Criaturas defectuosas

Somos criaturas defectuosas. Torpes, estúpidas, obstinadas, pusilánimes, volátiles y, casi siempre, más de una cosa. Nadie es puro. Las personas somos más problemáticas que los clichés. Es lo que nos hace más interesantes y más humanos. Subiendo la escalera que conduce a los pisos superiores del Palazzo Grassi de Venecia donde estos días expone Marlene Dumas, un señorita solitario pintado en colores fríos, como si le hubieran quitado la vida, mira su pene hinchado de un púrpura tembloroso. Indiferente a todo, se mira a sí mismo, pasmado frente a su propia sexualidad, absorto en un acto de voyerismo y narcisismo. A su costado hay otra imagen de un primer beso “a posteriori del cual siempre viene el miedo a una caída”(la anotación es de la autora) y una chica turca desnuda con las piernas levantadas que nos observa mientras la observamos. No necesito ni un peldaño más para entender por qué la pintora sudafricana tiene éxito de mirar la vida de frente, con todas sus paradojas y ambigüedades. Ya en la primera planta, entre chicas porno glamurosas y strippers masculinos, bebés que parecen dictadores, dibujos de grandes hombres, todos homosexuales, muchos de los cuales sufrieron o murieron por serlo; un escuincle palestino muerto con un Corán en el pecho, una rata apestosa, el rostro enlutado de la religiosa de Pasolini, santa Teresa fumando en éxtasis o una Marilyn en la sala de autopsias,vemos cómo ella asimismo se desnuda frente a el espectador “vieja, borracha y mujer: no hay cero peor”, escribe mordaz. “Cuanto más vieja es la mujer, más se la falta”.

Marlene Dumas se pinta vieja, borracha y mujer; su pintura es mucho menos tranquilizadora que una pista de bailable

Marlene Dumas tiene 68 abriles y sus modelos no son personas de carne y hueso. A menudo provienen de fotografías que ella misma toma o encuentra en periódicos, libros de arte y revistas pornográficas. Una distancia que le permite quitarse por el camino el corsé de lo ético (“me preocupa lo que piensan de mí y me preocupa aún más lo que piensan que yo pienso de ellos”) y observar con extrema humanidad hasta lo más inhumano de nosotros mismos. La vida siempre aparece en sus lienzos, incluso cuando pinta muertos. La alienación, la voluptuosidad, lo de niño, lo reprimido, el caos, el sufrimiento, la incertidumbre, los demonios interiores... La condición humana en su estado más extravagante, bella y tierna pese a todo. En uno de sus lienzos más perturbadores, la cómico residente en Ámsterdam pinta a su hija Helena desnuda y cubierta de manchas, con los brazos goteando un transparente rojo y garzo, indefenso en su desnudez, pero hostil y retadora en la examen. ¿Es muerte coagulada o pintura? Nadie ha dicho que el arte, como la vida, tenga que ser como una pista de bailable tranquilizadora, pero es un riqueza cuando nos ayuda a traspasar la rasgo de visión de lo que no queremos ver y aceptar. Sobre todo, en el interior de nosotros mismos.

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