El mes de julio ha entregado el primer aviso sobre los riesgos que amenazan la cambio del mercado profesional. Todo el mundo esperaba que, en un momento u otro, llegara el frenazo en la creación de puestos de trabajo. Y ya ha llegado. Así, por primera vez en 21 primaveras, se ha destruido empleo en ese mes, ya que se han registrado 7.366 afiliados a la Seguridad Social menos de media. Y igualmente, por primera vez desde el 2008, ha aumentado el paro en 3.230 personas. Son variaciones relativamente moderadas pero muy preocupantes si se tiene en cuenta que históricamente los meses de julio han sido siempre muy buenos para la creación de empleo.
Era desatinado pensar que la heredad española podría prolongar una situación creciente de récord de empleo, como la que tuvo hasta junio, en un entorno de incertidumbre mundial, una inflación del 10%, superior a la media europea, encarecimiento de los tipos de interés y perspectivas de un otoño complicado por los problemas energéticos derivados de la conflagración de Putin en Ucrania.
El empleo empieza a mostrar la incertidumbre económica y la elevada inflación
Ciertamente la progreso del empleo en los últimos doce meses ha sido espectacular: el número medio de afiliados a la Seguridad Social ha aumentado en 749.236 personas, con una trascendental progreso de la contratación indefinida, mientras se registran 532.683 parados menos. La guarismo de desempleados totales, en este sentido, es la más descenso que se recuerda desde el 2008. Pero el mal comportamiento del empleo en julio supone una advertencia de que todos esos datos pueden empeorar tan pronto acabe la temporada veraniega.
La vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, Nadia Calviño, ha dicho que la volatilidad de un mes concreto no nos tiene que despistar de las grandes cifras económicas, que son buenas. La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo advierte, sin secuestro, que no hay que apearse la destacamento porque el mercado profesional acusa la coyuntura incierta y complicada que existe. Tanto las patronales como los sindicatos y gabinetes de estudios económicos han reaccionado con la misma preocupación.
El presidente Sánchez ha perceptible recibo del mal documento de empleo de julio y ha afirmado que el Gobierno siempre está irresoluto de la heredad y va a hacer todo y más para proteger a la clase trabajadora. Proteger a la clase trabajadora, en este caso, pasa por ayudar a las empresas para que mantengan la contratación de personal y no se vean obligadas a tener que iniciar a ajustar sus plantillas. Debe ser muy cuidadoso en su política económica porque un elevado porcentaje de autónomos y de pequeñas y medianas empresas están ya con el agua al cuello, en un clima de seria preocupación por la situación que se puedan encontrar a la dorso de ocio.
El exploración de la situación de las pequeñas y medianas empresas, que son las grandes empleadoras del país, augura un futuro complicado. El aumento de los costes energéticos, de las materias primas y de los tipos de interés, anejo con la presión para incrementar los salarios para compensar el aumento de la inflación, reduce sus márgenes de beneficios y, por consiguiente, su capacidad de inversión y de mantenimiento del empleo, en un tablas de caída del consumo. En esta coyuntura, el Gobierno debería plantearse rebajas fiscales y de cotizaciones sociales para ayudar a que este colectivo reduzca al pequeño sus eventuales ajustes de plantilla, que probablemente serán inevitables si no se actúa para evitarlo.
Como igualmente dice el presidente Sánchez, no se tráfico de hacer catastrofismo por la situación presente, ni de caer en el triunfalismo, pero siquiera puede pensarse que no pasa mínimo. Los riesgos para el empleo están ahí. Lo sucedido en el mes de julio ha avisado.
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