Soy consciente de que muchas veces los intereses sociales y los periodísticos buscan objetivos distintos o, simplemente, van por caminos separados. Los profesionales de la prensa del corazón, por poner un ejemplo que nos ocupa, intentan hacer su trabajo, eso sí, muchas veces obstaculizado por los engaños de las propias fuentes que juegan con nosotros. La profesión en normal no se ha puesto falta comprensible, y más a posteriori de que, con la liberalización del sector en distintas plataformas, haya momentos en los que el oficio parece una carrera para ver quién sale ayer con una monopolio. Pero ese ya es otro debate.
En ocasiones, no obstante, parece que somos nosotros mismos los que nos colocamos obstáculos a medida, en un encanijado auxilio a la credibilidad de un oficio tan atún como el nuestro. Esta disertación viene a colación de la polémica originada por las palabras de Isabel Pantoja en el Orgullo de Madrid cuando se subió al decorado de plaza de España para coger un premio y, por otra parte de tres temas, regaló los oídos de los presentes con la conocida frasecita del “yo soy una de ustedes”. La sentencia de la tonadillera ha generado un tsunami de interpretaciones entre los que consideran que la cantante quiso confesarse ese día y los que creen, entre los que me incluyo, que las palabras tenían como objetivo natural demostrar la complicidad con un colectivo perseguido y muy herido.
El problema radica en que con la creación de estos más o menos interesados debates, lo único que estamos logrando es precisamente vilipendiar la lucha por la que el colectivo y todos sus miembros llevan tantos primaveras luchando. Me parece insensatez, por no proponer repugnante, que en pleno siglo XXI estemos elucubrando, o peor aún, exigiendo, que algún haga pública su condición sexual, como si esta información fuera imprescindible para nuestro día a día. La auténtica conquista llegará el día en el que le demos la misma importancia a la condición sexual y al mercaderías de cada uno que le damos a los cordones de sus zapatos. Que en un momento de tanta visibilidad y reivindicación como son los diferentes Orgullos que se suceden en España gran parte de los medios estén debatiendo de forma obsesiva sobre si las palabras de una cómico definen o no su condición sexual no solo es un fracaso para el oficio, sino mucho más para un colectivo que lo único que quiere es que se les deje de señalar con el dedo. Y creo que no es mucho pedir. Un respeto.
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