El contexto
Un siglo antaño del Tourist go home y de las avalanchas de cruceristas, un orden de intelectuales italianos liderados por Filippo Tommaso Marinetti, precursor del futurismo y creador del artefacto intelectual del fascismo, inundaron Venecia de unos pasquines que denunciaban el turismo se masas que ya invadía la ciudad. Editadas en italiano y francés, los activistas arrojaron desde la Torre dell'Orologio de la plaza San Situación en junio de 1910 una primera tanda de 200.000 hojas volanderas, a las que más delante se sumarían otras 800.000, esta vez igualmente con estampado en inglés.
“Repudiamos la Venecia de los extranjeros, mercado de anticuarios falsificados, imán de afectación e imbecilidad universales, vaguada destrozado por caravanas de amantes, baño enjoyado de cortesanas cosmopolitas, última sumidero del pasado. Queremos cicatrizar y cicatrizar esta ciudad podrida. Queremos revivir y embellecer al pueblo veneciano, que ha caído de su antigua corpulencia, transformado por una repugnante cobardía y desalentado por el traje de sus pequeños oficios turbios”, señalaba el pasquín.
“Queremos prepararnos para el salida de una Venecia industrial y marcial. Apresurémonos a guatar los pequeños canales hediondos con los escombros de los viejos edificios derruidos y leprosos. Quememos las góndolas, mecedoras para idiotas, y elevemos al bóveda celeste la imponente geometría de los puentes metálicos y las fábricas cubiertas de humo, para abolir las curvas combadas de la inmueble antigua”, concluía.
La agresiva campaña culminó el 1 de agosto con el conocido como “Discurso futurista a los venecianos”, que el propio Marinetti pronunció ni más ni menos que en el Teatro La Fenice y que ofrecemos en la traducción fijada por el propio autor. Una intervención que empezó con los abucheos de los venecianos que habían acudido al evento, alentados por la polémica que habían despertado las acciones de los jóvenes intelectuales, profusamente recogidas por la prensa, y que acabó con altercados, como no podía ser de otra forma.
A esas staff, Marinetti y los suyos ya se habían hecho un nombre. Especialmente trasla publicación un año antaño de la primera página del diario parisino Le Figaro del “Manifiesto Futurista”,, que en la misma semirrecta glorificaba la desavenencia –“única higiene del mundo”, señalaba–, el militarismo, el patriotismo y el desprecio en dirección a la mujer y llamaba a destruir los museos, las bibliotecas y combatir el moralismo y el feminismo.
En definitiva, la gesta de un hombre y un mundo nuevo que han proclamado desde entonces tantas otras revoluciones. Sin turistas, por supuesto.
El discurso
“¡Venecianos!
”Cuando gritamos: ‘¡Matemos la luz de la escaparate!’, ¡pensamos en ti, la vieja Venecia empapada de romance! Pero ahora nuestra voz se amplifica y agregamos notas altas. ¡Liberemos al mundo de la tiranía del coito! ¡Estamos hartos de aventuras eróticas, lascivia, sentimentalismo y nostalgia!
”Entonces, ¿por qué insistir en Venecia, ofreciéndonos mujeres veladas en cada recodo crepuscular de tus canales? ¡Baste! ¡Deja de susurrar obscenas invitaciones a todos los transeúntes de la tierra o de Venecia, vieja verde, que bajo tu pesada mantilla de mosaicos te empeñas todavía en preparar agotadoras noches románticas, quejumbrosas serenatas y espantosas emboscadas!
”Yo igualmente amé, oh Venecia, la suntuosa media luz de tu Gran Canal, impregnada de rara lascivia, y la vehemente palidez de tus bellezas, que se deslizan desde los balcones por escaleras entrecruzadas de relámpagos, hilos de tormenta y rayos de escaparate entre tintineo de espadas cruzadas…
”¡Pero puntada! ¡Todas estas cosas absurdas, abominables e irritantes nos dan repulsión! ¡Y ahora queremos que las lámparas eléctricas con mil puntos de luz corten y desgarren brutalmente tus tinieblas misteriosas, hechizantes y persuasivas!
”Tu Gran Canal, ensanchado y excavado se convertirá inevitablemente en un gran puerto mercante. ¡Trenes y tranvías lanzados por las grandes calles construidas sobre los canales finalmente drenados os traerán montones de mercancías, entre una astuta, rica y atareada multitud de industriales y comerciantes!
