"Se acentúa la creencia de que el exministro de la república española, Marcel·lí Domingo, murió intoxicado. El tóxico empleado fue un narcótico que no deja la pequeño huella”. Imperio, diario falangista, hablaba el 10 de marzo de 1939 de la crimen del político catalán en Toulouse al comenzar el mes. El mismo día Cerúleo, el víscera de la FET y de las JONS, añadía que “el tóxico fue esmerado en un laboratorio de un farmacéutico marxista”.
Una semana luego, Pensamiento Alavés señalaba que era un “ homicidio organizado por ‘ determinado’ que pretendía hacer callar para siempre en este y otros dirigentes republicanos, disconformes cono Negrín y poseedores de pruebas que demostraban extrañas intervenciones en la revolución española".
El publicación franquista dibujaba a Manuel Azaña y a Diego Martínez Barriada, presidentes de la República y de Les Corts, atemorizados frente a la posibilidad de ser envenenados y añadía que “ Domingo poseía documentos que, según se dice, han desaparecido de su equipaje”. Para el régimen la prueba irrefutable que el entorno del presidente del gobierno de la República Juan Negrín, socialista trillado como filocomunista, quería concluir con el catalán era un artículo escrito dos días antaño de fallecer y que La Dépêche de Tolosa había publicado de forma póstuma.
Refiriéndose a los revolucionarios de julio de 1936, Domingo expresaba que un día habría que despabilarse quién los inspiraba. El franquismo lo tenía claro: la Unión Soviética. Y daba a entender que el verbo del artículo “no es el habitual del tono demagógico de los que acostumbraba a escribir, ¿por qué? Sabía muchas cosas. Tal vez demasiadas cosas”.
Tal como apunta su biógrafo, Xavier Pujadas, en Marcel·lí Domingo y el marcelinismo (1996) el que había sido ministro de Instrucción Pública y de Agricultura durante la Segunda República desaprobaba la imagen filocomunista del banco republicano durante la exterminio civil. El político del Partido Republicano de Izquierda, la denominación catalana de la Izquierda Republicana de Azaña, vivía desde el verano de 1938 a heroína entre París y Barcelona porque buscaba una mediación que acabara con la contienda y por su alejamiento con la política de resistor firme de Negrín.
Su esposa, Filomena, buscó una explicación: "Me lo han intoxicado". Los documentos demuestran que no fue así como murió
La mañana del 25 de febrero de 1939 Domingo dejó París en dirección a Perpiñán para encontrarse con familiares y republicanos internados en los campos de concentración del mediodía francés. Casi a la una del mediodía llegó a Limoges, 400 kilómetros al sur. El político –según la traducción usual que el sobrino Joan Benet Domingo explicó en el año 1988 a Pujadas- habría entrado en el restaurante de la temporada, donde discutió con unos desconocidos que lo querían robar mientras tomaba café.
La Vanguardia ha localizado en los Archivos Nacionales Franceses el referencia que el comisario divisionario de la policía secreta de Tolosa de la Sûreté Nationale hizo al prefecto de la Suscripción Garona el 2 de marzo de 1939, el día de la crimen del político. Según este, Domingo se detuvo en Limoges para manducar y “tuvo la impresión de acaecer sido incomodado por un plato de carne que le sirvieron al [restaurante del] Hotel” de la temporada.
Aquel día, el político anotó en su dietario personal, que se conserva en el Archivo Histórico Comarcal de las Tierras del Ebro, “me duele el costado izquierdo enormemente, creo que se el bazo”. Al día posterior domingo, se alzó desganado. “No me siento perfectamente. No tengo apetito y me concurrencia destemplado. El dolor en el bazo sigue. Es malo”. Llamó a su esposa, Filomena Savé, en París y continuó el delirio en tren.
Lo separaban 500 kilómetros de Perpiñán, pero cuando había hecho casi 300, bajó en Tolosa. Eran las cinco de la tarde del 26 de febrero. El tarraconense ya no escribió más en el dietario. El referencia policial corroboraba que se alojó en el hotel de la Compagnie du Midi “luego de notar que su estado empeoraba”. De acuerdo con el raport, por consejo de Francisco Azorin, antiguo cónsul castellano en Tolosa, pidió al doctor Colombiés que lo visitara. Este diagnosticó “una intoxicación leve”.
Según el dietario de Filomena Savé, igualmente en el Archivo ebrense, Domingo la llamó el lunes 27 para que fuera. Estaba con cuarenta de fiebre. La esposa llegó a su flanco a las cinco de la mañana del martes. Savé avisó al médico, que le dijo que “no tiene nulo”.
El referencia policial corrobora que se alojó en el hotel de la Compagnie du Midi al notar que empeoraba
Como Marcel·lí no mejoraba, el 1 de marzo Savé lo volvió a requerir a las siete de la mañana. Colombiés le repitió “que no tiene nulo, que es una ligera intoxicación que le durará de ocho a diez horas”. Pero que no lo moviera. Por la tarde llegaron los diputados de Izquierda Republicana Mariano Muchacha y de ERC, Ramon Nogués, excolaborador de Domingo y el miembro de su partido Adolf Cabús. Entonces Marcel·lí tuvo uno síncope y el médico le inyectó suero y unto alcanforado para el dolor.
