¿Por qué nos emociona un edificio?

Definida por Robert Carleton Smith como “posiblemente la segunda profesión más vieja del mundo”, la edificación tiene en el premio Pritzker, fundado en 1979, su canon universal. El periodista Llàtzer Moix (Sabadell, 1955), subdirector de La Vanguardia, se ha paseado por ese Olimpo entrevistando a 23 de sus dioses por medio mundo, conversaciones recogidas en el convexidad Palabra de Pritzker (Emblema), que presentan este jueves (18.30 h) el autor, Martha Thorne (directora ejecutiva del galardón hasta el año 2021) y Sergio Vila-Sanjuán en el Disseny HUB de Barcelona.

Moix distingue tres etapas en las premiaciones. “Al principio, se otorga a clásicos vivos. En una segunda grado, tienen preeminencia los arquitectos fortuna. En la tercera, cobran protagonismo los que tienen preocupaciones de índole social o medioambiental, no en vano la construcción y el funcionamiento de edificios consume el 50% de la energía mundial”.

Richard Rogers le recibe en su rascacielos Leadenhall, en la City londinense, y le dice: “Veo los errores desde mi ventana”, refiriéndose no a su torre Lloyd’s de enfrente sino a otros colosos cuya naturaleza defendió en pretéritas declaraciones. Le revela incluso que Giscard cambió poco del Pompidou de París, que hizo con Renzo Piano: “Querían instalar una gran pantalla en la portada, donde se proyectarían mensajes. El poder temió que fueran proclamas sesentayochistas y lo eliminó”.

Richard Rogers le dice: “Veo los errores desde mi ventana” y le cuenta cómo Giscard le cambió el Pompidou

¿En el edificio de cuál de todos estos arquitectos viviría? “Desde luego, no me gustaría habitar en uno de Shigeru Ban, porque trabaja en escenarios de catástrofes naturales, donde se desplaza para construir refugios de emergencia. Me apasionamiento más la atención el australiano Glenn Murcutt, con sus casas unifamiliares que interactúan con la naturaleza, convirtiéndola en un asociado”. Por cierto, Murcutt “es el único que sigue trabajando solo, en casa, con su mujer”, lo que contrasta con estudios como el de Norman Foster, el más alimentado de todos, con 1.500 trabajadores.

Con educación, Moix le pregunta a Foster por lo de trabajar en proyectos de gobernantes autócratas, como incluso hacen otros de sus colegas. “Por lo universal –recuerda– me responden que se plantean si lo que van a hacer mejorará la vida de la multitud que vive bajo aquel régimen, y creo que son sinceros. Aunque en ocasiones uno pueda preguntarse si era imprescindible hacer alguna de estas obras”.

Paulo Mendes da Rocha le define bellamente lo que es la edificación: “Un refugio frente a la imprevisibilidad de la vida”. El periodista pregunta mucho por la emoción pero ¿qué emoción produce un edificio, comparado con la de un vademécum, una habitación musical o un cuadro? “Entras en determinados espacios y te sucede poco, el convexidad te interpela, no ves solo paredes, techos y entradas de luz, sino que aquel espacio inerte te conmueve. No es lo mismo exactamente que la música, que estimula tu sensibilidad, o la humanidades, que apela a tu inteligencia; la edificación es más sensorial, un jerigonza difícil de cartografiar”.

En la obra de Moix, cada entrevistado relata sus orígenes y detalles biográficos que permiten entender su obra

Muchos de estos superarquitectos funcionarían como personajes de ficción: el chileno Alejandro Aravena, por ejemplo, regentando un bar, como Murakami. O el inverosímil Tadao Ando, quien, con ese patronímico, se entregaba a inacabables caminatas para conocer los edificios de las ciudades y que, por otra parte, viajó a Europa para conocer a su arquitecto protegido, Le Corbusier y, al ganar, se encontró con que había muerto. “Era obsesivo, como muchos de los que triunfan –sonríe Moix–, fue pugilista y en su paso por Barcelona andaba hasta 40 km diarios, tras lo que se desplazó a los países nórdicos donde fue acertado a causa de que la luz del día duraba mucho más y podía estar viendo edificios hasta las tres de la albor”.

Cada entrevistado relata sus orígenes y detalles biográficos que permiten entender su obra. No aparecen candidatos derrotados, como podría acaecer sido Santiago Calatrava, a quien Moix dedicó un vademécum en el 2016 y de quien dice que “difícilmente puede considerarse que obras con rudimentos suntuarios presentan las virtudes que hoy valora el miembros”.

¿Y un edificio para fallecer? “Ban dice que en una terminal de aeropuerto, aludiendo a Louis Khan, que falleció en los lavabos de la Penn Station de Nueva York, pero imagino que significa que quiere seguir en marcha hasta el final”.

Post a Comment

Artículo Anterior Artículo Siguiente