Dos abriles de perfección, de dominio sin embuste, se acabaron. Dos Tours y medio imbatido se desmoronaron. Tadej Pogacar conoció una cara del ciclismo extraña para él. El esloveno enseñó una pasión desconocida en él. El hundimiento del doble campeón fue inesperado. Pasó de sonreír a la cámara, de apabullar, de salir en primera persona a todos los ataques, de atacar y quedarse solo con su mayor rival, de tener la carrera controlada a flaquear, a no poder seguir a Vingegaard, a desfallecer, a perder el amarillo, a dejarse tres minutos y caer hasta la tercera plaza. Una caída a plomo.
A 5 km de la meta del Granon empezó otra carrera. Nadie que ver con el Pogacar intratable que lo quería todo. La crisis fue total. Se quedó hueco Pogacar, cuyo pedalear cansino contrastaba con la fuerza de Vingegaard. Le caían los segundos en cada curva, en cada rampa mientras su contrincante seguía convencido, haciendo diferencias, aumentando la distancia, ganando minutos hasta apoderarse del amarillo.
Una batalla lejana
Al líder del UAE le llovieron los ataques del Jumbo desde la cumbre del Télégraphe para aislarle
Fibradísimo, fino, escalador insignificante, el danés bailaba alrededor de la cima, a por el triunfo. Le hizo sufrir el año pasado en el Mont Ventoux y le sacó los colores en el Granon. Esta vez no pudo reaccionar. A más de 2.000 metros de cota, Pogacar cogió una pájara, se quedó sin energía, desfondado, sin azúcar en el cuerpo al que acudir.
Maillot de par en par, cabecera agachada, examen al suelo, boca abierta para intentar capturar el mayor corriente posible. La imagen de Pogacar era tan nueva como definitoria. Estaba hueco. No es que no pudiese seguir a Vingegaard. Es que todavía le dejó Thomas. Incluso le superaron hasta Gaudu y Yates.
Nunca había perdido el amarillo
A 5 km de la meta del Granon empezó otra carrera cuando el ataque de Vingegaard destapó la crisis desconocida de Pogacar
Un represión colosal, con dos puertos fuera de categoría, una táctica ataque y fuerte desde acullá, un espectáculo majestuoso, un desfallecimiento desconocido para un ciclista hasta ahora casi consumado y un cambio de líder más que justo. Una etapa para el memoria en los Alpes. Para Vingegaard, que ya sabe de lo que es capaz -es su primera etapa y la primera vez que luce el amarillo- y que tiene una buena superioridad para defenderse. Para Pogacar, que debe recuperar el orgullo lo puede utilizar como fuente de inspiración y de revancha para intentar superar el tercer Tour. Para Enric Mas, engullido, descolgado desde el Galibier, porque perdió todas sus opciones de podio, lo que le obliga a recalcular su plan de carrera.
No se había enfrentado nunca Pogacar a los puertos míticos del Tour. Le faltaba esa asignatura, y aún así ya tiene dos Tours. Entendió que hay que respetarlos, que hay que venerarlos, que no hay que subestimarlos, que no se puede hacer exhibiciones, que todo se acaba pagando.
Perdió ocho minutos
El resurgimiento de Quintana, Bardet y Thomas contrasta con un Enric Mas descolgado desde el Galibier
Una, dos, tres, cuatro y cinco respuestas en el Galibier, sin discriminar la rueda. Pogacar salía en primera persona. Daba igual que atacase Roglic o Vingegaard. Como si nadie, el esloveno del UAE respondía a los continuados ataques y contraataques de los líderes del Jumbo. No seleccionaba. Se defendía a lo egregio, sin miedo pese a estar rodeado de cuatro ciclistas del equipo holandés, que se lo habían incidental de sus gregarios al lanzarse rápido nadie más advenir por el Télégraphe con Laporte, que venía de la fuga.
Hasta que se hartó de defender y atacó él mismo. Quizás no era necesario, quizás toda esa batalla le impidió hidratarse y yantar. Pero al estar contra las cuerdas porque el Jumbo le dejó casi solo quiso sacar las garras. En el prolongado descenso, Van Aert, Kuss, Roglic y Kruijswijk volvieron a rodearle para la emboscada final en el Granon. Cuando Pogacar no salió rápido a por Vingegaard fue la constatación de que el danés iba a hacer daño. "Si no lo pruebo, no ganaré. Ser segundo es atún, pero yo lo he sido. Yo tenía que intentar superar y ahora soy el líder. Seguiré luchando hasta París", decía Vingegaard tras culminar la obra de arte de su equipo.
De cara al Alpe d'Huez
"Voy a darlo todo para no arrepentirme de nadie”, promete batalla. He perdido tres minutos. Igual en Alpe d'Huez gano tres minutos”, avisa Pogacar
En el Granon en 1986 se acabó la lema de Bernard Hinault. Allí perdió el maillot amarillo y nunca más se lo volvió a envainar el bretón. No pudo superar el sexto y acabó retirándose tras estar superado en su carrera por su compañero Lemond. Pero Pogacar no se rinde. “No ha sido mi mejor día pero quiero pelear esta carrera hasta el final. Voy a darlo todo para no arrepentirme de nadie”, promete batalla. Y avisa de cara al Alpe d’Huez. “He perdido tres minutos. Igual mañana gano tres minutos”.
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