Igual que cuando los curas dejaron de sermonear sobre los peligros de las entonces llamadas “relaciones prematrimoniales”, que ya se habían convertido en poco corriente y no eran problema para nadie, fuera de para cuatro carcas. Igual. Pedro Sánchez aconseja que vistamos sin corbata para guardar energía cuando ya somos mayoría los que llevamos primaveras sin usar esta prenda, fuera de en las bodas, algunos funerales y ciertas garambainas en las que hay que cumplir con lo que la ordenamiento dicta. El ademán del presidente gachupin es de primero de Comunicación Política para Dummies, una chuchería mediática para que hablemos algunos días de la cosa y así, distraídos con un debate tontorrón, olvidemos que se nos acerca un otoño cargadito de nubarrones. ¿Servirá de poco ir a la oficina sin corbata? Los expertos creen que eso influirá tirando a poco, y el tío Baixamar –que es experto en cazar fantasmadas al revoloteo– afirma que se prostitución de una chorrada típicamente posmoderna, en manos de un gobernador más posmoderno y frívolo que la momia de Baudrillard esperando la resurrección en una pirámide de cartón.
Lo mejor de esta medida presidencial es que todos sabemos que no es una medida, que se prostitución de una broma oficial (recubierta de consciencia climática de todo a cien) para cerrar el curso y dar tema de charla al cuñado, en el chiringuito de la playa. Con todo, lo preocupante es que el teatrillo corbatil se hace porque –demoscópicos lo saben– siempre hay un porcentaje de ciudadanía que se traga el arponcillo, que aquí el personal es muy crédulo, y tanto cree que Ciudadanos son liberales de veras como que la criptomoneda te hace millonario en pocos meses.
Estoy por ponerme los calzoncillos en la habitante este verano
Enric Juliana dice que se mantendrá fiel a la corbata y yo le aplaudo. Es lo que tiene ser un tipo serio. En mi caso, como no la uso y no soy serio, estoy por ponerme (a ratos) los calzoncillos en la habitante este verano, para solidarizarme con la Moncloa y sus buenas intenciones. Prometo colgar foto en Instagram para regocijo y escarnio de la parroquia.
Así las cosas, es inexcusable no acordarse de Josep Bargalló, el que fuera conseller republicano del Govern Maragall, que en el 2003 se negó a ponerse la corbata y fue atizado duramente por muchos. Fue un pionero y tuvo la elegancia de no revestir su valentía de milongas pretendidamente ecologistas.
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