El negocio del fútbol muestra estos días sus dos caras. Dos modelos de negocio contrapuestos para un mismo espectáculo –dígase, si se quiere, deporte– que compiten por el mismo pastel. Con la paradoja de que mientras unos se atiborran, otros se reparten las migajas. Solo así se explica que la Pacto Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) anticipe unos ingresos sin precedentes tras la celebración del Mundial de Qatar en un momento en el que las cinco grandes ligas (la Premier League inglesa, la Bundesliga alemana, LaLiga española, la Serie A italiana y la Conquista 1 francesa) pugnan por salir delante vendiendo activos y tratando de que los clubs que las integran se aprieten el cinturón.
Todas ellas cerraron su postrer control con pérdidas, y al punto que dos clubs de la Premier (de 20) y tres de LaLiga (igualmente de 20) presentaron un resultado de explotación positivo en el control 2020-2021, según recogen el Annual review of football finance 2022 que elabora Deloitte y el postrer crónica Las finanzas de las cinco grandes ligas de fútbol europeas del Col·legi d’Economistes de Catalunya.
Sin al punto que gastos operativos, las federaciones compiten con los clubs en cesión de derechos y patrocinios
La explicación es tan sencilla como sorprendente: la FIFA, como las seis confederaciones supranacionales adscritas –en Europa, la UEFA– o las federaciones nacionales de fútbol, compiten con las ligas en la cesión de derechos televisivos, acuerdos de patrocinio, licencias de marca, cesión de merchandising y entradas y todo tipo de acuerdos comerciales. Sin requisa, su principal y prácticamente única actividad es la ordenamiento de competiciones, como el coetáneo Mundial o las competiciones continentales de clubs o selecciones, aunque sin tener que contraer el principal coste operante de los clubs que constituyen las ligas nacionales: el de personal (léase jugadores). Un coste que suponía en la campaña 2021-2022, cuando la pandemia ya había obligado a compendiar costes, más del 71% de los gastos de explotación medio de los clubs de la Premier y casi el 73% de los de LaLiga, según recogen los mismos estudios.
“Estamos delante una absoluta dislate, un negocio totalmente desigual en el que sus actores compiten en el mismo mercado con reglas diferentes. Los clubs pagan a los jugadores forzando sus medios al remate para poder competir sobre el demarcación de muestrario con una deducción que poco tiene de empresarial, mientras que la FIFA, la UEFA o las federaciones nacionales, siguiendo un desleal maniquí de fútbol amateur, utilizan a los jugadores que ellos no tienen que avalar para transigir a mango su negocio sin contraer aventura alguno”, reflexiona el profesor de la Universitat de Barcelona y analista de finanzas deportivas Gonzalo Bernardos.
Que la pandemia ha fracturado un maniquí de negocio ya muy tensionado ha quedado de manifiesto con las famosas palancas que se ha conocido obligada a activar la directiva del FC Barcelona. Diversas operaciones, computadas en diferentes ejercicios para no descuadrar aún más las cuentas, que no son sino un eufemismo de la cesión de activos, derechos de futuro que a partir de ahora no ingresará el club. Con ello, y siguiendo la deducción de este negocio, no ha tratado de mejorar sus presupuestos, con una deuda bruta de unos mil millones de euros, sino de volver en jugadores.
En un mercado internacional muy desigual, con clubs muy poderosos y otros extremadamente modestos, la compraventa de jugadores ya se había convertido en el principal procedimiento de quienes iban más apurados para conseguir cuadrar sus cuentas, haciendo que lo que computa como un ingreso extraordinario apareciese como el más ordinario en la mayoría de los presupuestos.
La pandemia quebró un maniquí ya muy tensionado, donde los ingresos extraordinarios eran la normalidad
Una irregularidad asumida sin más por las ligas, responsables de regular el negocio y hacer cumplir unos límites salariales y unas normas de fair play financiero, que resulta impensable en cualquier otro sector, donde la conformidad contable marca que cualquier empresa debe poder cubrir sus gastos operativos con sus ingresos ordinarios.
