Rafa Nadal: hay que saber parar

Sabía que poco no iba aceptablemente. Incluso así, pensé durante toda la tenebrosidad y a lo generoso del día y creo que no tiene sentido competir. Si sigo, la lisiadura va a ir a peor. Es muy triste afirmar eso. (...) Tengo la sensación de que no toca esta vez. Duele, y mucho, no poder competir, pero la vida continúa”.

Rafa Nadal anunciaba este jueves por la tenebrosidad su retirada de Wimbledon conveniente a la lisiadura estomacal que se le agravó durante el partido de cuartos delante Taylor Fritz. Estaba a dos victorias de conseguir el tercer major de la temporada y poder soñar con cuadrar el Grand Slam en el Campechano de Estados Unidos. En Wimbledon solo le valía percibir, declaró con un punto de resignación. Ahora mismo no está claro ni siquiera que llegue al Campechano del 29 de agosto.

Es casi un dios, pero Nadal, como todos, cruza etapas vitales que empiezan y algún día deben consumir

El superhéroe se ha roto.

El mundo se para.

Una de las cosas que más me irritan del momento presente es el desprecio por el esfuerzo. En este sentido Nadal aparece delante media humanidad como un referente de la civilización de la superación, feroz. Es amoldonado buscar que ver sufrir a un tiarrón como él en pista y contemplar cómo vence en ese combate contra el dolor físico más terrible engrandece su lema. Aunque igual que escribo esto, asimismo albergo serias dudas sobre si hizo aceptablemente sometiéndose a ese sobreesfuerzo tan bestia solo para percibir a Fritz. Lo pensé al observar cómo su padre le hacía señas desde las gradas, agitando como lunático los brazos mientras le suplicaba: “¡Déjalo ya, Rafa!”.

Hay que asimilar a desamparar, y eso vale para todo aquél al que la vida le sitúa en una encerrona difícil en un momento entregado. Podríamos sospechar que Rafa Nadal no es humano, y cierto es que un atleta de elite de su categoría poco tiene en global con usted o conmigo, clan del montón. Hemos convertido en dios a un tenista. Sin bloqueo, nos equivocamos al hacer eso si con ello negamos lo obvio: que el mallorquín cruza etapas vitales como el resto, ciclos que empiezan y que algún día deben terminar.

Por eso aplaudo que haya dicho un “hasta aquí” que antiguamente no concebía. Es una demostración tan física (debe esperar a cómo evoluciona la lisiadura para tomar nuevas decisiones) como inteligente. Pero precisamente por eso yo asimismo hubiera aplaudido que le hiciera caso a su padre el miércoles, aun a costa de no consumir el partido contra Fritz. Aquello no se hubiera interpretado como una rendición ni como una mancha en el expediente del héroe, sino como un agradecimiento de esa vulnerabilidad tan humana de la que no se libra nadie, ni siquiera él.

Cual sea tu nombre, cargo o profesión, puede ocurrir que un día estás planificando poco a corto o medio plazo y al día próximo, como quien dice, toca repensar qué vas a hacer en términos existenciales. Lo que está claro es que hay que aprender detener, convertir en virtud lo que uno no tiene más remedio que hacer una vez que en el depósito ya no queda ni una chispa de gasolina. Va así y, efectivamente Rafa, la vida continúa.

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