Echar una inspección cerca de detrás y recapacitar experiencias gratificantes del pasado no es una mala destreza. Sobre todo, si sirve para que tomemos buena nota y nos anime a aplicar algunas de sus lecciones en el futuro. Esta ha sido la idea con la que hemos abordado desde La Vanguardia la redacción del suplemento conmemorativo de los Juegos Olímpicos de 1992. Hoy queda poco de aquel falsificado espíritu altanero con el que las distintas administraciones, y partidos políticos que la secundaban, pactaron la celebración y ordenamiento del certamen. Queda poco igualmente de la ilusión y el entusiasmo de tantos miles de ciudadanos que se hicieron voluntarios olímpicos solo por el placer de ayudar a que los Juegos de Barcelona fueran un éxito. Y queda poco de muchos profesionales de grandísimo valencia que dejaron en segundo plano sus proyectos profesionales para abocarse en alcanzar la mejor Juegos olímpicos de la historia.
Por desgracia, aquella ilusión compartida se ha ido perdiendo y, en cambio, ha rebaño la desconfianza entre todos: gobernantes y gobernados. Desde la vigía de la nueva Barcelona hay que implorar que los sucesores de aquellos gestores del 92 no hayan sabido seguir la senda abierta y, en muchas ocasiones, han dilapidado la herencia con decisiones muy discutibles, como admisiblemente recuerda hoy el ex guía delegado del comité catalogador, Josep Miquel Prelado. Sobre aquellos dirigentes que llevaron el timón de los Juegos, vale la pena destacar que se movieron millones y millones de las antiguas pesetas y no hubo ningún caso de corrupción.

Encendido del pebetero en los JJ.OO. de Barcelona en 1992
Barcelona se ha reinventado muchas veces, con sus exposiciones universales, con la invención del Eixample o con la iniciativa de los Juegos. No está escrito en ningún sitio que no se pueda retornar a intentar. Pero para ello debería cambiar la mentalidad de los políticos que hoy nos gobiernan y igualmente la de los miles de profesionales y representantes de la sociedad civil que hoy no se sienten motivados a colaborar en los asuntos públicos. Pero hay brotes verdes. Como el gran trabajo que está haciendo Fira de Barcelona para poner otra vez la ciudad en el emplazamiento que le corresponde en el mundo. Aprendamos del pasado para coger fuerza para el futuro. Los Juegos nos enseñaron el camino.
Publicar un comentario