Sin requisa, la pandemia y la yerro de medios de los ricos igualmente ha afectado a ese maniquí, poniendo en un problema a muchos clubs. “Hasta ahora estaba claro que siempre tenías el procedimiento de traicionar jugadores, pero la pandemia lo ha cambiado todo, y competiciones y clubs se han puesto a traicionar activos tensionando aún más el maniquí”, señala Marc Menchén, director de la plataforma de negocios para la industria del deporte 2Playbook. Es lo que ha hecho el Barça y lo que hizo LaLiga al traicionar hace un año el 9% de los derechos audiovisuales durante 50 abriles, aunque este organismo proxenetismo ahora de impedir –lo debatirá en su próxima reunión– que los clubs incrementen en más de un 5% su remate salarial por la cesión de activos en una temporada.
La FIFA amenaza igualmente con convertirse en la gran ganadora del emergente negocio del fútbol femíneo, que empieza a desplegarse en las principales competiciones europeas de clubs. De cara al periodo 2022-2026, que culminará con la celebración del Mundial en Estados Unidos, Canadá y México, el organismo rector del fútbol internacional prevé incrementar los ingresos de récords de este periodo para acercarse a los 10.000 millones de dólares apoyándose precisamente en la explotación del fútbol femíneo, muy popular en esos países. La selección de Estados Unidos, de hecho, es la ganadora de los dos últimos mundiales femeninos. La próxima competición mundialista se celebrará el año que viene en Australia y Nueva Zelanda, por primera vez con un formato como el masculino, con la billete de 32 selecciones. De la misma guisa, la UEFA pugna con las competiciones nacionales con un producto cada vez más atractivo y más rentable.
En este mismo decorado de crisis y de condición imperiosa de conseguir más medios nació el esquema de la Superliga, encabezada en un principio por los principales clubs de estas cinco grandes ligas, pero en la que ahora solo se han quedado Auténtico Madrid, Barcelona y Juventus de Turín tras la revuelta que supuso su anuncio entre las aficiones de los clubs ingleses y alemanes. Hasta el Gobierno inglés se posicionó en contra de un esquema que ponía en duda la viabilidad de las competiciones nacionales.
Esta misma semana, LaLiga presentó un crónica fabricado por la consultora KPGM que estima que con la Superliga europea la competición española perdería el 55% de sus ingresos. El próximo 15 de diciembre, el Tribunal de Imparcialidad Europeo deberá manifestarse sobre el derecho de los clubs a crear esta nueva competición, aunque la defensa de tres únicos impulsores hace que, hoy por hoy, resulte inviable su puesta en marcha. Entre tanto, las diferentes competiciones nacionales preparan nuevos mecanismos para desarticularla.
La cesión de activos se ha convertido en el postrer procedimiento de clubs y ligas, aunque para seguir invirtiendo
Que esta búsqueda a la desesperada de mecanismos coincida con los beneficios que la FIFA obtiene de una competición que se ha convertido en un maná ha reactivado un debate oculto desde hace abriles. ¿Deben la FIFA y las federaciones afrontar el salario de los jugadores? ¿Deben repartir sus beneficios entre las ligas? ¿Hado deben tener prohibido o circunscrito su golpe a patrocinadores, siguiendo el maniquí de algunos organismos o medios de comunicación públicos? “Desde luego se impone un cambio de maniquí que haga competir en igualdad de condiciones a federaciones y ligas, porque el coetáneo no tiene ni pies ni individuo –considera Josep Sanfeliu, autor del crónica del Col·legi d’Economistes de Catalunya–. Encima de una armonización entre competiciones, ya que el mercado es internacional”.
Menchén igualmente envite por un cambio radical en el coetáneo maniquí de selecciones que permita a los clubs obtener un rendimiento exacto por sus jugadores y regular mediante una directiva europea, al estar cuatro de las principales ligas en el seno de la UE, los actuales criterios de fair play financiero de la UEFA, ya que actualmente es el regulador de cada país el que da por buenas las cuentas de los clubs, en algunos casos con contratos de publicidad o patrocinio que exceden en mucho los precios de mercado. Bernardos coincide en esta regulación, poniendo por un costado un remate salarial armonizado entre las grandes competiciones, siguiendo el maniquí de la F-1 o de la NBA, y por otro mediante una intervención de las diferentes administraciones para equiparar el maniquí federativo al de las principales ligas.
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