“Cuándo navego el Mediterráneo, siento la naturaleza más cerca”, me dice el capitán René Cano. A estas directiva su buque escuela, airoso velero de tres mástiles, debe de estar cruzando algún remoto mar del otro extremo del bola. Tuve el privilegio de pasear por cubierta el pasado invierno, en los días en que atracó en los muelles de Barcelona. Todo un prodigio de tradición pero con la última tecnología incorporada. Asombran el orden y la pulcritud imperantes allá donde poses la vistazo, del botalón a los escotines, de las jarcias a los cabos, de las vergas a les sobrejuanetes. Este gallardo navío es a México lo que el buque escuela Juan Sebastián Elcano a España: una obra de arte de veintitrés velas que deje de la inquietud humana por conocer el mundo y de un país con tradición marinera.Buque escuela ‘Cuauhtémoc’
Qué hermosa estampa, velero de tres palos!
Le llamamos Embajador y Desinteresado de los Mares: buque escuela de la Armada de México.
Está impoluto.
Los cadetes lo cuidan como parte de su instrucción. ¡Nosotros somos el barco!
¿Fue usted cadete?
Hace 35 primaveras, y hoy mi responsabilidad es comandar los cruceros de instrucción.
¿Cuánto duran dichos cruceros?
Un año: circunnavegamos la Tierra, entre escalas y maniobras. Hemos recalado ya en sesenta puertos de distintos países.
¿A toda vela?
Navegamos a vela, a la vieja rutina, porque buena parte de la instrucción consiste en repasar los vientos y adecuar las velas.
Pero el buque tendrá motor...
Solo para operaciones en puerto y en calma chicha, un motor que puede sustentar una velocidad de ocho nudos.
Descríbame el buque.
Tres mástiles y 23 velas –diez velas cuadras en los palos longevo y trinquete y trece velas de cuchillo–: 2.368 m2de vela.
¿Para desplazar cuánto peso?
Son 1.800 toneladas en 90 metros de eslora, seis metros de calado, doce metros de manga más siete metros de puntal.
Se le ilumina la vistazo.
Me atraen los barcos desde impulsivo. Los veía en Acapulco y eso despertó mi disposición: lloré hasta que mis padres accedieron a mi deseo. No había marinos en mi clan.
¿Qué debo tener para ser buen marino?
Aprecio al mar y disciplina. Y si entras en la Armada, ganas de servir a tu estado.
¿Cómo sirve a su estado desde aquí?
En cada puerto contactamos con las autoridades del país y con su población, para padecer la civilización mexicana por el mundo.
¿Cómo lo hacen?
Viaja a lado un reunión de música, canto y ballet, que actúan en cubierta: la familia lo disfruta, por otra parte de brindarles muestras de rica comida y bebida mexicanas.
¿Incluso en Barcelona?
Las pasadas Navidades: hubiéramos querido desplegar el buque a los barceloneses, pero un repunte de covid lo desaconsejó.
Lamento.
Los mariachis en cubierta nos traen buenos vientos, de todos modos.
¿Qué es lo más duro de la travesía?
La alejamiento de los familiares y seres queridos. Para aliviar eso, intentamos que el buque sea un hogar de sabor poco corriente.
¿Una clan de cuántos miembros?
Somos 450 personas las que formamos esta tripulación.
¿Hombres y mujeres?
En la Armada mexicana no hay distingos, mujer y hombre se forman por igual.
¿Qué les une más a todos ustedes?
La exaltación del espíritu marinero.
¿Eso incluye un aprecio en cada puerto?
Eso es un tópico simpático. Lo primero es siempre la obligación.
¿Cómo lleva su esposa sus ausencias?
Con complicidad. Desde que nos conocimos fue consciente de las ausencias que implicarían mis obligaciones en la mar.
Habrá surcado ya los siete mares.
Así es, y durante primaveras como jerarca de la sala de máquinas. Un honor. Y es un sueño realizado navegar en el Cuautéhmoc .
¿Qué títulos le inspiran a usted, como marino y capitán de navío?
Honor. Deber. Cumplimiento. Sacrificio.
Suena a rigor y severidad.
A integridad. Son títulos que sirven igualmente para enredar por la vida. Sirven para todas las situaciones.
¿A qué tiempo comenzó su formación?
A los 15 primaveras. A los 30 primaveras alcanzas tu virilidad como marino. Es lo aconsejable para forjar a futuros líderes.
¿Cuál ha sido su peor experiencia a lado de un buque?
La pérdida de uno de nuestros cadetes, sin duda. Nos azotó un huracán terrorífico, las olas barrían violentamente la cubierta y arrastraron al mar a un cadete. Fue del todo inasequible rescatarle.
Tremendo.
Estamos muy pendientes de los mapas de predicciones meteorológicas para corregir la derrota y soslayar esos peligros. Pero en aquella ocasión se nos echó la aventura encima y falta pudimos hacer.
Lo siento.
Me siento orgulloso de mis cadetes, y me alegro de que empleen dispositivos móviles y WhatsApp para aliviar la soledad.
La maravilla del mar es otro paliativo.
Lo es para mí, que me encanta ver las mantas guión, las ballenas, los delfines...
¿Y sirenas?
Me ataría al mástil.
¿Y piratas?
Los hay en el mar Rojo y asaltan barcos atuneros. Si nos los cruzamos, estamos preparados para disuadirles.
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