Sir Thomas Hobbes, el autor del Levitán y padre del autoritarismo político, sólo confiaba en aquellas profecías precedidas por un asombro. No hay retórica más efectiva que los hechos. Sobre todo, en materia electoral. Nadie lo vio venir, pero la mayoría absolutísima lograda por Oscuro Bonilla en Andalucía, epicentro de un terremoto político que proyecta su onda expansiva en dirección a la Moncloa, sigue esta pauta: la arribada por carambola a San Telmo (Quirinale) en 2018 fue el asombro; la vencimiento de este 19J, el augurio. Queda la conclusión.
Los dos hechos suponen una vencimiento rotunda cuya mecánica íntima argumenta al extraordinario sortilegio de la humanidades fantástica: la ficción (en este caso) se ha convertido en la única sinceridad. Que Feijóo quiera repetir la novelística (para horror de Pedro Sánchez, cuyo triunfo social en la cumbre de la OTAN no diluye los nubarrones de la tormenta) entra internamente de lo que los tratadistas clásicos denominaron como la imitación. La mímesis, sin secuestro, no es una ciencia, sino una forma de arte. No existen dos novelas idénticas aunque tengan –como mostró Borges en su Pierre Menard, autor del Soñador– exactamente las mismas palabras.
Nadie puede enseñar a otro a escribir, igual que no hay dos vidas semejantes, pero la repaso, que es la forma inversa de la escritura, puede aprenderse. De la interpretación del final estudio del CIS sobre los comicios en la gran autonomía del Sur se colige que la democracia española, polarizada, con tendencia al radicalismo (verbal) y por último muy fecunda para los populismos de cualquier signo, vuelve a desplazarse en dirección a posiciones templadas.
Paradójicamente, sucede a costa de un partido –Cs– que todavía se sitúa a sí mismo en este mismo espacio político, lo que implica que los electores no confían en la autodefinición de sus gobernantes, aunque se dejen seducir por la extraordinario simpleza de sus relatos mágicos. Quien parezca que gobierna desde el centro, aunque no haga reformas y se limite a dejarlo todo como está, deseo. Esta es la fórmula Oscuro. Y es extrapolable a la política franquista si tenemos en cuenta que tanto los socios parlamentarios de Sánchez –ERC, EH Bildu– y la tormentosa cohabitación con Unidas Podemos han alejado al PSOE de sus raíces históricas.
Una muestra de este desplazamiento son las palabras de Felipe González esta misma semana en Santander, en las que descreía de los “milagreros de uno y de otro flanco”, señaló que la nueva ley de Memoria Histórica no le “suena perfectamente” e instó al entendimiento de las fuerzas políticas “centrales” en los asuntos de Estado. Los mensajes del expresidente socialista gozan para muchos de la mítica condición de proféticos: la batalla política se deseo desde el medio.
Los extremos ideológicos generan adhesiones (inquebrantables) pero todavía provocan deserciones (inmediatas). Para una ordenamiento como el PSOE de Sánchez, que alcanzó el poder gracias a una moción de censura apoyada por los nacionalistas, y más tarde tuvo que conservarlo –en noviembre de 2019– mediante un acuerdo (no deseado) con Unidas Podemos, no hacer crecer sus apoyos sociales equivale a una sangría. Los datos del CIS, que ponen cifras a esta tendencia política, arrojan esta repaso sobre lo ocurrido en Andalucía.
Oscuro Bonilla situó un embudo bajo las distintas corrientes que conviven en el torbellino electoral y se colocó debajo. Primero, recogió al electorado de Cs, con quien ha compartido gobierno sin problema alguno, ni siquiera por celos o afán de protagonismo. Siete de cada diez electores naranjas abandonaron a Cs en atención de las listas populares. Luego, pidió a los votantes socialistas un “voto prestado” para evitar timonear con Vox: un 17,5% acudieron a esta citación, otorgándole una mayoría absoluta histórica que va a ser duradera.
La calculada equívoco con respecto a los ultramontanos, cuyos votos sirvieron para investirle presidente, han permitido a Oscuro timonear durante tres abriles y medio y hubieran sido capitales en caso de no conseguir más de 55 diputados, todavía arrojó frutos: el 33% de los votantes de Vox regresaron a la casa del PP este 19J. El pájaro dramático hizo el resto: el PP andaluz, predilecto en las encuestas, ha conseguido un tercio de los nuevos votantes y parte de los abstencionistas crónicos. La suma de estos factores dibuja la nueva cosmografía política de Andalucía: un gran río –el PP– que se nutre de afluentes con desigual origen y procedencia.
A más brazos fluviales, más representación parlamentaria y, en este caso, un poder completo, aunque el argumentario de San Telmo evite este accesorio y hable de “mayoría suficiente”. La radiografía sociológica supone un moribundo problema para Ferraz y San Vicente, sede del PSOE en el Sur. Expresa que el viraje en Andalucía no es tanto en dirección a la derecha, sino en dirección a el centro. Ese espacio, amplio y difuso, que en el Quirinale denominan “la moderación”. Encajado donde no está Pedro Sánchez, ni Unidas Podemos, ni siquiera sus socios parlamentarios preferentes.
Los socialistas, que han respondido con una formación de medidas legislativas para evitar dar la sensación de estar sonados, como un pugilista confundido mientras perca en el ring –la derrota en Madrid fue el primer contratiempo; Andalucía ha sido el ulterior–, no han querido mover ficha en el Sur. De momento. A menos de un año para las elecciones municipales, la última sarta institucional de defensa del PSOE en Andalucía, que sin secuestro no ha conseguido revertir la tendencia decreciente de las autonómicas, Ferraz cree mejor no hacer mudanza de su candidato –Juan Espadas– ni rasgar un proceso de autocrítica o reinvención a fondo.
Hay quien lo considera una osadía prudente, pero todavía cerca de interpretarla como una renuncia. Perdida la Bética, el César intenta rescatar Roma. En Híspalis, sin secuestro, es donde se han manifestado los síntomas de la calamidad: los socialistas pierden a cuatro de cada diez de sus electores tradicionales. La fidelidad de voto del PSOE este 19J no supera el 63%, frente al 86% obtenido por el PP. Uno de cada diez votantes socialistas todavía deserta en atención de las marcas a su izquierda: Por Andalucía (5,3%) y Delante Andalucía (4,9%).
Los socialistas, que durante cuatro décadas disfrutaron de una hegemonía plena, duradera, sin rivales, casi imperial, en la gran autonomía del Sur, ya no retienen los votos de sus partidarios históricos ni siquiera atraen a los nuevos votantes. Han perdido el centro del tablero político. Andalucía (para Oscuro Bonilla) es el asombro que precede a la profecía (de Feijóo).
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