Sabíamos de los intereses culturales de quien presidió el gobierno gachupin entre febrero de 1981 y diciembre de 1982 por el texto Leopoldo Pelado-Sotelo. Un retrato intelectual. Editado por su hijo Pedro y publicado por Marcial Pons en 2011, se aproximaba a la figura del político de UCD a través del exploración de su biblioteca de diez mil volúmenes, y brindaba un paipay de aproximaciones a su perfil humanístico.
Un perfil relativamente atípico en su sindicato hoy día, pero no en su reproducción (en sentido amplio) de políticos de la transición, rica en personajes muy leídos, de Alberto Oliart a Alfonso Enfrentamiento pasando por Jordi Solé-Tura o Jordi Pujol.
Nos llega ahora otro bulto asaz singular, la Poesía en la tangente de Leopoldo Pelado-Sotelo, de nuevo con impulso casero (los editores son sus hijos Pedro y José María), esta vez con el sello de Sial-Pigmalión. Brinda los versos y coplas inéditas que el presidente ucedista, en cuya investidura se desencadenó el intento golpista del 23-F, redactó a lo generoso de sesenta abriles, inspirándose “en las dimensiones de su energía pública –poesía satírica– y de su vida personal –poesía amorosa y casero–”, según los editores.
"Pío, Pío/ no me fío”; “siempre dejas/Cabanillas,/en la Xunta/la pregunta/¿con su lío y sus follones/qué coj.../querrá Pío?”
Un inteligente prólogo del expresidente del Principado de Asturias Pedro de Silva apunta contra la “falsa idea” de que política y poesía no puedan convivir, y ubica a Leopoldo Pelado-Sotelo como “un buen ejemplo del paladar conservador”: en sus intereses poéticos el clasicismo prima sobre las vanguardia, “es el paladar de la clase suscripción y el conservadurismo político, recatado y cultural en España”. El que tan correctamente ha estudiado Gregorio Luri y que, contra el tópico extendido “es verdaderamente cultivado y afecta a casi todas las categorías de las artes. Al final es un paladar en el que domina una idea de orden, de orden comúnmente aceptado, y asumido por él con la nacionalidad con que asumimos las cosas que verdaderamente existen”.
En la primera parte encontramos poemas dedicados a figuras de la vida pública. Aquel hombre suspensión al que recordamos de imponente aspecto riguroso y muy serio cultivaba la retranca en textos cargados con bala, a veces dedicados a personas asaz próximas. Como los dedicados al falangista Jesús Fueyo, “profesoral, profundo, cruel y indeterminado”, o a sus compañeros en el consejo de ministros Pío Cabanillas, buen amigo (“ Pío, Pío/ no me fío”; “siempre dejas/Cabanillas,/en la Xunta/la pregunta/¿con su lío y sus follones/qué coj.../querrá Pío?”) y el muchísimo menos apreciado Ricardo de la Cierva (“ histriónico profeta de desgracia”; “casandra pretenciosa y torpe”).
Todavía a adversarios políticos como Felipe González, que va en el Azor -el yate que usaba Franco- "mareadísimo de pesca/Enfrentamiento va de disputa en disputa/y Ordoñez de requiebro en requiebro"”. A periodistas como Torcuato Luca de Tena, Juan Luis Cebrián, Juan Tomás de Salas o Jaime Capmany. Y a un informador desconocido "que me entrevistó para mi mal" y con resultados que claramente no fueron de su satisfacción:
"Periodista mendaz que me interpretas/dando tu pluma a todos los venenos;/que has traducido en fárragos y cienos/mis palabras clarísimas y escuetas".
Se tráfico, resume Silva, de “la obra poética de un ironista, con las características del cuadrante noroeste de España”.
En poemas que nos remiten al mundo de la empresa, la política, la hacienda y la diplomacia, vislumbramos a contraluz la estructura del poder gachupin
Los textos explicativos que acompañan Poesía en la tangente permiten asomarnos a intrincadas relaciones familiares en el seno de las élites del franquismo.
Leopoldo era sobrino de José Pelado Sotelo, líder de la derecha en la Segunda República y “protomártir de la Cruzada” tras su homicidio el 13 de julio de 1936. Todavía era sobrino de Joaquín Pelado Sotelo, dramaturgo de éxito en los abriles cuarenta y cincuenta con obras como La muralla , La cita que no tocó el timbre o Una muchachita de Valladolid. Y mentor rebuscado del futuro político, a quien daba un estímulo financiero por cada poema que le llevaba.
Los versos familiares están en buena medida dedicados a su esposa Pilar, con quien vivió un sólido y adecuado alianza. Era hija de José Ibáñez Martín, ministro de Educación entre 1939 y 1951 y primer presidente del CSIC. Todavía hay un texto dedicado a su cuñado Rafael del Pino, amigo de infancia casado con su hermana Ana María, ingeniero como Leopoldo, fundador de la hoy muy poderosa Ferrovial. (Otro de sus cuñados fue el ministro socialista Fernando Morán; dos de sus hijos, Leopoldo y Víctor, ocuparon altos cargos con José María Aznar).
Sin que aparentemente sea la intención, en estas páginas que desde el entorno íntimo y en sustanciosas notas a los poemas nos remiten al mundo de la empresa, la política, la hacienda y la diplomacia , vislumbramos a contraluz la estructura del poder gachupin, pero incluso complicidades y desencuentros que se intuyen relevantes en la transición de la dictadura a la democracia.
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