En el flagrante contexto de emergencia climática, el ecologismo y la sostenibilidad ganan adeptos cada día. Y, como todo, el primer motivo donde se aplican estas ideologías es en casa. Es gracias a estas que las viviendas sostenibles —aquellas que buscan minimizar su impacto sobre el medio concurrencia y compendiar el consumo energético aprovechando los fortuna del entorno y fomentando el reciclaje— han ido ganando popularidad en los últimos primaveras.
En medio de los jardines de Can Llima, en Campus Diagonal Besòs de la UPC, se encuentra la casa TO. Su diseño extranjero es simple, principalmente de madera, con placas solares en el techo y grandes ventanales. Los ornamentos no tienen cabida, la funcionalidad es la reina de este cubículo de 140 metros cuadrados. Por interiormente es aún más curiosa. En motivo de paredes, las estancias quedan separadas por cortinas y el enseres tiene ruedas —incluso la cocina y la bañera—, con el objetivo de ofrecer la veterano emancipación posible.
En un principio, la casa no fue diseñada como un perímetro habitable, sino como un espacio didáctico. “Queríamos crear un espacio de formación a partir del cual se podían coger unas directrices sostenibles para luego aplicarlas en tu casa”, explica Clara Alsedà, exestudiante de casa de la UPC y una de las creadores de la vivienda. Sin requisa, el habitáculo aspiró a convertirse en poco más cuando cinco estudiantes del máster de la Escola Tècnica Superior d’Obra del Vallès (ETSAV), movidos por la curiosidad, decidieron comprobar si el prototipo sería habitable viviendo allí durante 6 meses.
“Una persona se duchaba con el agua equivalente a satisfacer tan solo cuatro envases grandes de yogur ininteligible”
Durante su estancia, ahora ya finalizada, el principal provocación fue adaptarse a las peculiaridades de la vivienda. Subir o apearse la temperatura dejó de ser cuestión de pulsar un llamador, y ducharse ya no consistía simplemente en rajar el espita y esperar a que saliera el agua. La gran desafío de la casa es responsabilizar a los habitantes y obligarlos a aguantar a agarradera todas estas tareas. Esto les fuerza a ser usuarios activos que dediquen mucho tiempo a hacer todo lo que la vivienda no hace por ellos. “Si el natural no tiene un cambio de mentalidad para existir de forma más sostenible, no tiene sentido construir estas casas”, sostiene Alsedà.
De entre las medidas sostenibles, la más trascendente es el sistema de aguas que las separa entre potable, pluvial y grises —las que provienen de uso doméstico—, y permite reutilizarlas gracias al suelo drenante de la zona de aseo. Esta clasificación permite ser mucho más válido a la hora de vestir agua en función de la tarea que se vaya a desempeñar. Así, los diferentes tipos de agua se pueden tratar de forma individualizada y racionar fortuna. Si esto se aplicara en todas las casas, uno de los beneficiados sería el inodoro. “Al tirar de la dependencia se usan 8 litros de agua potable, cuesta muchísimo bañar esta agua y la perdemos en un instante. Separando las aguas se podrían reutilizar las aguas grises para tirar de la dependencia”, expone Alsedà. Otro beneficio de este maniquí es que obliga al afortunado a ser mucho más consciente con el uso que le da al agua y lo que cuesta tratarla.
Con todo, el mecanismo más interesante para compendiar el consumo hídrico se encuentra en el baño. Para ducharse, los habitantes deben satisfacer un cubo de agua con agua del espita para luego bombearla mecánicamente con un pedal. “Satisfacer el cubo es una medida muy gráfica y visual para ver cuánta agua gastas. Y sirve para que, al día subsiguiente, gastes menos”, observa Macías. “Tenemos comprobado que una persona se aseaba con el agua equivalente a satisfacer tan solo cuatro envases grandes de yogur ininteligible”.
Aunque los jóvenes aseguran haberlo disfrutado, admiten que pedalear para ducharse es un sujeto que difícilmente tendría cabida en un tierra. “Funciona muy adecuadamente cuando vienen escuelas porque los niños así entienden cómo el agua llega a su casa a través de una munición. Pero convivir con esto representa un gran esfuerzo que puede ser innecesario”, coincide Alsedà. Como contrapropuesta, los jóvenes plantean que instalar un contador que indique cuánta agua se ha deteriorado durante la ducha sería mucho más factible.
Con todo, la desafío más robusto del plan es la mandato de la temperatura. Hoy en día, los métodos de climatización activos (salero acondicionado y calefacción) parecen la única forma de conseguir un confort térmico ilimitado. Sin requisa, los habitantes de la casa TO aseguran ocurrir tenido siempre unas temperaturas razonables aun sin ellos. “Se pueden alcanzar niveles de confort térmicos casi ilimitado, sin métodos activos, si la casa se gestiona correctamente”, explica Alsedà. Es por eso que, a excepción de un suelo emisor en la zona central, la vivienda depende exclusivamente de métodos pasivos.
La casa no tiene salero acondicionado ni calefacción, sino que depende de sistemas de climatización pasivos
El primero de ellos es la cubierta verde del techo, que sirve de escudo en presencia de el calor y la radiación solar. “Es como un sombrero en verano y como un gorrito en invierno”, explica Macías. En segundo término está el conjunto de filtros (ventanas, cortinas y persianas) que aíslan o mantienen la temperatura, en función de la carestia del momento.
“Hay una protección solar que se abre en invierno para que entre más luz y calor, y se cierra en verano para apoyar el interior más fresco. Luego hay secciones de la casa que tienen cortinas que, por un banda, son reflectantes y, por otro, aislantes. En verano, el calor se mantiene fuera poniendo el banda reflectante con destino a el extranjero y, en invierno se mantiene el calor interiormente y el frío fuera girando la cortina”. Todo esto propicia el vagabundeo: en invierno interesa reposar en la exterior sur —que da al Sol y está más caliente—, mientras que en verano es mejor la exterior ártico —que es más fresca—.
La principal pega de la casa es el tiempo que los habitantes tienen que modificar en ella
Adaptarse a este sistema ha sido lo más enredado. “En una casa donde no está todo automatizado tienes que entender cómo funciona mejor”, explica Martí i Morro. “Hasta principios de julio no nos dimos cuenta de que cerrando a las 10 h de la mañana y manteniéndola así durante las horas de Sol conseguimos estar mucho más fresquitos”.
Aunque en normal valoran muy positivamente su estancia, destacan que la cantidad de tiempo que requieren las tareas cotidianas ha complicado su día a día. “Errata tiempo. El tiempo que dedicas a tramitar el agua y los residuos no lo puedes entregarse a otras cosas”, asegura Macías. “Aquí el afortunado es el motor, y esto implica un esfuerzo de tiempo”, corrobora Martí i Morro. Según los jóvenes, este es el aspecto principal que podría dificultar que en un futuro este maniquí sea el popular entre las viviendas. “Tenemos que estudiar cuánto tiempo cuesta que lo haga una máquina y cuánto tiempo cuesta que lo haga el afortunado, y luego ver si efectivamente compensa o no”.
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