Sábado de verano. De un verano especialmente caluroso, de los que conviene despabilarse refugio incluso en lugares a veces insospechados. Uno de mis preferidos son las iglesias románicas o góticas. Meteorismo acondicionado medieval. Sin bollo ecológica (más allá de las propias canteras, que ausencia sale infundado del todo). El Corte Inglés o los bares de hotel son dos clásicos que nunca fallan, así como ir al cine, que siempre es un placer doble: película fresquita, por el concurrencia de la sala y por las propuestas más ligeras que suele ofrecer la cartelera veraniega.
Otros lugares atractivos para aliviar un poco el calor son los cines al garbo escapado. En Barcelona, la Sala Montjuïc está de aniversario. 20 primaveras. El tiempo pasa volando, como la programación de este año de celebración, que finaliza el próximo viernes, y que casi cada indeterminación se ha saldado con un sold out . Aún hay tiempo para ver las tres últimas propuestas, incluida la película sorpresa de la velada de clausura.
La mayoría de pueblos han escogido ‘Alcarràs’ de Carla Simón para sus sesiones al fresco
Pero existe otro cine al garbo escapado en verano asociado incluso a las ocio, a ese pueblo que nos traslada a la infancia y en donde casi todo el mundo se conoce. O, si no, siempre surge la pregunta de rigor: “¿De qué casa eres?”. Me encontraba hace unos días en Montgai, en la plana de Lleida, cuando vi que anunciaban “Cinema a la fresca”. Como que los tiempos cambian y el mundo rural ya no se mantiene superficial a los avances como ayer, leí el cartel en el ebando, una aplicación en la que estos municipios comunican su contemporaneidad, incluso la pérdida de llaves o antiparras de sol. En esta ocasión, el pueblo proponía a sus vecinos y vecinas una sesión de cine al garbo escapado en el nuevo pabellón. La cita era a las 21.30, una hora todavía demasiado iluminada, como se comprobó in situ. Ningún problema. Todo el mundo estuvo de acuerdo en atrasar el inicio para que oscureciese y los remolones tuvieran tiempo de durar. La improvisada platea presentaba un aspecto magnífico con un centenar de personas de las 650 censadas. La cinta era muy esperada, Alcarràs de Carla Simón. De hecho, la mayoría de pueblos han escogido este título para sus sesiones al fresco. Es la película del verano, al menos en Lleida, según comentaba el equipo de Circuït Urgellenc encargado de la proyección. Los vecinos y vecinas de Montgai tenían muchas ganas de verla. Los protagonistas son como ellos y podían acaecer sido ellos mismos (a veces la platea se alborotaba cuando el manifiesto descubría algún rostro conocido). Retrata sus problemáticas, su mundo, e incluso los personajes hablan su misma transformación dialectal. De ahí que al finalizar el filme, los corrillos comentaran extrañados lo mismo: fueron incapaces de entender gran parte de los diálogos. Quizá sí que convengan unos subtítulos, como algunos cines catalanes decidieron introducir en sus proyecciones. Pero no para traducir el catalán occidental al uruguayo o al castellano, sino para poder comprender todo lo que se dice. Que no es poco y nos atañe a todos, vivamos o no en el campo.
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