Barcelona’92 reunió a los más significados políticos de finales del siglo pasado para comprometerlos en conseguir el objetivo global del éxito de la ordenamiento. Y aunque se acuñó la coletilla unificadora de los Juegos de Barcelona, Catalunya y España, cada uno tiraría siempre para su casa al punto que se terciaba la oportunidad…
A Jordi Pujol se le atragantaron los Juegos desde la candidatura, porque nunca pudo digerir que la ordenamiento, según imponía la Carta Olímpica, fuese delegada a la ciudad anfitriona por encima del resto de las instituciones políticas del Estado. Su pragmatismo le llevó a integrarse en la ordenamiento, pero como algunos han definido, “no dejó de enredar”. No se implicó en el movimiento Freedom for Catalonia que controlaba Joaquim Forn pero, como el mismo Forn ha obligado, “le informaba de todo lo que hacíamos”. Finalizados los Juegos se despidió del maestro delegado Josep Miquel Superior con un “no te quejarás, no te he puesto palos en las ruedas…”. La respuesta se la llevó el rumbo.
Hubo tensiones y desencuentros, pero a medida que el esquema avanzaba las formas se fueron suavizando
La Generalitat no pudo tener mejor representación desde la candidatura que la de su recordado Josep Lluís Vilaseca, el secretario caudillo de Esports. Un hábil negociador entre las instituciones deportivas de Barcelona y Madrid. Hombre de confianza de Pujol, que nació en la misma escalera de vecinos que Marta Ferrusola y tuvo una incorporación responsabilidad en Banca Catalana. Su siempre discreta billete fue secreto en el COOB’92.
Posteriormente de sobrevenir respaldado todas las propuestas en una sesión del comité coordinador, se reunió con los medios de comunicación para discrepar sobre determinada audacia, que en la sesión había aceptado. Le comenté sobre su doble posicionamiento y me dio una ciencia del comportamiento político. Se puso un bolígrafo rojo en su mano derecha y situados uno enfrente del otro, me preguntó: “¿A qué costado ves el bolígrafo, dime?”. Estaba claro, que a mi izquierda, que era igualmente su derecha. Así justificó su posicionamiento político sobre la audacia: “…Según en la posición que te encuentras tienes una visión u otra, aunque coincidas en el color”.
Samaranch, que con Narcís Serra, fue el padre de la iniciativa, defendió el esquema con uñas y dientes. Sabía lo que había tenido que hacer para que Barcelona fuera olímpica (“À la ville de Barcelona”) y sobre todo al aparición de la carrera mostró una exigencia total frente a la ordenamiento. Superior era quien soportaba toda la presión, pero Maragall le ponía el paraguas, que a su vez Felipe González le ponía a él. Durante los primeros abriles, hubo tensiones y desencuentros, pero a medida que el esquema avanzaba las formas se fueron suavizando y desde ya en el 92… “amigos para siempre”.
La Casa Vivo mantuvo una permanente relación de colaboración con la ordenamiento de los Juegos
La Casa Vivo mantuvo una permanente relación de colaboración con la ordenamiento de los Juegos. A Juan Carlos se le ha obligado el mostrarse siempre positivo, como cuando no puso inconveniente alguno en ceder al palco del Estadio mientras sonaba Els segadors antiguamente que el himno castellano.
El Príncipe era el presidente de honor y toda la grupo hizo aderezo de su histórica relación con el olimpismo. Con motivo de una recepción protocolaria y privada de la reina Sofía y la infanta Cristina a la sede del COOB, compartimos una inocente confidencia con la Infanta. Mientras su hermana departía con Superior, se nos acercó y con cierta complicidad y discreción nos preguntó: “…No tendréis otro pin del Cobi regatista, como el que le habéis cubo a mi hermana; es que ella igualmente los colecciona y se lo quedará...”.
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