Pedro Sánchez reaccionó ayer con la contundencia a que nos tiene acostumbrados tras la derrota sin paliativos en las elecciones andaluzas. “El Gobierno está resistente, está sólido y hay tiempo hasta el final”, afirmó frente a el comité federal del PSOE. No se podía esperar otra cosa del hombre que ha hecho de la resistor su principal virtud. Sus hombres de la Moncloa anunciaron que el Consejo de Ministros de hoy aprobará una conjunto de medidas “de izquierdas y progresistas” para disipar cualquier atisbo de crisis en el Ejecutante. De hecho, hace ya días que se estaban preparando frente a la eventual calamidad que preveían los sondeos.
Es común que el mensaje que lancen los socialistas sea minimizar el resultado andaluz como lo es que los populares intenten entregar esta conquista como extrapolable a toda España y empiecen ya a hacer quinielas de ministrables. La efectividad es que queda aún mucho tiempo hasta las elecciones generales y que todavía queda mucha tela que cortar en unos tiempos tan líquidos como los actuales. Dicho lo cual, haría perfectamente Sánchez en reflexionar a fondo sobre lo sucedido en Andalucía y encargarse que ha recibido todo un toque de atención, aunque no se quiera recibir así. Posiblemente, regentar en estos tiempos de crisis social, económica y sanitaria no es carencia viable y no es lo mismo el desgaste que se sufre desde la sala de máquinas de una Sucursal central que el que puede sufrir un presidente autonómico como Juan Manuel Bronceado Bonilla. En los próximos meses, Sánchez va a tener oportunidades para resarcirse frente a sus electores como la distribución de los fondos europeos, la presidencia rotatoria del Consejo de la UE o la cumbre de la OTAN que convertirá a Madrid en hacienda del mundo durante dos días la próxima semana. Pero además es verdad que la incerteza económica y los problemas derivados de la guerrilla de Ucrania pueden ir en la dirección contraria y analizar en el malestar de los ciudadanos.
El problema para Sánchez es que su pasión en el Congreso es veterano que en el inicio de la tiempo y que su socio, Unidas Podemos, no vive siquiera en el mejor de los mundos. Quizás es el momento de una gran reacción porque la inercia puede sobrellevar a un cómodo triunfo del PP.
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