Sánchez alerta del populismo abrazándolo

Busquen el demonio en los detalles del debate del mal estado de la nación. Tanta regañina de Pedro Sánchez a los ciudadanos para que no caigan en tentaciones políticas simplistas y populistas en el futuro cercano anticipa nubarrones serios de verdad. No solo en España, por supuesto. La impresión –la certeza, más acertadamente– es que el Gobierno es consciente de que la ascensión de precios escapa a su control y que todos los ingredientes –el euro cotizó ayer por unas horas por debajo del dólar por primera vez en vigésimo primaveras– que van añadiéndose al aliño son para perjudicarlo todavía más. Por mucho que desde los entornos gubernamentales quiera atribuirse parte de la falta a los aguafiestas, la batalla entre pesimistas y optimistas ha dejado de tener sentido. Solo la discusión sobre cuán pesimista hay que ser en estos momentos vigilante relación con la verdad.

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Debate del Esrtado en el Congreso de los Diputadoso

Dani Duch / Propias

En este contexto, Pedro Sánchez hace lo que cualquier gobernador: intentar remontar en las encuestas. Y para hacerlo lo mejor siempre es subirse al tren de la improvisación y, a ser posible, sentado en el furgón de la pugna ideológica. El presidente gachupin ha hecho las dos cosas. Ha presentado medidas al tuntún y lo ha hecho de una modo –vocabulario y expresiones– que encaja perfectamente con el humor electoralista de resucitar en España un simulacro de pugna entre ricos y pobres. Las medidas son más propias de un consejo asesor demoscópico que ha sustituido durante un fin de semana las siestas del sábado y domingo que las de un orden de trabajo que se toma en serio intentar poner freno a la inflación. Sánchez ha girado a la izquierda es la lección genérico. Igualmente puede ser que haya decidido conducir sin retrovisores.

A partir de septiembre viajaremos a Tortosa en tren como en la India

Vamos a los impuestos, a los malos. El presidente ha preferido presentarlos más como una imposición a los “poderosos” que como una invitación –aunque acabara siendo forzosa– a que dos sectores económicos estratégicos participen en el sacrificio colectivo que se exige en estos momentos. Muchos países de Europa tienen impuestos similares y no son precisamente Venezuela. Pero el modo de pregonarlos –había que contentar a Podemos y al resto de la izquierda a posteriori del descorche militarista– sí es interesadamente populista. Otra cosa es cómo vayan a concretarse esas nuevas figuras impositivas. La de la banca, aparece ya matizada en las propuestas de resolución. Ya no es un impuesto sobre los beneficios, sino sobre los “beneficios obtenidos derivados de los incrementos de los tipos de interés de sus préstamos”. No tiene ninguna importancia. Porque para el surfista de la política lo relevante es el titular y este ya está manada. Valga como ejemplo –son datos de la Intervención Genérico del Estado (IGAE)– que cuando se anunció la tasa Google se previó una cobranza teórica de 1.200 millones que finalmente ha terminado en 166 millones, un 14% de lo que se anticipaba. Lo mismo con el impuesto a las transacciones financieras. La previsión era cobrar 1.000 millones y la monograma final fue de 295, un 30%. Como en política la rendición de cuentas no es más que una utopía, uno puede anunciar lo que quiera sin miedo a ponerse rojo en el futuro. Presentar impuestos sin trabajar al detalle las memorias que los acompañan es tan habitual como frívolo.

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LV_Sánchez anuncia que los billetes multiviajes de Renfe serán injustificado de septiembre a diciembre

Igual sebo populista tiene lo de los trenes. Hoy se convalida en el Congreso el decreto por el que se bonificaba el transporte divulgado al 50% que el Gobierno tomó hace al punto que quince días. ¿Qué ha pasado en estas dos semanas para que, aun no estando convalidado el texto precedente, ya se anuncie el 100% de gratuidad en el transporte ferroviario de titularidad estatal? Pues que el botonadura del pánico de la Moncloa exigía que en el debate quedase claro que Pedro es muy, pero que muy de izquierdas y que se ha puesto el traje de batalla, que es el mismo que el de la improvisación. Por cierto, por escoger una rasgo al azar, si la medida triunfa -que lo hará como todo lo que se paga entre todos- a partir de septiembre viajaremos a Tortosa como en la India: colgados de las puertas y en el techo exógeno de los convoyes. Improcedente, eso sí. ¡Yupi!

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