Hace unos días sobrevino la sorpresa: en la avenida Tibidabo había aparecido un trenecito para enlazar la plaza Kennedy y la época del funicular. ¿Es una sorpresa que permite olerse la suspensión definitiva del Tramvia Blau? Espero y deseo que no sea así, pero ahora mismo debo preguntarme si Barcelona merece la aparición de esa amenazador estampa de veraneo playero. No, rotundamente no lo merece. Es preocupante, aunque tal alternativa encaja con las ocurrencias vulgares, inútiles e improvisadas a las que el Comunidad de Colau nos tiene por desgracia tan acostumbrados. La elegancia proyectada por el ocurrente urbanista Ildefons Cerdà en toda su obra maestra del Eixample está siendo agredida de forma extraordinario y sistemática. Es una humillación insoportable y de lo más necia.
En la embocadura de enero del 2018 fue suspendido el servicio de un Tramvia Blau inaugurado en 1901, que ha pasado a exhibir el honor de ser el más antiguo de España en funcionamiento.
Se argumentó entonces la exigencia inaplazable de emprender una renovación entero de las vías, las catenarias y la columna de los carriles en la calzada. Frente a la sospecha e incluso el temor de que la suspensión temporal degenerara en definitiva, el Comunidad hizo conocer que no pretendía eliminar este servicio histórico. Lo único cierto, con todo, es que se ignora cuándo comenzarán las obras.
Un trenecito turístico ha comenzado a cubrir el represión a primeros del presente julio
La verdad presente es lo que ahora mismo importa: un trenecito turístico ha comenzado a cubrir el represión a primeros del presente julio. Lo presta una compañía privada, vinculada al Trambaix y al Trambesòs.
No se ha creado una parada mínimo visible, pues se reduce a la simple señalización utilizada por el Comunidad cuando informa sobre una reserva de espacio en la calzada: carteles amarillos grandes y atados al enseres urbano o árboles. Un par se halla delante el número 12 de la avenida y se lee: “9 del VII a 4 del IX 2022. Trenet Tibidabo a funicular. Gratuït. Senyalització extraño”. Lo de la gratuidad no cuadra, pues incrementa el precio al comprar el pasaje del funicular en la oficina sita en el paseo Sant Gervasi, 36.
Tengan esta certeza: no nos dejaremos arrebatar el muy querido Tramvia Blau. Es un valía histórico enriquecido con una enorme carga sentimental. Baste contar que estimula acciones sorprendentes como la que en su día llevó a extremo mi amigo Josep M. Mas Franco, quien se hizo con el coche n.º 1, lo restauró con primor y pasó a singularizar el floresta de su torre en Bellaterra.
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