Liz Truss, el arte de cambiarse de chaqueta

"¡Maggie, Maggie, Maggie! ¡Fuera, fuera, fuera!”, gritaba Liz Truss de pupila en las marchas antinucleares a la que la llevaban sus padres de izquierdas, una enfermera y un matemático. ¡Quién la viera entonces y quién la ve ahora, ministra de Asuntos Exteriores en un gobierno conservador, favorita del establishment crematístico, representante del ala derecha tory, con el celo fanático de los conversos al Brexit y el faja thatcherista¡

Truss (46 abriles, casada y con dos hijos), aprendió pronto a cambiar de chaqueta, lo cual ayudaría a comprender que un día pasara de pedir echar fuera a Thatcher a estar cerca de convertirse en su sucesora (aspiración no le yerro). Para cuando ingresó en la Universidad de Oxford posteriormente de cursar estudios de bachillerato en la escuela pública, ya había cubo el paso del Labour a los liberales demócratas (centro). Y de ahí a los tories puede decirse que fue una progresión natural.

Su paso por la multinacional petrolera Shell y una empresa de telecomunicaciones la acabaron de convertir en una creyente firmemente del librado mercado, en las antípodas de sus padres (que se enfadaron cuando decidió presentarse a diputada por el Partido Conservador). Su fe está depositada en la prudencia fiscal, el Estado pequeño que interfiere lo menos posible en la vida de los ciudadanos (“no necesitamos que nos diga que comemos demasiados donuts”) y los títulos liberales.

Y el Brexit, claro, que se ha convertido en una religión y ha de abrazar cualquiera que aspire a ser de ministro para en lo alto. Aunque en su caso fuera dando un considerable rodeo, ya que en el referéndum del 2016 hizo campaña y votó por la permanencia europea. “Lo hice por observancia a David Cameron (que la había notorio ministra) y porque tenía miedo de las repercusiones económicas, pero esos temores han resultado completamente infundados”, dice ahora a modo de explicación.

La llaman Instragram Truss por su autobombo en las redes sociales 

Truss es una animoso nata, que siempre transmite el banda positivo de las cosas, aunque incurra para ello en notables exageraciones. Como, por ejemplo, el valía de los más de sesenta acuerdos comerciales suscritos durante su papeleo como ministra de Comercio Internacional, y que básicamente consisten en un copiar y pegar los que tenía previamente el Reino Unido como miembro de la UE, y ponerles la firma. Pero de tratados nuevos, solo uno con Japón. El más anhelado, con Estados Unidos, está muy acullá en el horizonte.

Aun así, la nueva secretaria del Foreign Office, cuyo apodo es Instagram Truss por su autobombo en las redes sociales, ha sacado el mayor partido posible de sus fotos vestida de rojo, zarco y blanco (los colores de la Union Jack) firmando convenios aquí y allá, y demostrando que hay vida posteriormente del Brexit. Otra cosa es que la visión de la Gran Bretaña mundial que volvería a reinar en los mares esté todavía en pañales. Todo llegará.

Para las bases conservadoras es el miembro del Gobierno más valorado, porque consigue cosas . Por sus títulos libertarios y su claro posicionamiento en las guerras culturales, radicalmente contraria al movimiento woke . Sus credenciales capitalistas son impecables, siendo coautora de un documento neoliberal y euroescéptico titulado Britannia Unchained que califica a los trabajadores británicos como unos de los más perezosos del mundo y defiende un capitalismo de empleos basura con una fuerza sindical tecnológica de conductores de Uber y repartidores de Deliveroo. Y de eurófila ha pasado a radical euroescéptica, partidaria de romper los acuerdos del Brexit sobre Irlanda del Meta a fin de presionar a Bruselas.

Sus ambiciones políticas estuvieron a punto de entrar en berbiquí por un affaire de año y medio con un dirigente tory que tenía que ser su mentor, pero se convirtió en conveniente más que eso. Al tercer intento consiguió un escaño en los Comunes por Norfolk, lanzando una carrera que la ha manido acontecer por los ministerios de Educación, Medio Ámbito, Jurisprudencia y Comercio Internacional, hasta presentarse a Exteriores.

La cara de la diplomacia británica no es una buena oradora, es un poco desgarbada, tiene un carácter intenso y la manía de acercarse demasiado a la masa, adora las hamburguesas, detesta la mayonesa y disfruta de un buen vaso de caldo y un whisky. Parece un androide o una muñeca de cera. Aspiraba a ser ministra de Capital para aplicar su capitalismo radical, pero Johnson premió su observancia haciéndola jefa de la diplomacia. Truss está perfectamente situada para sucederlo.

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