“Els elements capitalistes de Catalunya si ara són refractaris al separatisme seran els primers en adherir-s‘hi el dia que el vegin victoriós i seran els que el sostindran després com ara sostenen el vell règim”.
Durante los primaveras del proceso, el independentismo, a pesar de los recelos siempre presentes en su seno y la información que tenía su dirección, albergó la esperanza de que aparición la hora de la verdad, financieros, empresarios y el grueso de la burguesía catalana si acertadamente no espolearían la independencia, no se opondrían de forma primero.
Los cambios de sede social de empresas y bancos a raíz de los hechos de octubre del 2017 resultaron un despertar doloroso y dejaron al descubierto a una doble pasión. Por una parte, la del directorio independentista, al qué solo la gran vergüenza del gobierno Rajoy ordenando la diligencia policial del 1-O permitió maquillar la equivocación de las “estructuras de estado” promesas y las limitaciones del movimiento para forzar una negociación con el Estado.
Por la otra, la de una burguesía particular a quien se suponía un poder actual muy anciano del qué en existencia tenía para incidir en su propia sociedad en el amanecer del nuevo milenio. Las causas, intentos de frenar la camelo de cocaína y fracasos de este segundo vector es el qué explica Manel Pérez (Barcelona, 1958) en La burguesía catalana . Con el fluido subtítulo Retrato de la élite que perdió la partida y la proposición sugerente que la pérdida de influencia y poder de esta viene de remotamente y ha declinado de forma progresiva desde los primaveras de La febre d’or que narraba Narcís Oller.
Evidencia que el ‘procés’ ha dejado Barcelona y el país en una situación de subsidiariedad y regionalización
Hace unos días, en El fin del manual sobre el proceso (5 de junio), explicábamos que las obras dedicadas a la temática del proceso van de disminución. En una término larga se han publicado más de 850, la mayoría de un grueso intelectual escaso, con una carga sentimental elevada y muchos chismes o fruto de narraciones periodísticas compactadas de aquello que explicaban a diario los medios de comunicación.
En el futuro, cuando se hable del proceso, solo se mencionarán un puñado. El disquisición periodístico del subdirector de La Vanguardia tiene los componentes para formar parte de este comunidad selecto, precisamente, porque no es solo un manual sobre el proceso pero permite entender una parte esencial. Para explicar porque la burguesía catalana fue incapaz de frenar el transcurso precipitado de los acontecimientos Pérez hace un estudio de longue durée .
Se remonta hasta medio del siglo XX, en el Plan de Estabilización franquista y en la fundación del Círculo de Patrimonio, y pone de relieve la importancia de la peculio incluso en este proceso histórico.
Aquellos lectores que tengan sus prejuicios, prevenciones o críticas alrededor de la burguesía, al constatar en el manual su redimensionado a la disminución quizá saldrán reconfortados. A la mayoría, sin incautación, les causará pasmo porque aquello que evidencia la obra es que el proceso no ha servido para aumentar el poder político, crematístico e institucional de Catalunya, sino por el contrario: para que a la clase dirigente política y a la económica se les haya conocido el plumero y a corto plazo el país y Barcelona hayan quedado en una situación de subsidiariedad y regionalización respecto del centro de decisiones madrileño.
La frase que encabeza este artículo no aparece a la obra de Pérez, ni corresponde al verano del 2017. La escribió Francesc Macià el otoño de 1923 cuando emprendía su plan de Estat Català contra la Restauración. Tener un ojo en el pasado y entenderlo acertadamente es primordial para revertir la situación contemporáneo y obtener, no ya en buen puerto, sino en algún puerto. Una ojeada atenta de este disquisición puede contribuir.
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