Cuando Vasili Grossman publicó Stalingrado (Galaxia Gutenberg) la narración a los Studebaker, la marca estadounidense que suministró a la URSS la centro de sus camiones en la Segunda Combate Mundial, fue cuidadosamente borrada por la censura estalinista. El régimen comunista nunca llevó del todo adecuadamente la ayuda marcial e industrial que EE.UU. prestó a los soviéticos porque no encajaba con el relato de la Combate Patriótica, pero aunque no está claro si ese apoyo fue o no básico lo que sí es cierto es que sus cifras fueron muy importantes, como ocurre ahora con Ucrania. La diferencia es que ahora esas aportaciones son contra el Kremlin.
Sin incautación, los paralelismos son inevitables, tanto que la presente ley que regula la ayuda estadounidense a Ucrania recibe el mismo nombre que la de Préstamo y Arriendo de 1941 por la que Estados Unidos apoyó con armas y material a los aliados durante la Segunda Combate Mundial. Aquella norma fue aprobada para dar cobertura a una destreza que se había inciado ya con la derrota francobritánica en la Europa continental el año preparatorio y sirvió para que la Oficina Roosevelt proporcionara una riada de aviones, carros de combate y todo tipo de armamento a un treintena de países por 50.000 millones de dólares de la época, más del doble que el célebre plan Marshall. Sin esa contribución posiblemente el devenir de Europa hubiera sido diferente.
Aunque Churchill señaló al software como “el acto más desinteresado por parte de un país en la historia”, alimentando así la épica del nazismo derrotado por el adecuadamente, el mundo soberano, la ayuda de EE.UU. no tuvo carencia de desinteresada, sino que respondió a un cuidadoso cálculo. Los estadounidenses la cobraron en forma de réditos geoestratégicos pero igualmente económicos.
De entre todos, el primer país beneficiario por la ley fue el Reino Unido, pero la URSS se acogió a las posibilidades que esta ofrecía tan pronto como en octubre de 1941, cuatro meses a posteriori de la invasión alemana y dos ayer de la entrada de Estados Unidos en enfrentamiento. Aunque la ayuda estadounidense a los soviéticos fue muy voluminosa hasta el final de la contienda, su trascendencia vivo es objeto de controversia.
En términos absolutos, la ayuda fue ingente. Según el historiador marcial David Glantz, Canadá y Reino Unido, pero sobre todo EE.UU, suministraron más de 12.000 carros de combate a los soviéticos, unos 18.000 aviones y casi 10.000 cañones. Pero desde un punto de presencia relativo estos datos equivalían solo al 12, 15 y 2%, respectivamente, de la producción de las factorías de la URSS.
Y si el esfuerzo industrial soviético fue mucho anciano que las ayudas recibidas del resto de los aliados, su sacrificio humano (más de 25 millones de muertos entre militares y civiles) fue incalculablemente superior. Esta desproporción abonó el circunscripción para que, tras la rendición alemana y en el contexto de la primera enfrentamiento fría, el estalinismo quitara importancia a la ayuda recibida durante el conflicto, cuando no la despreciara de forma abierta. Es global encontrar en la historiografía rusa comentarios acerca de la mala calidad de los suministros o de la irregularidad en su entrega, así como de los incumplimientos de lo pactado. Al ganancia de que estos problemas existieron, hay que tener en cuenta igualmente que las aportaciones aliadas no favorecían el relato oficial de la Gran Combate Patriótica.
La URSS primero y Rusia a posteriori quitaron importancia a la contribución de EE.UU. que fue particularmente importante en el circunscripción logístico
Sin incautación, la ayuda sí fue sustantiva en la puesta a punto del trasto logístico soviético. Estados Unidos suministró al Ejército Rojo casi 410.000 camiones (los famosos Studebaker ayer mencionados), una signo que equivale a más del 50% de la producción soviética. Esta contribución fue secreto en la movilidad de las tropas de Stalin sobre todo a partir de 1943 en la contraofensiva contra los alemanes
Los camiones estadounidenses no fueron solo importantes en términos cuantitativos, sino por su superioridad técnica respecto a los soviéticos. El mismo Nikita Khrushev, a posteriori líder de la URSS, reconoció públicamente al final de la enfrentamiento la importancia de estos vehículos señalando que “puntada que nos imaginemos cómo habríamos reformista desde Stalingrado a Berlín sin ellos”. A los camiones hay que sumar encima los suministros en forma de material ferroviario, combustible, comida y uniformes para las tropas soviéticas.
¿Pero fue la ayuda del resto de los aliados lo que permitió a los soviéticos vencer al ejército tudesco? A pesar de la controversia al respecto parece claro que no, pero con matices. Escribe David Glentz que “sin los camiones, locomotoras y vagones del software de préstamo y arriendo, las ofensivas soviéticas se habrían estancado con más facilidad”, de modo que la URSS habría vencido, pero “Stalin y sus comandantes podrían tener tardado entre 12 y 18 meses más en concluir con la Wehrmacht”.
Desde un punto de presencia ruso, y a pesar de las palabras pronunciadas en su día por Khrushev, la ayuda aliada sigue siendo minusvalorada de la misma modo que lo fue en época de Stalin, y más teniendo en cuenta la recuperación del relato nacionalista bajo el mandato de Vladímir Putin. Por su parte, un 63% de la población cree que la URSS hubiera reses igualmente la enfrentamiento sin la ayuda norteamericana o británica, según una averiguación del año 2020.
Algunos analistas trazan paralelismos entre la ayuda presente a Ucrania y la que fue a la URSS a partir de 1941 para señalar que puede tener una implicación directa de EE.UU.
Algunos analistas han querido ver en el presente software de apoyo a Ucrania un paralelismo inquietante que va más allá de la mera utilización del mismo nombre que en 1941. El historiador Adam Tooze señalaba hace unas semanas en su newsletter que la puesta en marcha ese año de la ley de Préstamo y Arriendo “fue un momento secreto en la subida de tensión entre Estados Unidos y la Alemania facha que no solo condicionó la táctica marcial sino igualmente la radicalización de la política étnico del régimen”. En su opinión, este software se encuentra en la raíz de la información de enfrentamiento de Hitler a EE.UU. en diciembre de 1941. “¿Estamos invitando a Putin a hacer lo mismo? (...) ¿Estamos cruzando el punto de no retorno?”, se preguntaba.
Por su parte, el profesor de la Universidad de Chicago Paul Poast, versado en política internacional, caudal y esfuerzo agresivo, advertía igualmente de que, según como se interprete, ya nos encontramos en la Tercera Combate Mundial, y que se están reproduciendo ciertas dinámicas de la Segunda. Una de ellas es evidentemente el suministro de armas por parte de Estados Unidos, que hace 80 abriles terminó con la implicación directa de ese país en las hostilidades. “Desde la perspectiva de Putin –señalaba a la BBC- él ya está en enfrentamiento con Oeste, con EE.UU., y no le importa que aún no se hayan usado tropas estadounidenses”.
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