Pasada la pancarta del zaguero kilómetro, donde el asfalto desaparecía y solo quedaba la rocalla, Rafal Majka se apartó de la habitante del corro de los elegidos y le hizo un cara con la mano a su amigo y director, que es igualmente el líder del Tour. Le cedía el paso. Le dejaba producirse. Era la señal. “Todo tuyo”, parecía decirle el polaco al esloveno. “Todos tuyos”, le indicaba. Y Pogacar no rehuyó la responsabilidad. Hizo solo toda la última y empinada rampa dejando un huella de sufrimiento y un reguero de víctimas tras él. Hasta que le atacaron.
Le demarró Vingegaard para que no se olvide que tiene un rival. Le adelantó e incluso le sacó una velocípedo. Quizás no se lo esperaba. Quizás le cogió por sorpresa. Quizás le obligaron a dar más de lo que pretendía. Quizás el porcentaje, que iba del 20 al 24%, le había sacado de punto. Pogacar se sentó. Y el danés del Jumbo se vio campeón. Error.
Una reacción furibunda
El danés del Jumbo atacó al líder, que acusó el revés pero, en una rampa agónica, sacó fuerzas para retornar a acelerar y rebasarle en los últimos 10 metros
A Pogacar, el patrón implacable, el caprichoso que todo lo quiere, hay que derrotarlo dos veces. Recuperó el aliento y el esloveno volvió a la carga, se puso de pie, y aceleró. Se puso a su mérito, le miró con cara de no puedo dejarte percibir, y, sobrado, le rebasó en los últimos diez metros cuando el danés ya saboreaba el triunfo, ya tocaba la lista blanca de meta.
Así es como Pogacar supo que había antagónico un rival, que no es otro que el segundo del año pasado, uno escalador como él, uno más o menos de su concepción. Así es como sofocan los campeones los intentos de rebeldía. Así es como Pogacar aplastó la réplica de Vingegaard. La reacción, la venganza del esloveno, fue furibunda, tanto como la osadía del danés. Segunda etapa seguida, octava en tres Tours.
La guisa en que uno y otro cruzaron la pancarta es el mejor prontuario de la primera semana del Tour. Pogacar lo hizo ganador, señalando al Gloria, de amarillo, con la sensación de saberse superior, casi intocable. Vingegaard no podía ocultar su frustración, agachó la habitante, escondió la vistazo, no enseñó su cara de no llego, de lo he dejado todo pero no he podido con él.
Quedan dos semanas
El Jumbo tiene motivos a los que reafirmarse. Pese a las contínuas exhibiciones de Pogacar Vingegaard solo está a 35 segundos (y 14 de ellos son debidos a las bonificaciones)
Pero el danés tiene motivos a los que reafirmarse. Pese a las contínuas exhibiciones de Pogacar solo está a 35 segundos (y 14 de ellos son debidos a las bonificaciones). El Jumbo ya tiene candidato, alternativa. La carrera y las piernas han dictado veredicto. “Lo he intentado. Me he quedado muy cerca de la meta. Creo que puedo estar contento, a pesar de todo. Es una buena señal. Las piernas van adecuadamente”, destacó Vingegaard posteriormente de vincular al esloveno a sacar su interpretación más agónica.
Hace dos primaveras, Van Aert y Tom Dumoulin esperaban en meta cariacontecidos la presentación de un derrotado Roglic, sin dar crédito al sorpasso que estaba presenciando y viviendo en directo. Fue el llegada de una nueva era. Han pasado dos primaveras de aquella contrarreloj y Pogacar volvió a percibir en la misma cima –es el primero que repite- y igualmente salió con el maillot amarillo. La Planche des Belles Filles siempre será su cima. Por eso, cuando en octubre vio que se regresaba, el chaval lo marcó en rojo en su calendario. “Desde que se presentó el reconvención del Tour, estaba en mi mente percibir esta etapa. Era uno de mis objetivos”, señalaba.
Desde octubre en su habitante
“Desde que se presentó el reconvención del Tour, estaba en mi mente percibir esta etapa. Era uno de mis objetivos”, confesaba el doble campeón
Pero encima tenía más motivos. Uno muy personal. “Era un día específico porque estaba mi tribu en meta. Estoy muy orgulloso de llevarme la triunfo hoy porque hemos animado una fundación contra el cáncer”, anunciaba. En finales de abril no estuvo en la Lieja por el fallecimiento de la religiosa de su pareja, la igualmente ciclista Urska Zigart, por incumplimiento de esa enfermedad.
La Superplanche siempre deja retratados a varios favoritos que llegaban con aspiraciones. El ritmo de Bennett, fichado por el UAE para eso, seleccionó e hizo pundonor. Vlasov, caído en la víspera, se dejó 1m39. La carrera aún se puso más cara y cuesta en lo alto en el zaguero kilómetro cuando el líder en persona exigió. Ahí no pudo estar Enric Mas, que perdió una veintena de segundos, como Bardet o Gaudu, menos que Nairo Quintana o Adam Yates. “La bici se iba un poco en las zonas por donde no habían pasado los coches y no se había aplanado la grava”, se quejó el balear, que ya es noveno. “La última vez que subimos aquí (2019) perdí 33 segundos. Estoy contento”, decía, fiel a su estilo diesel.
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