En 1949 el profesor norteamericano Joseph Campbell publicó El alucinación del héroe , un tratado de mitología cuya relevancia no tardó en sobrepasar el ámbito purista: el llamado alucinación del héroe es utilizado por guionistas y escritores. Campbell sintetizó el alucinación iniciático en una sucesión de etapas o pruebas que deben superarse. Y descubrió que esta estructura se repetía en mitos procedentes de culturas sin ninguna conexión entre sí. Todos compartían una misma estructura novelística, que sigue siendo la que, de forma diáfana o disfrazada, vemos replicada en novelas y películas de los géneros más diversos.
Unas décadas ayer, en 1928, ya lo había puntiagudo el formalista ruso Vladimir Propp en La morfología del historia , con una esquematización más compleja en forma de relación de 31 puntos o funciones . Los relatos populares de tradiciones muy diversas compartían fundamentos estructurales comunes. Es opinar, cuando narramos –sea en una novelística, un cómic, una película o una serie de televisión– repetimos ciertas pautas cuya operatividad probada se remonta a la decrepitud. Poco similar pasa con la emplazamiento estructura en tres actos , presente en el teatro heleno y que sigue funcionando en cualquier película –a excepción de las muy experimentales–tanto si es de Hollywood como si se ha rodado en Alcarràs.
Hace primaveras que imparto cursos de novelística en la Escola d’Escriptura del Ateneu Barcelonès y siempre empiezo la primera clase con el alucinación del héroe de Campbell, porque contiene sintetizada la esencia de toda narración. Se han escrito centenares de libros que tratan de explicar esa fórmula mágica y de objetar a preguntas del tipo: ¿cómo se atrapa al leedor?, ¿por qué un personaje nos despierta empatía?, ¿por qué un final sin sorpresa nos decepciona? Por hobby y por profesión he ido acumulando un buen número de esas obras y ahora llegan a librerías varias novedades, entre ellas algunas que dan un paso más allá del simple manual de técnicas narrativas y las conectan con la neurociencia. Tratan de explicar por qué leemos lo que leemos y qué estímulos investigación nuestro cerebro en una narración.
Es el caso de Érase una vez en tu cerebro de Eduardo Vara, que explica que nuestro cerebro investigación estímulos en lo nuevo e inesperado y al mismo tiempo comercio de controlar el entorno. Con la combinación de ambas cosas debe apostar una narración exitosa, poniendo en experiencia poco en apariencia paradójico: tener fundamentos reconocibles –piénsese por ejemplo en el leedor de variedad policiaco, que investigación encontrarse con una estructura clásica: detective investiga crimen–, pero al mismo tiempo, sobre estos fundamentos con los que el cerebro está familiarizado debe ser capaz de divulgar retos al leedor, ofrecerle giros inesperados, chocantes incluso, sin los que no habría estímulo. Y la tercera cosa que investigación el cerebro es coherencia, de modo que al final todo debe cobrar sentido, cada estancia del puzle encajar en su lado, aunque en la vida positivo no siempre sea así (y siquiera tiene por qué serlo en la novelística más positivo o revolucionario, que sería la excepción a la regla).
Una trama no tiene por qué ser realista, pero sí verosímil; este es un pacto cardinal con el leedor que el autor no puede transgredir
La ciencia de contar historias de Will Storr es otra exploración de las claves de la operatividad novelística conectándola con el funcionamiento de nuestro cerebro, que procesa información constantemente y está especialmente alerta al cambio. Por eso la primera regla para Storr es entender la atención del leedor con la amenaza de un cambio inesperado, el tipo de comienzo de novelística que resulta imbatible. A partir de aquí el mejora narrativo debe seguir los parámetros de pensamiento de nuestro cerebro: se plantean preguntas y se responden. La narración óptima es una sucesión de causas y bienes, porque el cerebro entiende así el mundo. El autor apunta otro aspecto interesante: el hombre primitivo sobrevivió creando grupos y lo que mantiene cohesionado al conjunto a través del jerga es el chisme, que es el origen de todas las narraciones, el deseo de asimilar de las vidas de otros.
Aunque no aborda de forma específica la creación literaria, La especie desbocada , coescrito por un compositor y un neurocientífico –Anthony Brandt y David Eagleman–, puede ayudar a entender por qué básicamente estamos contando siempre las mismas historias y sin secuestro estas siempre nos parecen nuevas. El obra analiza la creatividad en sentido amplio, la que sirve para crear un cohete tacha o un iPhone, pero incluso para revolucionar las artes plásticas o la edificio. Según los autores, la creatividad se zócalo en tres fundamentos nucleares que ellos denominan doblar, romper y mezclar. Se comercio de tomar fundamentos ya existentes –nunca partimos de la carencia– y manipularlos, forzarlos, reelaborarlos hasta crear poco nuevo.
