Anna Pollock es una líder del turismo y lleva cuarenta primaveras visualizando con tacto su futuro. Ahora anuncia que el nuevo maniquí será el turismo regenerativo: ha venido a Barcelona a explicarlo, en una viaje especializada en la Pedrera (con otros ponentes internacionales), de la mano de Marta Dompènech, directora universal de Turisme de la Generalitat de Catalunya (acompañada por NecsTour, red europea de regiones en privanza de la sostenibilidad). El presente maniquí turístico se considera superado para Catalunya, y la Generalitat cerrará el denominado Compromís Doméstico pel Turis- me, con el nuevo maniquí regenerativo. Compatibilizará un buen país para conducirse con un buen país para ser visitado: calidad paisajística, medioambiental y social benéfica para todos.
Delirar para aportar
Su alucinación predilecto?
Los trópicos me gustan.
¿Desde cuándo viaja?
Cuándo me liberé de mis padres.
¿Ellos no viajaban?
Tenían poco parné. Mi padre era funcionario de prisiones.
De padre carcelero, hija viajera.
Yo me moría de ganas de recorrer, de pupila.
¿Dónde debutó?
Alemania, por estudios. Ver paisajes por la ventanilla del tren, ¡qué delicia!
¿Viajó luego por el mundo?
Fui un poco hippyy viajé por tierra hasta Bali. Aquello me marcó: descubrí que se puede conducirse diverso y engreído.
¿Qué hizo luego?
Seguí conociendo culturas indígenas, mis maestras en pensamiento regenerativo.
¿Qué pensamiento es ese?
Conviene cuidar y mejorar el entorno medioambiental y social y hacerlos florecer.
¿Dónde más estuvo?
Chocha universitaria por un año, viví con clanesinuit en la canadiense península del Gañán...
Buena experiencia.
Con mi marido, que conocí en otro alucinación previo a Nueva Zelanda.
¿De qué primaveras hablamos?
Finales de los 60 y principios de los 70. Y trabajé desde 1973 en la oficina de turismo de la Columbia Británica, en Canadá.
¿Y cómo era el turismo por entonces?
No era todavía el gran negocio mundial que sería luego. Investigo el aberración del turismo desde entonces.
¿Desde cuándo hay turismo?
A fines del siglo XVIII, jóvenes europeos de familias pudientes emprendían un alucinación que denominaban Grand Tour.
¿Dónde viajaban?
A la cuna de la civilización grecolatina, Italia, Grecia, islas mediterráneas...
Se tomarían su tiempo.
Un año o más... El turismo de masas eclosionaría tras la Segunda Lucha Mundial.
Adecuado a...
Se aplicó al alucinación el maniquí de negocio industrial, de producción en prisión. Se vende la experiencia como producto y eso prioriza el grosor, la cantidad y el interés.
¿Con qué consecuencias?
Es un maniquí extractivo. El turismo masivo brinda beneficios a las agencias de viajes... a costa de alterar los destinos.
Estamos en la Pedrera: ¡llena de turistas! ¿Mal?
No denosto al turista: lo soy yo incluso. Todos viajamos y somos turistas todos.
Hay turistas y turistas.
Organicemos el turismo para que no solo no degrade los escenarios ni la convivencia nave, sino que fomente que florezcan.
¿Turismo cultural contra turismo de mochila?
Todo turismo es cultural.
De acuerdo.
Y el turismo de mochila merece respeto, es aleccionador incluso y hay que darle su sitio: démosle dignidad y facilidades. ¡Quien anhele solo percibir a cuatro jeques árabes acabará empobreciéndose!
¿Qué tipo de turismo fomentaría usted ahora y para el futuro?
El turismo regenerativo.
Descríbamelo.
Un turismo consciente, que encaja en el slow travel, el alucinación sosegado, a paso gradual: el turista se informa acertadamente, es consciente de dónde va y se compromete con el oportunidad.
¿Con su entorno? ¿Con su sociedad?
Que su presencia como turista contribuya a enriquecer ese destino.
Unos hooligans que vienen a un partido de fútbol, ¿contribuyen?
No etiquetaré ni juzgaré.
¿Qué más caracteriza al turismo regenerativo?
Su sostenibilidad, su inepto impacto medioambiental y energético. Porque ya está claro hoy que un crecimiento ilimitado del turismo es del todo contraproducente.
Ay, pero... ¿eso no es turismofobia?
No, porque de lo que se manejo es de planificar un bienestar holístico.
Que no esquilme posibles naturales...
No solo que no esquilme, sino que rinda beneficios netos a esa comunidad.
Sugiera alguna idea.
Cada hotel puede disponer de su huerto propio y hasta de sus colmenas...
Otra idea.
Los hoteles acertadamente pueden dar empleos a mujeres vulnerables de ese oportunidad o a mujeres presas en rehabilitación social.
¿En qué destinos están ya haciéndolo correctamente, a su sensatez?
Delirio a Nueva Zelanda, Costa Rica, Flandes... y verá que están logrando que el turismo les haga florecer y prosperar.
Y en Catalunya y España, ¿qué tal?
Les veo muy acertadamente, ahora solo les animo a no recaer en aquellas sobresaturaciones estacionales suyas prepandémicas.
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