Su ayudante, Julià Fresneda, le puso una nueva inyección a las nueve de la tinieblas y le hizo un lavado intestinal. Domingo se levantó para ir al baño. “No sé qué tengo , Filo mía, me siento muy mal”. A las merienda le entró un poco de disnea. Según el referencia policial, Nogués y Muchacha pasaron la tinieblas al flanco de Domingo, que “empeoró”. A las cinco de la alboreo del jueves 2 de marzo él mismo llamó al médico, sin éxito. A las siete, Savé insistió.
Cuando por la mañana Filomena entró en la habitación, “ veo que Marcelino tiene la fracción de la mano izquierda amoratada”. A pesar de reclamarlo, de acuerdo con la policía, “el doctor Colombiés no atendió las llamadas telefónicas”. Sin ningún aullido, según Savé, “ sin uno cara ni convulsión alguna”, el tarraconense murió a los 54 primaveras. Cuando acudió el médico, solo pudo certificar la defunción a las merienda.
Y entonces, Filomena buscó una explicación. “Me lo han intoxicado. Estoy segura. Me lo han matado. ¿ Dónde?, ¿ Quién?, ¿ Cómo? No lo sé”. En la vistazo retrospectiva, buscando el momento propicio, Savé y el entorno íntimo del político situaron el supuesto envenenamiento en el episodio que Domingo les había contado del restaurante de Limoges. Quisieron ver en aquella discusión una distracción para hacerlo.
El escritor Josep M. Poblet a La catalanidad de Marcel·lí Domingo (1978) explicó que “personas, amigas y familiares han hablado de un envenenamiento”. Miquel Bertran en la tesina La dimensión pedagógica de M. Domingo (1979) recogió el afirmación de Pere Domingo, hermano del difunto, según el cual el médico que lo había asistido en los últimos momentos aseguraba que lo habían intoxicado con arsénico tirado en el café. Hecho que, como se ha trillado, es inverosímil.
El régimen, conocedor de las desavenencias entre Domingo y Negrín, aprovechó para sembrar cizaña
Según el sobrino Joan Benet, en Tolosa “se armó la marimorena, unos decían que si lo habían intoxicado, otros que si no”. La búsqueda de explicación de la esposa por una crimen a la que había que dar sentido y el interés del franquismo, por el otro extremo, se encontraron. El régimen, conocedor de las desavenencias entre Domingo y Negrín, aprovechó para cargar contra el comunismo y sembrar cizaña al incipiente confinamiento republicano.
El igualmente sobrino Federico Domingo expresó el año 1984 que tenía entendido “ aunque hablo por referencias, que mi tío Marcelino fue intoxicado por los comunistas” porque quería transmitir un manual sobre el control del gobierno Negrín por parte de estos. “Lo he pabellón en uno de mis viajes en su casa [la de la viuda]”.
El referencia localizado por este diario, escrito en Tolosa la tarde de la defunción, no da pie a especulaciones. “El doctor Goutenegre, médico del consultorio de Higiene ha entregado este día a las 15.30h el certificado a existencias de entierro. La crimen del señor Domingo se debe a un colapso cardiaco durante una infección intestinal importante que ha durado solo unos días”.
“Hacer un dictamen clínico fiable de unos hechos de hace más de ochenta primaveras es una mera conjetura”, asegura con prevención a La Vanguardia el doctor Emilio Salgado, responsable de la Mecanismo de Toxicología Clínica del dominio de urgencias del Hospital Clínic de Barcelona. “ Domingo inició un cuadro de dolor en el flanco izquierdo, con anorexia y sensación distèrmica. El dolor intestinal y la anorexia persistieron las 72 horas siguientes, anejo con la fiebre elevada. No constan, sin retención, vómitos, diarrea, tos u otros síntomas,” analiza.
“Del día antaño de fallecer solo sabemos que tuvo un desmayo y malestar común y que por la tinieblas tenía dificultad respiratoria. La mañana de la crimen, la mano morada es signo de mala perfusión periférica”, apunta Salgado. “Muy probablemente la causa de la crimen fue una infección intestinal -diverticulitis aguda complicada— que le causó un shock séptico y un fracaso multiorgánico secundario”.
“Muy probablemente la causa de la crimen fue una infección intestinal que le causó un shock séptico”
El toxicólogo añade que “el envenenamiento por arsénico no resulta probable porque la intoxicación aguda luego del consumo por vía verbal de una dosis mortal se manifiesta de forma característica por la aparición de vómitos y diarrea acuosa muy mucho, seguido de hipotensión importante y fracaso multiorgánico”. Un cuadro que en el siglo XIX se podía confundir con los síntomas del cólera. “Así pues, coincido con el voto del doctor Goutenegre”, concluye el doctor.
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