Lecciones sin nostalgia

En el momento de memorar la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, desde la perspectiva que dan los 30 abriles transcurridos, es interesante valorar algunas de las lecciones aprendidas para, en su caso, aplicarlas hoy en día.

Primero, unas consideraciones de contexto: la sociedad ha cambiado mucho. La crisis económica del 2008-2014, a posteriori de los abriles de expansión neoliberal, generó un gran aumento de las desigualdades sociales y la pandemia y la refriega en Ucrania lo han viejo de complicar. En cuanto a Barcelona, en mejor posición que cuando se empezó la aventura olímpica, se ha ido encontrando con nuevos retos que afrontar. Cuando se inició el tesina, Barcelona necesitaba dinamizarse y enfrentarse al futuro, ya que la ciudad que había vivido dos décadas de paro y desatiendo de sencillez, los cuarenta y los cincuenta, una de expansión caótico y reflexivo, los sesenta, y finalmente los setenta, que fue una decenio perdida porque no ocurrió nadie ya que la atención estaba centrada en la transición. Había muchas evacuación a enredar y anhelos e ilusiones por hacerlo.

La ciudad de Barcelona debe pensar a lo ancho y mirar allí, huyendo del cortoplacismo y de las tácticas sectarias

El tesina desconsiderado morapio a satisfacer estas evacuación y expectativas. Pero no los Juegos en sí mismos, sino la oportunidad que le generaban a la ciudad para repensarse, mirar allí, movilizarse y ser capaz de difundir nuevas energías y dinámicas positivas para afrontar el combate de “desobstruir la ciudad al mar”, “equilibrar su país” con las cuatro áreas olímpicas, compartir las instalaciones con 17 subsedes, construir las rondas para sujetar un 20% del tráfico del centro de la ciudad y “ponerla en el planisferio”. Todo ello con el objetivo de mejorar la calidad de vida de la ciudadanía y difundir oportunidades de expansión y un delegado permanente. Muy sintéticamente, estos son los grandes rasgos de la logística de ciudad que se lideraron desde el gobierno municipal y, en particular, por el impulso del corregidor Maragall, y que se realizaron en cooperación interinstitucional y pública-privada, con grandes equipos de profesionales del COOB’92 y del Holding Soberbio, y con el apoyo de los voluntarios olímpicos para elaborar la ciudad y realizar, al mismo tiempo, los mejores Juegos Olímpicos.

Fue una experiencia inolvidable e irrepetible que respondió a una coyuntura particular. No hay que tener ninguna nostalgia. Hoy estamos en otro momento de la vida de la ciudad, de Catalunya, de España, de Europa y del mundo con el gran combate de cómo realizar un expansión sostenible y solidario en un contexto de emergencia climática y social.

Las lecciones del 92 para hoy son: tener una logística general de ciudad, de ámbito metropolitano; las estrategias y actuaciones que se desprenden deben ser fruto de amplios consensos y acuerdos; la ciudad debe pensar a lo ancho y mirar allí, huyendo del cortoplacismo y de las tácticas sectarias; desarrollar una vistazo ciudad adentro, en sus barrios y en las personas más vulnerables, buscando cohesión social y al mismo tiempo, y realizar una conducta como una ciudad que juega en el contexto europeo y mundial.

Es posible y necesario. Tenemos capacidades para hacerlo.

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