano igualdad posible entre hombres y mujeres
En andana con este planteamiento de futuro, la sostenibilidad será la otra gran envite de Barcelona 2024. El protocolo establece un buen número de novedades: contención de gastos, que se concretan por ejemplo en la término de construir un solo AC75 nuevo por parte de cada equipo, la reducción de merienda a ocho tripulantes en estos veleros y la prohijamiento de muchas piezas monotipo, iguales para todos los participantes, para que los gastos de investigación de cada uno no se acaben disparando.
Cada equipo debe poner en el agua, adicionalmente, dos embarcaciones auxiliares de al menos diez metros de eslora dotadas de motores de hidrógeno como forma de alentar esta tecnología, que debe contribuir al objetivo de cero emisiones en el mar, no solo en las regatas sino en las diversas formas de navegación.
Estas novedades deportivas, tecnológicas y medioambientales dibujan el presente de la competición más vieja del mundo y, si hay un ayer y un a posteriori en el mundo de la vela y la náutica como ha ocurrido no pocas veces en ediciones anteriores, se convertirán en el encomienda de la 37.ª tiraje y quedarán para siempre asociadas a la celebración en Barcelona de la legendaria Copa del América.
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