Sentadas en la playa, algunas vestidas de bikini, hurgan en la arena mojada con los talones de los pies.
En Ipanema o Leblon, las playas chic de Rio de Janeiro, tal vez se trataría de una nueva moda de frotación estético. Pero estas mujeres son marisqueras en pesquisa de almejas y berberechos. “Nos dan 30 reales (seis euros) el kilo sin incluir las conchas”, explica una de ellas, una mancebo hermana que trabaja al flanco de su hijo de 12 primaveras. “Es duro… mucho dolor de espalda”, dice Josefa María da Silva, una marisquera de unos 50 primaveras. Pero “el precio del arroz, la carne, todo, esta disparado (…) Yo trabajo el marisco desde que dejé la plantación de la caña de azúcar”.
Esto es Japaratinga, en la costa de Alagoas‚ en el noreste de Brasil. Son tierras de Lula, que nació a 180 kilómetros de aquí, en el estado vecino de Pernambuco, en octubre de 1945. Es uno de los lugares más pobres de Brasil, número siete en el ranking de pobreza de las 146 regiones brasileñas cuidado por la Fundación Getulio Vargas. El 64% de los habitantes ingresa menos de 100 euros al mes.
Las marisqueras ya dependen, más que nunca, de la cosecha del mar. Son proteínas vitales en el estado con más víctimas de escasez de Brasil desde las subidas disparadas de los precios de los alimentos en el 2021 y principios del 2022. El 36,7% de los habitantes de Alagoas ya padece niveles graves de inseguridad alimentaria, según la Red Brasileña de Soberanía Alimentaria. Pernambuco, por su parte, es donde más ha crecido la pobreza en los últimos primaveras. Unos 33 millones de brasileños no tienen asegurado poder ingerir todos los días del año.
En Alagoas y Pernambuco han regresado los fantasmas de los primaveras sesenta y setenta del siglo XX cuando, según Unicef, un impulsivo moría de desnutrición cada 15 minutos. Millones de personas se dirigieron entonces en una fuga desesperada cerca de el sureste y las favelas de las grandes metrópolis de Rio y Sao Paulo.
La paradoja de la revés a la presidencia de Lula es que esta nueva avenida de pobreza y escasez, más que ningún otro negociador, ha sido esencia. El líder del Partido de los Trabajadores (PT) se impuso a Bolsonaro gracias al regalo de sus primeros gobiernos (2003-2010) cuando se implementó el plan Escasez Cero basado en el subsidio anti pobreza conocido como Bolsa Grupo.
Entonces, 36 millones de brasileños salieron de la pobreza, muchos de ellos en estados del noreste como Pernambuco y Alagoas, donde Lula sacó casi el 70% de los votos el pasado 30 de octubre. “La memoria afectiva en el noreste creó un tapia protector para el voto de Lula”, afirma el columnista pernambucano Carlos Moreira, radicado en Alagoas. En su primer discurso tras la toma de posesión el domingo , Lula repitió su mantra: “Mi comisión solo estará cumplida cuando cada brasileña tenga tres comidas al día”.
Unos 33 millones de brasileños no tienen asegurado poder ingerir todos los días del año
Las familias de marisqueras tal vez estaban en la mente del nuevo presidente cuando se echó a plañir durante un discurso deis días luego de su vencimiento electoral el pasado 30 de octubre. “Pensábamos que habíamos resuelto el problema del escasez, pero no fue así”. Tal vez eran las lágrimas de un político profesional. Pero además es probable que fueran las de un hombre de 77 primaveras que recordaba su infancia.
La infancia de Lula, que nació en una casa de adobe en el municipio de Caetés, el séptimo de ocho hijos, fue una batalla diaria contra el escasez. “Yo nací en Caetés y comí pan por primera vez a los siete primaveras” dijo el nuevo presidente durante una cita a su pueblo de origen el pasado mes de julio. “Fui a Sao Paulo a los cuatro primaveras para no fallecer de escasez”, recordó.
Los problemas para ingerir a diario de la tribu se había vuelto críticos meses luego de que Lula naciera, cuando su padre, Arístides, se marchó a Santos, el puerto de Sao Paulo, con la prima de su mujer, de solo 16 primaveras, a la que había dejado grávida.
Cuando Lula cumplió cuatro primaveras, su hermana, Dona Lindu decidió seguir los pasos de su marido y llevó a siete de sus hijos en un alucinación de 13 días en autobús hasta Sao Paulo. Se instalaron en un suelo en la misma calle que el padre, estibador, que asumió la responsabilidad de dar de ingerir a los ocho hijos que había tenido con Dona Lindu y los diez que tendría con su nueva pareja. Arístides iba al puerto en traje y con un boletín debajo del apoyo pese a que no supiera acertar.
Pero la doble personalidad del padre intensificó la crisis llano, según cuenta Fernando Morais en su nueva acontecimientos de Lula. Mientras trabajaba horas extra cargando café para darles de ingerir, disfrutaba atormentando a los niños. Una vez prefirió dar de ingerir al perro de la casa que a una hermana último de Lula -de solo dos años- que lloraba de escasez. Cuando Dona Lindu finalmente anunció que se llevaría a la tribu a otro distrito, Aristides desplegó el arsenal del escasez: “Los intentó chantajear gastando todo su sueldo en carne sequía, bacalao y pan dulce para todos”, escribe Morais.
Lula solo se escaparía definitivamente del escasez (y de su padre ) gracias a una plaza en el curso del software publico Servicio Doméstico de Enseñanza Industrial, lo cual le dio entrada como trabajador metalúrgico en las sindicalizadas fabricas del automóvil en las arrabal de Sao Paulo.
¿Qué hará el nuevo presidente para cumplir su compromiso de que a nadie le falten tres comidas al día y que todos los brasileños vuelvan a ingerir carne? Por el momento, el plan principal es surtir el subsidio ya implementado por Bolsonaro de 600 reales al mes por tribu escaso, al que Lula pretende añadir 150 reales para cada tribu con hijos menores de cinco primaveras en un nuevo software de Bolsa Grupo. 30 millones de familias se beneficiarán. Se reactivará además el software de meriendas escolares, así como el control de los precios de los combustibles a través de la petrolera semi estatal Petrobras.
“Mi comisión solo estará cumplida cuando cada brasileño tenga tres comidas al día”, dijo en su toma de posesión
Mas allá de los subsidios, la cuestión será si el nuevo gobierno está dispuesto a fomentar un nuevo maniquí de producción de alimentos. “En 2003 ingenuamente se buscó una convivencia de la agricultura llano y la gran agroindustria; ahora hace errata una política estructural de producción de alimentos y respaldo al pequeño agricultor” dijo Rosa Amorim, diputada por Pernambuco del Movimiento de Trabajadores sin Tierra (MST). Con un poco de apoyo, hasta las marisqueras del noreste podrían ser parte del plan -hay modelos en Galicia- de erradicar el escasez.
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