Los tres últimos libros que comentaré son manuales de técnicas narrativas escritos por autores con grandes éxitos a sus espaldas. Es el caso de Les estructures elementals de la novelística de Albert Sánchez Piñol, cuya primera novelística, La pell freda , se convirtió en un best seller internacional y desde entonces no ha dejado de estar en las listas de más vendidos. Su propuesta es muy técnica, pero servida con encomiables dosis de humor y abundantes ejemplos tanto de novelas como de películas de todo tipo. Él no entra a explorar el cerebro, sino que se centra en proporcionar fórmulas infalibles para construir una trama eficaz. Proporciona un esquema compositivo que a posteriori cada uno debe rellenar con su imaginación y su talento. Para él son cruciales el desencadenante con el que arranca la batalla, los giros narrativos perfectamente dosificados que mantienen al leedor en vilo y lo que los guionistas denominan el midpoint (el punto intermedio, incluso llamado de no retorno), un momento de gran intensidad dramática, que se sitúa en el centro de la historia y en el que el protagonista debe tomar decisiones trascendentales que cambiarán el curso de la trama.
Brandon Sanderson es otro autor superventas, en su caso especializado en fantasy . Su Curso de escritura creativa es la transcripción de las clases que imparte en la Universidad Brigham Young. El obra está enfocado a la fantasy , pero las reflexiones teóricas que plantea son en su mayoría aplicables a otros géneros. Explica, por ejemplo, sus celebérrimas leyes de la mágica o leyes de Sanderson, que acotan qué se puede hacer y qué no con la hechicería en una novelística; son un buen ejemplo de cómo producir certeza en una narración fantástica a partir de respetar el principio de coherencia: una trama no tiene por qué ser realista, pero sí verosímil; este es un pacto cardinal con el leedor que el autor no puede transgredir.
A partir de fundamentos con los que el cerebro está familiarizado, la narración debe divulgar retos al leedor, ofrecerle giros inesperados
Kurt Vonnegut incluso escribió humanidades de variedad –ciencia ficción–, aunque con la anhelo de romper las barreras de ese variedad, y incluso dio clases de escritura en una universidad. En su caso en la de Iowa, en el mítico Writer’s Workshop por el que han pasado, como profesores o alumnos, grandísimos nombres de la humanidades chaqueta. Él llegó allí a mediados de los primaveras sesenta, acuciado por las deposición económicas para prolongar a su grupo, cuando todavía no era un autor agradecido. Compadezcan al leedor reconstruye y explica esas clases, a partir del material recopilado por una de sus alumnas. Hay en esta obra pistas creativas explicadas con el característico humor del autor que ya insinúa el ingenioso título. Explica, por ejemplo, cómo construir personajes interesantes manejando los claroscuros que los dotan de complejidad y luego de humanidad. Pero sus reflexiones van más allá de las técnicas narrativas para internarse en para qué escribimos y cuál es el sentido de la ficción en la sociedad (les recomiendo el documental Kurt Vonnegut: a través del tiempo , que se puede ver en Filmin y les apunto que Blackie Books está rescatando su obra en una biblioteca de autor, cuyo título más flamante es la deslumbrante Desayuno de campeones ).
Desde los mitos ancestrales de Campbell al siglo XXI, pasando por las tragedias y comedias griegas, Dante, El Soñador, Shakespeare, las películas de Hitchcock, los cómics de Tintín o la serie Breaking Bad, el cerebro humano pide ficciones que lo seduzcan. Como seres dotados de jerga y de pensamiento, necesitamos contar y que nos cuenten historias. Son un modo de entender y ordenar el mundo no siempre regular, de entendernos a nosotros mismos.
Eduardo Vara es pediatra y encima se formó como dramaturgo en un taller de la Sala Beckett y como editor en la Universitat Pompeu Fabra. Érase una vez en tu cerebro no es un simple manual de escritura, incluso explora cómo se relaciona nuestro cerebro con las historias que narramos. Entrevista a Eduardo Vara
¿Necesitamos que nos cuenten historias como necesitamos manducar?
Totalmente. El neurolingüista Steven Pinker nos define como una especie verbívora que necesita las palabras para dar forma concreta a las ideas abstractas y pensamientos que surgen interiormente de su cerebro. Pero podemos ir más allá. Somos una especie narratívora. Las palabras aisladas no nos bastan, necesitamos articularlas más o menos de historias que hablen de sus relaciones de referencia, contigüidad o causa-efecto y, así, entender mejor el mundo que nos rodea y a nosotros mismos. Por otra parte, guardamos esas historias en nuestra memoria, las repasamos mentalmente y, si hace desliz, las repensamos con añadidos, cortes o reenfoques. Así que, para ser más exactos, somos narratívoros rumiantes.
