Un estudio internacional liderado por investigadores del Idibaps y del ámbito de lozanía mental del CIBER (Cibersam), la Universidad de Linköping (Suecia) y del King's College London demuestra y cuantifica que una disminución de las adversidades infantiles podría sujetar la incidencia de los trastornos mentales en la antigüedad adulta. Los investigadores además han calculado cómo influyen algunos factores de peligro en el crecimiento de patologías mentales ya de adultos, llegando a la conclusión, por ejemplo, que el estrés gremial causa uno de cada cinco casos de depresión.
Los trastornos mentales son multifactoriales, esto es, dependen de la combinación de múltiples factores: genéticos, biológicos, psicológicos o ambientales. A salvo de las causas no modificables en las personas que tienen un trastorno, varios estudios han identificado numerosos factores de peligro modificables involucrados en su aparición, como los asociados al estilo de vida o a la sociedad. Pero no se sabe cuántos trastornos podrían prevenirse modificando estos factores de peligro.
"Nuestra intención con esta investigación era sobre todo cuantificar cuántos se podrían evitar", explica a La Vanguardia Joaquim Raduà, investigador del Idibaps y del Cibersam y uno de los coordinadores del estudio. "La relación entre el negociador de peligro y el trastorno se conocía, pero no la cuantificación", agrega.
Raduà esgrime que, efectivamente, vivimos "en muchos aspectos en una sociedad del bienestar, pero a pesar de esta evidente bonanza, en torno a una de cada cinco personas tiene actualmente un trastorno mental”. "La pregunta -prosigue- es si habría menos trastornos mentales si mejoráramos la sociedad y el estilo de vida", añade.
Y la respuesta es sí. Esta es la conclusión, al menos, a la que llega el estudio, publicado en la revista Molecular Psychiatry. Los investigadores buscaron los factores de peligro ambiental con veterano nivel de evidencia prospectiva para calcular la fracción atribuible poblacional, que mide qué porcentaje de los casos de un trastorno pueden atribuirse a un negociador de peligro concreto.
Y los resultados son claros. Reduciendo las adversidades infantiles podrían evitarse uno de cada tres casos de esquizofrenia y reduciendo los abusos infantiles se podrían evitar uno de cada seis casos de depresión. Adicionalmente, ya en la antigüedad adulta, una reducción del estrés gremial permitiría evitar uno de cada cinco casos de depresión.
Reduciendo las adversidades infantiles podrían evitarse uno de cada tres casos de esquizofrenia
Respecto al estilo de vida, hacer más examen físico podría evitar uno de cada seis casos de Alzheimer; disminuir los factores de peligro metabólico, como el exceso de grasas en raza, podría evitar uno de cada diez casos de depresión y evitando el sobrepeso ayer o durante el preñez se podría impedir uno de cada quince casos de autismo en los hijos.
Por consiguiente, reduciendo las adversidades y abusos infantiles, el estrés gremial y mejorando el examen físico, dieta y peso, se podría evitar una parte muy importante de los trastornos mentales.
Los investigadores son conscientes de que sujetar del todo los factores de peligro es una quimera, por eso han calculado qué pasaría si se consiguiera disminuir la fracción. Y los resultados siguen siendo prometedores. No se podría evitar, por ejemplo, uno de cada tres casos de esquizofrenia, pero sí uno de cada cinco.
Gracias al estudio de estos investigadores se ha podido cuantificar cuántas patologías se podrían evitar actuando sobre los factores de peligro ambientales. Pero aún consiguiéndolo, muchos trastornos, de origen hereditario, continuarían estando presentes. "Hay ideas reduccionistas que defienden que todos los problemas surgen de la sociedad, cuando no es así", arguye Raduà.
"Por eso es tan importante -continúa este psiquiatra y bioestadístico- obligarse más bienes a la investigación en lozanía mental -estudiando el cerebro, los neurotransmisores...- para crear tratamientos que mejoren más efectivamente la calidad de vida de las personas con uno de estos trastornos”.
Adicionalmente de Raduà, el estudio además ha sido coordinado por Elena Dragioti, de la Universidad de Linköping, y Paolo Fusar-Pol, del King's College London. Todavía ha participado Celso Arango, del Hospital Gregorio Marañón y del Cibersam.
Publicar un comentario