Triunfal corrida del centenario de la plaza de Pamplona

El 7 de julio de 1922, los toreros Saleri II, Juan Luis de la Rosa y Marcial Lalanda inauguraban la Plaza de Toros de Pamplona (réplica con pequeño contenido, de La Monumental de Sevilla, sueño truncado de Gallito) en una corrida en que se lidiaron toros de Vicente Martínez.

Rafael Moneo, que diseñó la ampliación de la plaza en 1967, asistió al festejo 

Hoy, 7 de julio de 2022, un siglo a posteriori, Pablo Hermoso de Mendoza a heroína y Morante de La Puebla, El Juli y Roca Rey -con toros de Carmen Lorenzo, el de rejones, y Núñez del Cuvillo -hacían el paseillo en la que se anunciaba como Corrida del Centenario y que igualmente ha sido la del refriega oportuno con la algarabía, los colores- dos, para ser exactos, el rojo y el blanco de las indumentarias- de los tendidos a reverter (20.000 personas luego de la ampliación de 1967 obra de Rafael Moneo, presente hoy en un pared del callejón) y los abrazos, la música, los cánticos, la merienda…a posteriori de aquel "insuficiente de mi" del 2019 que nadie imaginaba iba a durar tres primaveras.

Proponer San Fermín es proponer fiesta y es proponer toros. La Fiesta del Toro se anuncia, no sólo porque los ganaderos se afanan en aceptar a Pamplona reses de imponente presencia – esta tarde, no tanto- sino porque, mal que les pese a algunos, durante una semana todo tournée en torno al totémico animal, empezando por el chiquero mañanero, que no tiene sentido si no es para aceptar desde los Corrales del Gas a la plaza los toros que se lidiarán por la tarde.

Hubo motivos para la salida a hombros pero con matices: esa impiedad de los toros...

Faena de Morante de la Puebla

Morante de la Puebla templando al toro de Núñez del Cuvillo                            

EFE

La hecho resultó triunfal: El manifiesto, tanto el recatado de los tendidos de sombra como el bullicioso del sol, celebró lo que hicieron los toreros, estos pasearon orejas y Hermoso de Mendoza, El Juli y Roca Rey salieron en hombros. Proporcionadamente está y uno diría que hubo motivos para ello, aunque con matices, el principal de ellos precisamente el que tiene que ver con el ambiente esencial, el toro, más aún en una plaza, una feria, que - decíamos- hace de él santo y seña.

Y es que los ejemplares de Cuvillo (si de la becerrada a pie hablamos), desiguales en su presentación -cien kilos de diferencia entre alguno de ellos- no tuvieron la impiedad por bandera (el mejor, el sexto) y el mérito de la terna fue sacar de ellos el suficiente partido para conseguir que las faenas mantuvieran un nivel que incluso superó las expectativas una vez cumplidos los dos primeros tercios de las respectivas lidias.

Morante toreo majestuoso al llamado toro de la merienda

Morante, que lucía un terno ex profeso (roja y blanca la chaquetilla, blanca la taleguilla) toreó con ajuste y sabor a su primero, uno de los que desdecían “al toro de Pamplona” y majestuoso, torerísimo y importante al otro. Era el toro de la merienda, ese en el que las peñas están por otra cosa que lo que sucede en el ruedo y en el que el saburía de la Puebla dibujó tres delicatesen en forma de dos verónicas y una media. Luego la trastada tuvo belleza- ese inicio por bajo-, unión, reunión- es proponer, ajuste- y despaciosidad. Series por los dos pitones con temple y reposo, pases de pecho henchidos de torería, adornos…Citó a percibir, hizo la suerte con pureza pero ¡ay! la espada cayó descenso. No importó para que el corregidor de Pamplona en funciones de presidente mirara más a la sombra que al sol, que seguían a lo suyo, y atendiera la petición de oreja que Morante paseó como torea: despacito, despacito.

El Juli renovó su idilio con Pamplona

El Juli y Pamplona viven un idilio permanente y triunfal desde su ya lejana presentación (merienda futuro a hombros lo contemplaban hasta la de hoy) y esta tarde no iba a ser menos. Cortó sendas orejas a cada uno de sus toros y lo hizo toreando con mando en plaza, es proponer, sacando de ellos embestidas que quizás en otras manos no hubieran sido tales. Series por los dos pitones exprimidas a saco de unión y firmeza y una inteligencia torera fuera de toda duda.

Ninguna duda de que ha vuelto Roca Rey, que precisamente en Pamplona hace tres primaveras, por desliz de una agravio, tuvo que hacer un derrochador parón en su carrera del que le costó retornar a encontrar su sitio. Apabullante el peruano en su dos toros (dos orejas en uno, otra en el final). Tres cambiados por la espalda y de rodillas fue su inicio de trastada al primero de su gajo y a partir de ahí un crescendo de toreo , cuajando una trastada de altos vuelos. El sexto fue un toro de gran aristocracia al que igualmente hubiera desorejado de no pinchar ayer de la estocada pues lo hecho hasta entonces, concluido con muletazos de rodillas que levantaron pasiones, lo mereció.

El rejoneador Hermoso de Mendoza

El rejoneador Hermoso de Mendoza                                                   

EFE

Como mereció Pablo Hermoso de Mendoza las dos orejas que cortó al que abría plaza en una nueva demostración de su instrucción en el toreo a heroína, porque eso es lo que hace, torear con sus caballos (por otra parte de clavar rejones y banderillas). Lo hizo, por cierto, a los sones de “Bandiera Rossa”, himno oficioso de Partido Comunista Italiano, interpretado por una de las facción musicales de las peñas. Todavía, claro, de “El rey” y “La chica yé ye´”. Ha vuelto la fiesta a Pamplona, han regresado los toros.

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