Hoy el cine y las series televisivas nos cuentan historias con gran operatividad. ¿Qué aportan las narradas solo con palabras?
Lo increíble de las historias basadas en palabras, sean escritas u orales, es que tenemos que escenificarlas en nuestra mente usando nuestros propios posibles (comprensión gramática, imaginación, trazos de expresiones...). Así que nos convierten en responsables de la producción y escenógrafos, directores de casting, técnicos de luz y sonido... Hasta nos permiten apostar a vernos a nosotros mismos como protagonistas. Eso incluso significa que requieren más esfuerzo mental por nuestra parte, pero, si la narración es buena, aceptamos ese trabajo con placer y, a posteriori, incluso recordamos mejor una misma historia si la leemos como novelística que si la vemos como película.
¿Qué nos sigue impulsando a contar historias, de los mitos tribales a la novelística del siglo XXI? ¿Ha cambiado la razón para hacerlo?
La razón sigue siendo la misma: nuestro instinto de exploración y el sesgo de información que nos empuja a despabilarse el mayor de datos, aunque sea en ficciones, para adaptarnos al entorno. En ese sentido, como nuestro entorno es cambiante, siempre habrá nuevas narraciones que contar o antiguas que reescribir para adaptarlas a nuestra nueva efectividad.
¿El leedor y el espectador de hoy están más entrenados? ¿Es más difícil sorprenderlos?
Creo que sí. Pero seguimos cayendo en los mismos trucos una y otra vez a poco que los autores agucen el ingenio. Y nos encanta que lo hagan. Que nos sorprendan cuando pensábamos que no iban a hacerlo nos produce aún más placer porque le recuerda a nuestro cerebro que, en el distracción de la supervivencia, aunque sea en una ficción, nunca podemos descabalgar la patrulla.
¿Hay diferencias sustanciales en cómo leemos de niños y de adultos?
El cerebro de un gurí es muy diferente al de un adulto, tiene muchas más conexiones neuronales, las llamadas sinapsis. Luego, en dirección a los doce primaveras, comienza la poda sináptica, un proceso que dura más allá de la veintena y anula las conexiones poco usadas y refuerza las más enseres o entrenadas. Por eso la ojeada durante la infancia y preadolescencia tiene ese componente hiperestimulador, casi mágico. Respecto a qué buscamos en la ojeada como adultos, es una pregunta para la que cada uno puede tener una respuesta, pero, en común, como dijo Michael Ende, “la ficción no es una forma de huir de la efectividad, sino de acercarnos a ella de una forma más agradable”.
¿Qué ingredientes debe tener una narración para interesarnos?
Debe despertar la curiosidad generando alguna expectativa, prolongar la atención a través del suspense y la sensación de estar participando en una aventura emocional y, al final, rematar ese alucinación de un modo coherente y, a ser posible, con un punto sorpresivo.
Héroes, antihéroes, superhéroes, villanos. ¿Qué debe tener un personaje para interesarnos?
Crear personajes cautivadores quizá sea uno de los mayores retos de los autores. Si son estereotipados, nos parecerán autómatas y poco creíbles. Así que la secreto está en que los autores trasladen a esos personajes el mayor de matices humanos: nuestra vulnerabilidad, virtudes, defectos, contradicciones… Y que lo hagan de una forma valorable, es opinar, a través de esos pequeños detalles que rastreamos en la vida positivo cuando nos presentan a un desconocido y necesitamos etiquetarle como una persona fiable o dudosa.
Palabra en el obra de la importancia de los finales. ¿Buscamos en la novelística un orden, un sentido que no siempre se da en el mundo positivo?
Todas las ficciones, incluso las que llevan el disfraz de la ficción, son pequeñas recreaciones del mundo positivo, que es desbordante, digresivo, caótico y ruidoso. Cualquier narración es un intento de poner orden entre el caos; y al beneficio de su final, puede ofrecernos alguna recomendación para evitar el caos, como el historia de Los tres cerditos, que señala el esfuerzo y la colaboración como útil de protección; o puede simplemente señalarnos un peligro o pregunta relevante, como los finales abiertos de muchos cuentos de Chéjov. En cualquiera de esos casos, lo importante es que tengamos la sensación de que la aventura que hemos compartido nos llevaba hasta ese lado y ese momento.
Catálogo
Eduardo VaraEDITORIAL ARIELÉrase una vez en tu cerebro Will StorrCAPITÁN SWINGLa ciencia de contar historias Anthony Brandt y David EaglemanANAGRAMALa especie desbocada Albert Sánchez PiñolLA CAMPANALes estructures elementals de la novelística Brandon SandersonEDICIONES BCurso de escritura creativa Kurt Vonnegut y Suzanne McConnellCATEDRALCompadezcan al leedor
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