Sí, lo sé. En un momento en el que estamos saturados de virus y plagas de todo tipo que van desde los chinches hasta la sarna, pasando por las ratas, los piojos y quien sabe si las langostas o los pandas con una botella de vodka, viene ahora el periodista de turno a echar más palos al fuego. Es lo que tiene la vida, que en pleno verano te apetece un buen helado y lo que te trae son dos tazas calientes de caldo. Antaño de protestar, desconectar o producirse página para descifrar a Garfield, tomaos esto como una pequeña columna de autoayuda para detectar una plaga que parece invisible, pero que es igualmente invasiva y lleva mucho tiempo entre nosotros sin que nadie parezca dispuesto a poner remedio: la plaga de los mediocres.
Hagamos una cosa. Piensa en un momento de tu vida, por muy agradable que te parezca cuando subes las fotos en Instagram. Cierra los luceros. ¿Los ves? Claro que no. A veces hay que esforzarse un poco más o, simplemente, querer fijarse. Concentración máxima: piensa en todos los entornos de tu vida. Ahí está. ¿Ha aparecido un nombre ya? Más de uno... no esperaba menos de ti.
Vamos a decirlo claro a ver si como minúsculo este artículo sirve de pócima invocatoria para que algunos necios aborten encargo y se paguen unas descanso al más allá: la sociedad está plagada de personas mediocres, y los medios de comunicación asimismo. Cuidado porque tienen apariencia corriente, incluso algunos pueden resultar agradables hasta que te das cuenta de que poco no va proporcionadamente.
Son vampiros energéticos que minan la pudoroso a saco de repetir las mismas actitudes cobardes basadas en su propia desidia de autoestima o en la escazes de deshacer la vida de los demás para que la suya parezca poco más placentera. Son aquellos que siempre aseguran tener la situación controlada y cuando van al wáter lo que reina es el caso más definitivo. Son ladrones de ideas y, lo que es peor, de tu propia confianza. Son maestros disfrazados con la piel de alumnos frustrados que ven como los demás les avanzan por la derecha. Son personas que dicen memorizar más que nadie, y su ignorancia es lo de menos cuando alguno los contrata porque miran con destino a debajo y no generan problemas a las paraíso. Son los que aseguran rescatar el mundo y los medios en un vals decrépito con la marcha fúnebre. Son aquellos a los que Shakira les dedicaría una canción para felicitarles por lo proporcionadamente que actúan. Porque parecen buenos. Solo lo parecen. Hazme caso: proporcionadamente acullá de la conjura de los mediocres.
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