”Las bicicletas en las que encontramos las primeras líneas de la gran estética futurista siempre se puede usar para aplastar a algún asqueroso y risible profesor nórdico con sombrero tirolés.
”¡Pero tú quieres inclinarte frente a todos los extraños, y eres un servilismo repulsivo!
¡Venecianos! ¡Venecianos! ¿Por qué querer seguir siendo las fieles esclavas del pasado, las inmundas guardianas del lupanar más sobresaliente de la historia, las enfermeras del hospital más triste del mundo, donde languidecen almas mortalmente corrompidas a la luz del sentimentalismo?
”¡Vaya! ¡Imágenes no me faltan, si quiero detallar vuestra vana y necia inercia como la de un hijo de un gran hombre o el marido de una famosa cantante! Vuestros gondoleros, ¿no podría compararlos con sepultureros empeñados en cavar cadencialmente tumbas en un cementerio inundado? ¡Pero nulo puede ofenderte, ya que tu humildad es ilimitada!
”¡Es sabido, adicionalmente, que tenéis la sabia preocupación de enriquecer la Sociedad de los Grandes Hoteles, y que precisamente por eso persistís en pudriros sin moveros!
”Sin bloqueo, alguna vez fuisteis guerreros invencibles y artistas brillantes, osados navegantes, ingeniosos industriales e incansables comerciantes... Y os habéis convertido en camareros de hotel, guías, vendedores ambulantes, anticuarios, estafadores, fabricantes de cuadros antiguos, plagiarios y copistas. ¿Habéis olvidado, pues, que sois frente a todo italianos, y que esta palabra, en la historia, significa: constructores del futuro?
”¡Vaya! ¡No os defendáis acusando los artículos degradantes del siroco! ¡Era este singladura tórrido y belicoso el que hinchaba las velas de los héroes de Lepanto! Este mismo singladura africano acelerará de repente, en una tarde infernal, el trabajo sordo de las aguas corrosivas que socavan vuestra venerable ciudad.
”¡Vaya! ¡Cómo bailaremos ese día! ¡Vaya! ¡Cómo aplaudiremos a las lagunas, para incitarlas a la destrucción! ¡Y qué inmensa danza redonda bailaremos más o menos de la ilustre ruina! ¡Todos estaremos locamente alegres, nosotros, los últimos estudiantes rebeldes en este mundo demasiado sabio!
”Así, oh venecianos, cantamos, bailamos y reímos frente a la abatimiento de la isla de Philae, que moría como un ratón decrépito detrás de la presa de Asuán, inmensa trampa con escotillas eléctricas, en la que el ingenio futurista de Inglaterra aprisiona las fugaces aguas sagradas ¡del Nilo!
”¡Encogeos de hombros y gritadme que soy un salvaje incapaz de complacerse los poemas divinos que flotan en vuestras islas encantadas! ¡Callad! ¡No tenéis por qué estar muy orgulloso de ello!
”Libres Torcello, Burano, la Isla de los Muertos, de toda la letras enferma y de toda la inmensa quimera romántica que los poetas envenenados por la fiebre de Venecia les han velado, podréis reír conmigo al considerar esas islas como montones de estiércol que ¡los mamuts cagaban aquí y allá mientras vadeaban las lagunas prehistóricas!
”¡Pero vosotros las contempláis estúpidamente, felices de pudriros en su agua sucia, de enriquecer sin cesar a la Sociedad de Grandes Hoteles, que prepara con esmero las noches elegantes de todos los grandes de la tierra!
”Por supuesto, no es un asunto despreciable excitarlos al coito. Aunque vuestro invitado sea un Emperador, deberá navegar durante mucho tiempo en la inmundicia de este inmenso pecera ahíto de fragmentos historiados, los gondoleros deberán cavar con sus remos varios kilómetros de excrementos licuados, en un olor divino a letrina que pasa anejo a barcos llenos de hermosa basura, en medio de equívocos conos flotantes, para poder lograr a una meta de cierto Emperador, ¡atinado consigo mismo y con su cetro imperial!
”¡He aquí cuál ha sido vuestra éxito hasta hoy, oh venecianos!
”¡Qué vergüenza! ¡Qué vergüenza! Y tiraros unos encima de otros, como sacos llenos de arena para formar el bastión, en la frontera mientras preparamos una gran y esforzado Venecia industrial, comercial y marcial en el Adriático, ¡un gran albufera italiano!”
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