Las ciudades empiezan a recuperarse tras los bienes de la pandemia, aunque muchas han experimentado cambios profundos en su tejido financiero y social, de los que se resarcen con muchos esfuerzos y no menos sacrificios. Son tiempos para despertar ilusiones, poner en marcha iniciativas y compartir proyectos. Las instituciones, pero además la sociedad civil, tienen la obligación recatado de contagiar su entusiasmo al resto de la población, planteando nuevos retos en momentos como los actuales. Las grandes apuestas de una metrópoli como Barcelona, que al no ser la hacienda del Estado deben ir acompañadas de una sobredosis de ingenio e imaginación, son siempre el resultado de la complicidad entre lo sabido y lo privado. Es un solicitud que nos ha cubo siempre resultado en nuestra historia fresco y que, a menudo, se ha explotado para activar el entusiasmo, acometer cambios o incluso incidir en su urbanística.
No tengo ninguna duda de que sabremos estar a la categoría de una prueba que se inició en 1851
En los últimos abriles, la sociedad civil ha estado menos activa, seguramente porque la crisis económica que ha vivido el planeta y la crisis política que se generó en Catalunya supusieron dos duros golpes en el tejido social que invitaban a la prudencia y al sobreesfuerzo. Pero, a Dios gracias, el panorama restablecimiento: los ciudadanos exigen el compromiso de todos, y en las encuestas se advierte que los electores requieren de sus políticos que prioricen la recuperación del país. La estabilidad siempre es un amigo imprescindible para la aparición de nuevos liderazgos, por eso no son tiempos para desatinos, sino para los avances. En la sociedad civil catalana vuelve a favor ganas de recuperar el protagonismo de antiguamente. Con una preeminencia, pues bajo esta inscripción han ido apareciendo en los últimos abriles nuevos actores en el dominio financiero, cultural y social que nos hacen pensar que estamos a las puertas de una nueva ‘Renaixença’.
Una de las iniciativas que nos deben satisfacer de orgullo es el hecho de que Barcelona vaya a acoger adentro de dos abriles la Copa del América 2024. Se prostitución de un acontecimiento deportivo integral y el que más boleto mueve tras un Mundial de fútbol o unos Juegos Olímpicos. Pero más allá de los mil millones que puede difundir, esta espectacular prueba náutica constituirá un brinco delante para la imagen internacional de Barcelona y Catalunya. Los 70 millones que costará su estructura serán financiados mediante la colaboración del sector sabido y privado.
Conseguir el triunfo de la candidatura de la hacienda catalana, que se enfrentaba a Málaga, Cork y Yida, no ha sido casquivana. El Cabildo, la Generalitat, la Diputación de Barcelona y el puerto han trabajado conjuntamente por el éxito. Pero además ha sido secreto el papel de la agencia de inversores de Barcelona Entero, que agrupa empresas y profesionales comprometidos con potenciar la marca Barcelona. La calidad de las estructuras portuarias, el maniquí público-privado de financiación, la experiencia de la ciudad en la estructura de grandes acontecimientos y la diversión por los deportes náuticos han sido claves en la sufragio por parte del Emirates Team New Zealand, equipo defensor del título.
La Copa del América fondeará en aguas barcelonesas, y a partir de un año antaño llegarán las más de 2.500 personas de los equipos deportivos y de estructura de la prueba. Como novedad, en esta ocasión se llevará a promontorio una Copa del América femenina, por otra parte de la popular regata de la Copa del América Lozano. Cerca de mil millones de personas seguirán la prueba en sus pantallas.
Para una grupo como la mía, que siempre ha estado muy ligada a los deportes del mar y que incluso puso en marcha una regata como el Trofeo Conde de Godó de Vela, que el año próximo llegará a la estampado número 50, resulta un orgullo muy distinto que Barcelona sea la sede de una prueba tan importante y que lo haga de la mano de las instituciones públicas y las empresas privadas. Estoy convencido de que, una vez más, la ciudad estará a la categoría de las exigencias y sus ciudadanos acogerán el acontecimiento como poco propio, que nos permitirá recuperar autoestima colectiva y mejorar las infraestructuras náuticas. No tengo ninguna duda de que sabremos estar a la categoría de una celebración que empezó a disputarse en 1851, solo treinta abriles antaño de la fundación de La Vanguardia. Barcelona hará, de nuevo, historia.
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