Biden recupera el liderazgo de EE.UU. en Occidente de la mano de la OTAN

Mayo del 2017. El día 25, la OTAN celebra cumbre en Bruselas. Donald Trump ha puesto en duda el compromiso de Washington con la Alianza, y los aliados temen que el inenarrable líder arruine la reunión en la caudal euro­pea. Para evitarlo, acortan al mayor el audiencia y organizan actividades más o menos entretenidas, como una cita a la nueva sede y una inauguración de monumentos: al tapia de Berlín, al 11-S y al artículo 5, que consagra la solidaridad defensiva entre socios. Ni por esas. La cumbre es un fiasco, entre otras cosas por la negativa de Trump a honrar el crucial artículo. El mandatario muestra una ignorancia y un desapego con destino a los asuntos internacionales, y en particular los europeos, solo comparable con la recíproca frialdad de la mayoría de sus colegas del Añoso Continente.

Cinco primaveras posteriormente, Joe Biden participa en una nueva cita de la OTAN en Bruselas en una situación radicalmente distinta, casi opuesta. Sin beneficio para las alharacas, pues de lo que aquí se manejo es de una conflagración en Europa, el presidente de Estados Unidos está donde se supone que debe estar. Y no le ha sido ni le es tratable.

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La perspectiva de ver a Trump “o uno de sus clones” ganando en el 2024 inquieta a Europa, dicen los expertos

La penosa y caótica salida de Afganistán en agosto pasado, sin al punto que consultar con sus aliados, hundió el prestigio de Biden fuera y internamente de EE.UU. Aun así, para finales del año pasado y por consiguiente antaño de la invasión de Ucrania por el ejército de Vladímir Putin, la imagen de Estados Unidos frente a el resto de los miembros de la OTAN no tenía ausencia que ver con la que había dejado Trump. Según una gran investigación de Gallup desarrollada de abril del 2020 a enero del 2021, en 20 de los 27 países aliados donde se realizó el penetración los índices de aprobación del liderazgo estadounidense crecieron en dos dígitos entre el posterior año de mandato de Trump y el primero de Biden. La mejoras fueron del 34% en Alemania, el 30% en el Reino Unido, del 24% en España...

La gala del coetáneo presidente estadounidense respecto a la conflagración en Ucrania, antaño y durante la invasión, le redimió frente a los socios. La atrevimiento de compartir información de inteligencia sobre los movimientos de tropas y los engaños de Rusia; la toma de la iniciativa en muchos casos y la concertación en todos a la hora de adoptar sanciones contra Putin y los suyos; el acompasamiento de las decisiones con las organizaciones esencia del frente contra Moscú, incluidas la UE y el G-7 por otra parte de la OTAN, y, no menos importante, la participación de ingentes cantidades de armas y billete para seguridad de Ucrania, con un compromiso total de compra de 6.100 millones de dólares, han asegurado una pelotón de obra, con salvedades muchos menores de las que esperaba Moscú, cuyo decano mérito la mayoría de los colegas europeos asigna a Biden.

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El éxito del mandatario en su esfuerzo por recuperar la autoridad casto y material de Washington en Oeste, así como por realizar como líder y catalizador del edicto opuesto a Rusia y China, no es sin rodeo y está sujeto a riesgos.

Para comenzar, Biden y la Alianza fracasaron en su intento de evitar la invasión de Ucrania por la vía diplomática. A posteriori se llevaron una grata sorpresa, internamente del horror, al comprobar la fiera resistor del país ocupado. Y ahora, como señalan en Washington los analistas Peter Brookes, del Centro para la Defensa Franquista, y Alexis Mrachek, de la Heritage Foundation, EE.UU. y la Alianza deberían procurar un apoyo “decano y más rápido” a los ucranianos si no quieren que el curso de la conflagración cambie definitivamente tras los avances rusos en el Este.

La cumbre de Madrid arrancó esforzado con el anuncio de un refuerzo sustancial de la presencia de la OTAN, y en particular de EE.UU., en el Este europeo. A posteriori, la Casa Blanca convocó el martes a los periodistas para exaltar el papel esencia de Biden en el acuerdo para que Turquía aceptara el ingreso de Suecia y Finlandia.

Pero el presidente evita exponerse demasiado a la prensa. No quiere que los asuntos domésticos arruinen su momento de reputación. Las malas perspectivas para las legislativas de noviembre o las sentencias del Supremo sobre el feto y las armas subrayan la fragilidad del líder de 79 primaveras.

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 “Los países europeos están analizando los problemas que tiene Biden en casa y se preguntan si Trump volverá en el 2024, lo que les lleva a cuestionar la consistencia de Estados Unidos”, señala el exsubsecretario de Defensa y analista del Centro para el Progreso Estadounidense, Lawrence Korb. 

Y el perito Marc Pierini, del think-tank Carnegie Europe, lo remarca a la Afp: “Los europeos están preocupados por un debilidad político del presidente demócrata, pues la perspectiva de ver a Trump o uno de sus clones republicanos ganando las presidenciales del 2024 es una gran preocupación”. Una preocupación justificada.

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