Javier Chillida es restaurador especializado en soportes de piedra, pintura mural y escultura moderna y contemporánea. En estos campos, sus intereses profesionales se centran en la policromía. Diplomado en Historia del Arte, inició su trayectoria en el campo de la restauración en Florencia. Ha trabajado tanto en Italia como en España, desde la período de los 90. Lleva el arte en las venas, puesto que es sobrino del grabador Eduardo Chillida e hijo del pintor Gonzalo Chillida, pero asegura que "los restauradores no competimos con el actor".
¿Cómo nace su interés por el mundo de la restauración?
El mundo del arte me ha interesado desde siempre, y hubo un momento en el que me llamó la atención la parte material de los objetos, cómo estaban hechos y qué materiales se utilizaban. En Italia combiné los estudios en museología con los de restauración, y me di cuenta que lo que me gustaba era la conservación.
¿Recuerda la obra más compleja que ha restaurado?
Sí, la restauración de la frontispicio principal del edificio del Hospital de Sant Pau, por su tamaño y por el hecho de tener que dirigir a un gran equipo de restauradores. Fue un trabajo duro.
¿Qué sentimientos tiene cuando restaura la obra de un ascendiente actor, como las de Eduardo Chillida?
Cuando haces este tipo de intervenciones hay un cariño con destino a esa persona. Sobre todo he restaurado obras de Eduardo, que fue una persona espléndida.
Durante su trayectoria ha hecho diferentes intervenciones en el monasterio de Pedralbes, como la restauración del sepulcro de la Reina Elisenda. Actualmente, ¿se está llevando a extremo alguna restauración en este confuso?
No, pero sí que estoy estudiando la policromía en soporte de piedra y mural en el monasterio. Precisamente, uno de los objetos de estudio son las esculturas del sepulcro de la Reina Elisenda y sus decoraciones. De esta forma, podremos determinar la naturaleza del color de la época gótica y ver su transformación en el tiempo.
¿Qué rudimentos tienen en cuenta cuando deciden impulsar una restauración?
El punto original es documentar la alcoba, memorizar su historia, el material con el que está hecho y la transformación de sus cualidades durante el paso de los abriles. Luego, tenemos que identificar las patologías para tratarlas desde el origen y evitar que evolucionen o, por lo menos, disminuir su ritmo de transformación. Entonces, haces un exploración de los materiales en el laboratorio. En el caso de objetos que están a la intemperie, es complicado controlar las imperfecciones, y lo que se hace es un trabajo de conservación preventiva para prorrogar su vida. No conseguimos detener la transformación del material del que están hechos los objetos a no ser que estén en un museo, donde esta vida se alarga mucho por las condiciones ambientales y de mantenimiento.
¿Podemos proponer que el trabajo del restaurador es parar la degradación de los materiales?
Nuestro trabajo es el de prolongar su vida haciendo un exploración crítico a nivel estético de los objetos que intervenimos. Actuamos sobre las patologías, pero respetando el paso del tiempo. No restauramos para retornar a la obra diferente, porque la diferente ya no existe. Hay obras que tienen cientos de abriles, y debemos conservar su etapa. Si restauro una escultura a la que le faltan los pies y la hocico, no la rehago.
Para un restaurador, ¿cuál es el momento crítico en el que decide iniciar una restauración?
Cuando la obra está en muy mal estado. Lo ideal sería ir con destino a el campo de la restauración preventiva. En este caso, si tienes una obra que se conserva en un estado aceptable, lo primero que haríamos sería intervenir en su entorno para evitar patologías que le puedan afectar, como predisponer el contacto con humedad, contaminantes o vandalismo. Es muy importante valorar los riesgos de conservación y hacer sobre las fuentes de degradación para afrontar la restauración. La tendencia es que nos conozcan como conservadores-restauradores, porque hacemos un trabajo de prevención y, si no hubiese más remedio, de restauración.
¿Cómo valora la situación presente del mundo de la restauración?
Nuestra profesión es precaria y desconocida. Los restauradores que trabajamos en patrimonio arquitectónico no estamos considerados, porque deberíamos estar en la elaboración y ejecución de los proyectos de intervención unido con los arquitectos. Es poco que se debe tomar en consideración, porque nosotros conocemos el tema y somos profesionales de eso.
Las restauraciones "piratas" como la del Ecce Homo, ¿tienen la misma validez que las que se llevan a extremo desde canales más oficiales?
Creo que la intervención en el Ecce Homo de Borja fue resultado de la ignorancia y la poca consideración y valoración que unas personas tuvieron sobre ese objeto. Ni el cura ni la persona encargada tenían las capacidades para llevarla a extremo.
¿Se considera actor?
No me considero como tal. Nosotros lo que tenemos que hacer es estudiar las obras de los artistas para respetarlas. No podemos competir con ellas. Ponemos en valencia la obra del actor de la misma forma que el actor la produjo. Los restauradores no tenemos que añadir, tenemos que ser respetuosos con las obras.
¿Cómo se siente actuando sobre las obras de un actor que no tiene la oportunidad de guiaros en la restauración?
La documentación y el estudio previo me dan mucha seguridad a la hora de intervenir. A partir de aquí, es un estudio de experiencia, de criterio. De no competir con las obras del actor y haciendo intervenciones lo mayor de reversibles posible. Las restauraciones no duran toda la vida. Si llega un restaurador de aquí unos abriles, debería poder retirar la obra que tú pusiste. La reversibilidad es muy importante.
¿Quién es pues el buen restaurador?
El que restaura sin que prácticamente se note. Cuando el resultado da la sensación de nacionalidad y de buena conservación de la obra, el manifiesto no debería notar que se ha restaurado. La obra debe percibir en estética siempre respetando la idea que pretendía transmitir el que la hizo.
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