Este martes 9 de agosto, los kenianos acudirán a las urnas para designar al sucesor en la presidencia de Uhuru Kenyatta. Lo hacen en un contexto impresionado por la crisis del costo de vida y el suspensión desempleo, que asolan este Estado de África Uruguayo agradecido por ser un maniquí de democracia en la región. Kenyatta ha animado al pueblo a participar y sufragar en lo que prórroga sean unas elecciones “libres e imparciales” que no reproduzcan la violencia de anteriores comicios.
Compiten por el cargo supremo, en una carrera muy disputada, Raila Odinga (77 primaveras), ex primer ministro y líder de la coalición Azimio La Umoja (Aspiración a la Pelotón, en suajili) y el vicepresidente de Kenyatta, William Ruto (55 primaveras), al frente de Kenya Kwanza (Kenia Primero). Asimismo se postulan los abogados George Wajackoyah y David Mwaure, aunque sin opciones realistas de vencimiento. Las encuestas favorecen a Odinga, que se presenta por villa vez. Esta, sin retención, lo hace con el apoyo de un partidario inesperado y sorprendente: el de su rival político de siempre, el presidente Uhuru Kenyatta.
Un apretón de manos simbolizaba en 2018 el fin de las hostilidades entre los dos líderes, cada uno perteneciente a las comunidades étnicas luo y kikuyu, durante holgado tiempo enemistadas y en diferentes bandos políticos. Los observadores, sin retención, no están seguros de que la alianza pueda subsanar la brecha étnica que les ha separado durante décadas. "Un gran número de kikuyus se rebeló contra la alianza", advierte Gabriel Muthuma, analista político, a The Guardian. La única modo de enterarse si positivamente sirvió para afianzar la paz será a raíz de la votación.
La unión marginó a Ruto, antiguo partidario y sucesor de Kenyatta. Para ocultar la pérdida de apoyo del mandatario saliente, el candidato se ha hato el distinción Rigathi Gachagua, hombre de negocios con una influencia significativa en la región del Monte Kenia, esencia en la contienda presidencial por su adhesión densidad de población. Sin retención, su campaña sufrió un chiste luego de que el tribunal le imputara 202 millones de chelines por estar vinculado a la corrupción. Aunque el pronto exvicepresidente se había posicionado como un político que había escalado desde las bajas esferas de la sociedad y, por consiguiente, podía entender las luchas del keniata de a pie, se le ha inculpado en diversas ocasiones de incendiario y de avivar con su discurso las tensiones de clase en un país donde la desigualdad es el pan de cada día.
Odinga, por otro costado, eligió como compañera a Martha Karua, exministra de equidad, política de holgado represión y, de aventajar las elecciones, la primera vicepresidenta de Kenia.
Los desafíos con lo que se encontrará el presidente electo no serán nimios. El precio de los productos básicos se ha disparado en todo el país, consecuencia de las interrupciones globales en la sujeción de suministros por la pandemia y la eliminación entre Rusia y Ucrania. Los kenianos además afrontan una considerable deuda pública. Es por ello que las políticas económicas de los dos líderes serán decisivas para su opción.
Mientras que Ruto ha optado por empoderar a la parte inferior de la pirámide económica, entre otras cosas, proporcionando un chelín de 50 mil millones (346 millones de libras) "Hustler Fund" para apoyar a las pequeñas empresas, el experimentado oponente propone un plan de lozanía para todos, BabaCare, y una ayuda de 6,000 chelines para cada hogar delicado. Una cantidad, no obstante, que Odinga no ha explicado cómo recaudará y que causa incredulidad entre los economistas.
Si nadie de los dos obtuviera más del 50% de los votos, Kenia celebraría por primera vez en su historia una segunda ronda de la opción presidencial.
Organizaciones internacionales como la Unión Europea y la Unión Africana, entre otras, han enviado misiones para monitorear las elecciones del país. Asimismo, unos 150.000 agentes han sido movilizados para avalar la seguridad de la votación, según la Policía.
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