El magnate Elon Musk tiene una hija trans. Al poco de cumplir los 16 abriles, Xavier Alexander Musk ha presentado una petición en presencia de la Corte Superior del condado de Los Ángeles para registrar su nueva identidad de mercancías y rebautizarse como Vivian Jenna Wilson. Obsérvese que, por otra parte del cambio transexual, y del de nombre de pila, Vivian Jenna se ha cambiado además el patronímico. Dice que no quiere que se la relacione más con su padre biológico. Sus razones tendrá: Musk es ya un emprendedor de letrero (pese a seguir vivo), pero algunos aspectos de su conducta invitan a la prevención. Nadie es consumado.
La talante de Vivian Jenna trasciende, pues el dominio de cambios relacionados con el mercancías y aborda los de la ruptura del vínculo paternofilial. Su inclinación de cambio se anuncia incontenible. E invita a imaginar un océano de transformaciones, que podría emprender luego de las ya mencionadas. Por ejemplo, ¿por qué someterse a anular las relaciones con el padre, que probablemente heredó de los ancestros familiares sus rasgos de carácter menos amables? ¿Por qué no explorar una manipulación genética para tunear el ADN y librarse de esa rémora? ¿Por qué contentarse con el carácter que nos es asignado sin consulta previa, cuando junto a la esperanza de convertirse en realidad en otra persona, más allá de las alteraciones de mercancías o nominales? ¿Qué tal un trasplante de cerebro?
Lo único que permanece en la vida es el cambio, pero las posibilidades de cambio son limitadas
La transexualidad, que hasta hace pocos abriles solo se ejercía con cierta normalidad de oscuridad, en los locales dedicados al transformismo, está ahora en el centro del debate manifiesto. El Consejo de Ministros aprobó a finales de junio el texto judicial que, adentro de lo posible, la regula. Es una buena informe. Y más lo será cuando esté en el BOE. Porque deben ser bienvenidas las normas que ayudan a certificar los derechos de todos los ciudadanos y a guerrear por la igualdad y contra la discriminación, en sintonía con lo que dice la Constitución.
Sin bloqueo, la elaboración de la emplazamiento ley trans ha suscitado un ácido debate impulsado por el colectivo feminista, que teme que se convierta en un heroína de Troya; que los hombres aprovechen la ley para transformarse en mujeres y, luego, hagan un uso injusto de la nueva condición y desmantelen las conquistas del movimiento feminista.
Tales conquistas constituyen el principal avance de las mujeres en el postrero siglo y, por extensión, del mercancías humano. Eso es evidente y no admite retrocesos. Pero es posible que el feminismo clásico o tradicional –se hace raro encuadrar así a un movimiento con tanta inclinación de cambio social– se exceda en sus temores. Porque está por demostrar que el 100% de los hombres que decidan convertirse en mujeres lo hagan con un propósito secreto y quintacolumnista. O que su fuerza demográfica les faculte para revertir las conquistas feministas, puesto que el porcentaje de transexuales en España quizás no llegue al 1%; estamos hablando pues de una minoría, no de un comando capaz de asaltar y dinamitar la ciudadela feminista. Ni está claro que el Gobierno actúe en pos de la hipotética rentabilidad electoral de una ley que le ha causado más división interna que otra cosa.
Podríamos seguir con estas consideraciones propias de la suceso doméstico. Pero puede ser más útil concluir regresando al caso de Vivian Jenna y su tendencia al cambio, en el que número unas esperanzas de progreso personal posiblemente desmesuradas. Es verdad que lo único que permanece a lo grande de la vida es el cambio, que la naturaleza es cambiante por definición, como ya nos contó Ovidio en Las metamorfosis . Pero además lo es que las posibilidades de cambio están limitadas: una persona puede cambiar de mercancías, de nombre, de indumentaria, de comunidad, de amigos, de aficiones, de religión e incluso, digan lo que digan los hinchas, de equipo de fútbol. Pero resulta más difícil que deje de ser quien es; que cambie su carácter por otro visible. Que el emprendedor, el neurótico, el insatisfecho, el bondadoso o el simplón dejen de serlo. O que Vivian Jenna, tras cambiarse esto y aquello y lo de más allá, llegue algún día a desprenderse de su tendencia al cambio y halle acomodo y serenidad. Pasarse la vida tratando de ser otro tiene sus riesgos. Pasársela tratando de ser otro para ser uno mismo, tiene más.
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