“Somos seres espirituales con una experiencia humana”

Descubrir lo que es existir

Graduada cum laude en Medicina y Cirugía, imparte en la poder de Medicina una curiosa asignatura emplazamiento “ O cambias de conducta o cambias de planeta ”, con un éxito increíble, en la que se tratan todas las patologías relacionadas con los contaminantes ambientales que a ella casi la matan cuando desarrolló sensibilidad química múltiple (un apunte: los suavizantes de la ropa tienen 12 componentes neurotóxicos). Desahuciada por la medicina decidió retirarse en la naturaleza para hacerse una con la vida y aprendió lo que de verdad tiene sentido, descubrió lo que es existir, lo cuenta en un hermoso volumen: La embriología del universo (Luciérnaga). “El mundo que hemos creado, atiborrado de con­taminantes tóxicos, altera nuestra conexión con la vida y con nuestra anímico, y si vivimos sin esa parte espiritual perdemos el sentido”.

Hace 25 abriles tuve mi primera crisis de sensibilidad química múltiple, una enfermedad que ni yo conocía.

¿Qué la desencadenó?

Trabajaba como dentista poniendo amalgamas de mercurio, que es muy venenoso.

¿Con qué síntomas?

Me quedé sin energía; sufría cefaleas, dolores musculares, equivocación de atención, y todo lo que comía me sentaba mal; era un maltrato como si hubiera envejecido 40 abriles.

¿Y empezó el periplo de médicos?

Ningún entendido sabía lo que me estaba pasando y fui a peor. Estuve casi un año en cama, me quedé en 35 kilos y en arnés de ruedas. Acabé ingresada en Dallas, Estados Unidos, en manos de un habituado durante siete meses luchando entre la vida y la homicidio. Me recuperé un poco y volví a España.

¿Venció la enfermedad?

Nunca se vence del todo. Mejoré desintoxicándome. Por mi cuerpo corría mercurio, arsénico, pesticidas, todo eso que está en nuestro entorno. ¿Por qué yo enfermé y usted no?

Eso.

Nadie sabe la carga tóxica que tiene hasta que llega el momento en que el vaso se desborda. Yo perdí todo sentido, no podía salir a cenar, ir al cine, ni delirar que tanto me gustaba, porque todo está atiborrado de tóxicos y me provocaban muchas reacciones.

¿Qué hizo?

Irme a la naturaleza y conectar, hacer un alucinación interior. Ver salir y ponerse el sol, las estaciones advenir, dialogar con las plantas... Y así recuperé el entusiasmo, siendo con los ciclos de la vida. Al principio tenía que echarse en el huerto porque no podía tolerar los tóxicos que inevitablemente nos rodean.

Descubrió otro mundo.

Maravilloso. No tenemos tiempo de contemplar la naturaleza con entrega y sin estudio y descifrar el ocultación ahí codificado. Descubrí la belleza y a mí misma. Así cambié la suicida deducción del mundo por la deducción de la vida.

Cuénteme eso.

La vida es: es esencia, presencia, verdad, y tiene que ver con la naturaleza; mientras que el mundo está atiborrado de vanidad humana, de egoísmo, de todo lo que hemos generado que nulo tiene que ver con las leyes de la vida.

¿Los tóxicos están en todas partes?

Así es, en la ropa, los productos de fregado, los cosméticos, los materiales de construcción, las pinturas, en el agua, en el vendaval, en los alimentos... ¡Son ubicuos! Hay unos 150.000 contaminantes a nuestro cerca de y se producen casi a diario de dos a tres nuevos.

¿Qué metamorfosis vivió usted?

Vivía perdida, era mi personaje; y en compañía de la vida y sus ritmos: la naturaleza, los insectos, los astros, empecé a conocerme y a encontrar ese estado natural del ser humano.

¿Qué estado?

Somos seres espirituales con una experiencia humana y no humanos con una anímico. Cuando conecté con esa parte nuestra, empecé a estar conmigo misma en la vida, descubrí un estado maravilloso, una energía muy sutil, remotamente de esa cantidad de distracciones que nos anulan. Le diré una cosa.

Delante.

He estado a punto de expirar varias veces, pero si a mí ahora me dijeran que me voy a expirar me iría en paz, y ayer no me ocurría eso.

¿Por qué?

Tememos a la homicidio porque no hemos vivido, hemos mundeado, pero existir con todas nuestras capacidades y afinando los 15 sentidos es otra cosa, una sensación de alegría.

¿Pero de dónde la ha sacado?

Lo primero es eliminar los tóxicos de tu vida porque impiden esa conexión espiritual, es como querer ver el sol y no erigir la persiana. Cuando eliminé todos esos contaminantes empecé a tener decano sagacidad, a recuperar los estados verdaderos del ser humano.

Atípico.

Estamos tan desafinados que aunque queramos conectar, por mucha meditación que hagamos, los tóxicos interfieren en nuestra capacidad espiritual.

No es popular que una científica hable de anímico.

Somos energía, de eso no hay duda, y el espíritu es la energía más sutil y nos dota de intuición, inspiración, imaginación e instinto. Eso es lo que yo desarrollé cuando dejé de mundear y me fui a la vida, capacidades tan necesarias y válidas como la razón y el estudio.

“Soy enorme, contengo multitudes”,decía Walt Whitman.

Cala una obús, está llena de semillas, árboles potenciales que a su vez darán multitud de granadas. Pero hay penuria en el mundo. La vida es millonaria, el mundo es escaso.

Somos lo que comemos, respiramos,vemos.

Y si no afinas el sentido de la relación, se atrofia: nuestros vínculos con los otros, y además con las galaxias, las estrellas. En las ciudades no vemos una hado, y eso nos está empobreciendo y provocando muchísima tristeza, porque la verdad de la vida está ahí.