La librería Geli cierra hoy tras 143 años de historia

"Lo que no esté en Can Geli, no lo encontrarás en ningún sitio”, reza el dicho popular que todo gerundenses de cierta época ha audición o pronunciado en alguna ocasión. Con un fondo que en algunas etapas llegó a exceder los 200.000 títulos de todas las temáticas imaginables, perfectamente clasificados en las centenarias estanterías del negocio y el subterráneo, la Geli, con 143 primaveras de historia, es una de las tres librerías más antiguas de Catalunya. Hoy será el extremo día de actividad para un recinto cuya trayectoria empezó a escribirse en 1879 con otro nombre, Estantería San José –se inauguró un 19 de marzo– enfocada eminentemente al clero, en el que se vendían Biblias, devocionarios, estampas, rosarios e incluso partículas de ofrenda.

Un vallado que no quiere ser un punto y final, solo un punto y singular. “La idea es continuar. Quiero jubilarme siendo papelero”, explica Pere Rodeja, el flagrante dueño que el pasado viernes atendió a La Vanguardia en la trastienda de la biblioteca, sin disimular una cierta tristeza al tener que ceder en pocos días el que ha sido “mi hogar” desde hace casi 59 primaveras. “Nací aquí y de ahí mi tristeza, pero el mundo y la vida evolucionan y ahora que hemos pasado el duelo toca inquirir una decisión”, expresa. Y esa decisión pasa por encontrar un nuevo recinto en el casco antiguo porque “Geli es Barri Vell” y no tendría sentido emplazarse en otros lugares de la ciudad.

“La idea es continuar, quiero jubilarme siendo papelero”, dice Rodeja, que sondeo un espacio en el Barri Vell

Ha ojeado cuatro o cinco locales y ahora es cuestión de hacer números. Una audacia que no quiere retrasarse más allá del 2022. “Pero Geli como tal no desaparecerá”, advierte Rodeja a los vecinos y clientes que en los últimos días, al conocerse la notificación, se han dejado caer por el negocio para mostrar su tristeza por la pérdida de una biblioteca histórica.

La grupo aceptó, tras meses de muchas dudas, la ofrecimiento que les hizo el negocio contiguo, igualmente centenario, la bisutería Quera, para quedarse con el recinto. “Fue una audacia acostumbrado”. No ha sido ni mucho menos la primera ofrecimiento recibida por un recinto, situado en la prolongación de la Rambla, en la calle Argenteria, en pleno eje comercial. En los últimos vigésimo primaveras, había rechazado entre 50 y 60 ofertas de todo tipo, alguna incluso para hacerse con todo el edificio. Pero Rodeja siempre desoyó esos cantos de sirena.

No debe ser ligera descender la persiana para alguno que ha nacido y crecido entre libros y que ha vivido y gozado del oficio “de prescriptor de libros”, como a él le gusta afirmar. Cierto que quia ha pensado en reorientar su profesión a pesar de las adversidades que ha sufrido el sector ya sea en forma de crisis económicas, desplome de lectores, competencia por las plataformas de cesión online o covid. “Pero el ejemplar no morirá nunca, si lo pensara no intentaría brindar otra Geli”, remarca Rodeja, que sigue viéndose en este mundo adentro de cinco primaveras. “Mi deseo es jubilarme como papelero”, explica. Y hacerlo acompañado de sus fieles escuderos en los últimos primaveras: Lourdes, que lleva 28 primaveras al pie del cañón; Xevi, que suma 15 como dependiente y otros 20 yendo cada sábado “excepto cuando nevaba” a comprar un ejemplar a Can Geli, y Aarón, que desde hace siete prescribe igualmente títulos y que vive estos últimos días con una mezcla de “tristeza, impotencia, furia y esperanza”. La pregunta más repetida de la clientela: ¿Y ahora adónde vais? En breve saldrán de dudas.

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