Campanas y vacíos

Un sonido que atraviesa los siglos, según un antiguo amigo. El de las campanas. La Unesco ha público el toque manual de campanas en las Españas patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, y uno se alegra, pues no forma parte de ese extravagante familia de veraneantes y marcianos variopintos que, instalados en su segunda residencia, se quejan de las campanas del pueblo, como se quejan de los mosquitos, de la luz del faro –si lo hubiere– y del escueto perro que ladra siempre a destiempo. En la ciudad, estos tipos tan tiquismiquis no se quejan de la música ambiental, ni de las conversaciones a lamento pelado, ni de los ruiditos constantes que emiten teléfonos y demás artilugios. La han tomado con las campanas.

Cuando poco se convierte en patrimonio digno de preservación es que ha llegado la hora de la decadencia y del pintoresquismo más inútil. Las campanas fueron el principal medio de comunicación en toda Europa durante siglos, una red enorme que servía para advertir de los peligros, chillar a la querella, celebrar la fiesta y echar tierra a los muertos. “¿Por quién doblan las campanas?”, se preguntaba el poeta, y su conclusión era certera: “Doblan por ti”. Una verdad que algunos –sobre todo poderosos– olvidan, pues se creen eternos y perdurables, como las piedras.

Campanas de la iglesia de un pueblo
EL PRIORATO DE SAN MIGUEL
26/01/2020" class="lazy"/>

 




Europa Press







Por las campanas, uno ha podido calibrar el silencio de la Catalunya y la España vacías

Gracias a las campanas, uno ha podido calibrar el silencio de la Catalunya y la España vacías. En las comarcas donde ya no hay quien toque las campanas, todo adopta un ventilación postapocalíptico y la indiferencia se come las horas. Ahora que la moda del cine neorruralista arrasa, sugiero un filme centrado en la lenta desaparición de la pandilla sonora de esos lugares en los que parece que los viejos siempre lo han sido, como si fueran de atrezo, sin acaecer sido niños ni jóvenes. Los urbanitas con cámara quieren contar una cierta pérdida, pero acaban expresando el choque entre un ideal construido por la distancia y un diorama de inclemencias que observan como un pesebre.

Mi origen sabía descodificar lo que dicen las campanas: un funeral, un bautizo, lo que fuera. Ella comprendía el significado de esos sonidos comunitarios porque la masa los utilizaba y se reconocía en ellos. Más tarde, con la presentación del progreso y los vasos Duralex, el toque de campanas se convirtió en el idioma de una civilización perdida.

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