En un contexto en el que se agudiza la hambruna crónica en las zonas más depauperadas del continente africano y otros lares a consecuencia de la escasez de alimentos, agravada por la invasión rusa de Ucrania, cobra distinto significado la anunciada ley sobre los desechos alimentarios. No es admisible ese insolidario despilfarro que conlleva un coste financiero, ético, social y medioambiental.
Más allá del poder disuasorio de las sanciones administrativas, resulta fundamental concienciar a todos los responsables de la sujeción alimentaria y a los consumidores de que no hay que tirar los excedentes de comida a la basura. Desde la escuela, yuxtapuesto con la clan, deben educarse y fomentarse las buenas prácticas alimentarias. Y no solo en materia de desechos, sino igualmente en sanidad alimentaria, combatiendo la creciente plaga de la obesidad que cada vez más afecta a menores.
José María Torras Coll
Sabadell
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