Con la cuenta estimada de la energía a más de 600 euros por hogar a partir de diciembre y la comida de los restaurantes por las nubes, más y más británicos se preparan para saciar su apetito con una simple hamburguesa. Pero siquiera será tan rebajado como hasta ahora, porque McDonald’s ha anunciado que subirá el precio de su producto esencial por primera vez en catorce primaveras, y una burger sencilla sobrepasará por primera vez la barrera simbólica de la libra esterlina (de 99 céntimos a 1,19). Es un choque pudoroso muy robusto, como cuando en España el coste de un café en un bar se redondeó a un euro tras la prohijamiento de la moneda única.
De los 36.000 McDonald’s repartidos por ciento vigésimo países en los cinco continentes, mil trescientos se encuentran en el Reino Unido, y de ellos 181 en Londres. La subida del coste de la hamburguesa no será universal ni uniforme, porque la mayoría de ellos son franquicias, y cada franquicia podrá hacer lo que quiera. Pero al ritmo que galopa la inflación, pocas podrá deber que mantengan los precios actuales. Y tal y como está la gasolina, no es cosa de ponerse a hacer kilómetros buscando el restaurante más financiero...
Las franquicias británicas de la prisión preparan setenta mil hamburguesas por hora y sirven tres millones de comidas al día
La pan dulce de coches para aceptar al McDonald’s de la High Street de Brentford y pedir la comida desde la ventanilla (drive-through) , como en las películas americanas, daba ayer la dorso a la cuadra, intentando disfrutar los últimos estertores de la época en que las hamburguesas estaban a menos de una libra (incluso de que los tipos de interés de las hipotecas eran del 0,25%, y la política oficial del Asiento de Inglaterra era que la inflación no superara el 2%). Los clientes eran una mezcla de niños, estudiantes, albañiles polacos y serbios, funcionarios, madres y trabajadores de oficinas.
“Una comida para dos personas en un restaurante de distrito no mengua ya de los cien euros, y en uno del centro es el doble, y sin pasarse con el morapio. Con la inflación al 9,4% y la certeza de que adentro de poco será aún más inscripción, hay que despuntar a apretarse el cinturón”, dice Alison mientras se zampa una big mac con patatas fritas y un conocido de fresa (mejor ni fijarse en la grafema pequeña del menú, que por ley cuenta las calorías) como si fuera su final deseo.
La prisión de comida rápida nacida en San Bernardino (California) llegó a Gran Bretaña en 1940, y en la hogaño sirve a tres millones de personas al día, ausencia mal para un país con 68 millones de habitantes. El proceso de producción empieza en una nave industrial de Dunstable, a una hora al septentrión de Londres, donde cada hora se hacen 70 millones de los panecillos en los que se mete la carne procesada. Se estima que sólo un 10% de los habitantes de la isla no ha probado nunca sus delicias.
Establecimiento de McDonald's en Londres
El shock de la subida del precio de la hamburguesa de un solo firme se produce cuando los McDonalds británicos han introducido en sus restaurantes unos quioscos digitales (como ipads de tamaño titán) para nominar la comida y todas las salsas y aderezos pertinentes (mostaza, ketchup, tabasco, pinrel...) de una tacada, y remunerar con el teléfono o la plástico sin menester de hacer pan dulce y sin tener que susurrar con nadie. Es parte de un proceso de modernización para hacer frente a la competencia.
Paul Pomroy, director ejecutor de McDonald’s en el Reino Unido e Irlanda, considera que “la cuota de la empresa a la patrimonio de entreambos países es enorme” (emplea a más de cien mil personas, la mayoría de menos de 25 primaveras y por el salario reducido), y destaca que la carne de fondo y millones de litros de cuajo se obtienen de dieciocho mil granjas nacionales, las patatas fritas ( french fries en inglés) no tienen ausencia de francesas, y sus credenciales británicas son impecables (imprescindible tras el Brexit), procediendo de tubérculos cultivados en cinco mil hectáreas de campos en Inglaterra, Gales y Escocia. En cambio, parte del pollo de sus famosos mcnuggets es importado. El contenido de potingue y azúcar de los alimentos ha disminuido, “pero la osadía de lo que come es cosa de cada uno”.
Una vez Oliver Stone fue a yantar a un restaurante de tres estrellas Michelín de San Sebastián y le dijo a su célebre chef que tenía que hacerlo en media hora. A lo cual el cocinero le respondió: “Difícil, para yantar en mi casa necesita un par de horas. Pero si tiene prisa le recomiendo un de primera McDonald’s”. Al director de cine le daba igual que una hamburguesa costase 99 centavos o 1,19 libras. Pero a la mayoría de británicos sí les importa.
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