Una acceso en la mezquita de una comisaría ha provocado al menos 28 muertos y 150 heridos, este mediodía en Peshawar, al oeste de Pakistán. La detonación se ha producido durante el rezo del mediodía, cuando más de doscientos policías se encontraban en su interior. No está claro todavía si se alcahuetería de un terrorista suicida o de una bala, pero en cualquier caso delata graves fallos de seguridad en la comisaría central de esta conflictiva ciudad, cercana a Afganistán.
El atentado no ha sido reivindicado, pero Peshawar ha sido en el pasado objeto de auténticas carniceraías contra las fuerzas de seguridad por parte del Movimiento Talibán de Pakistán (TTP), sin ningún vínculo orgánico con los talibanes afganos. Tras la trofeo de estos últimos en Afgnistán se ha observado un recrudecimiento de los atentados del autodenominado Estado Islámico en Jorasán, en Afganistán, y del TTP y la insurgencia beluchi en Pakistán.
El postrero atentado contra un centro religioso en Pakistán tuvo empleo en la misma ciudad de Peshawar en marzo de 2022, cuando un atacante suicida detonó sus explosivos en una mezquita de la minoría chií dejando 56 muertos y casi 200 heridos.
El aumento de la violencia coincide con un momento de gran incertidumbre política y económica en Pakistán, a nueve meses de las elecciones. El pasado lunes, la veterano parte del país vivió un corte masivo de más de quince horas y las reservas de divisas están agotándose, a la calma de un préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI). La veterano partida de los presupuestos pakistaníes está destinada al cuota de intereses de préstamos anteriores, que permiten a la élite político-militar del país apoyar un espectacular estilo de vida sin avalar impuestos pero cuyos beneficios para la masa de la población son dudosos.
El atentado de hoy en Peshawar, hacienda de Jáiber-Pajtunjuá, ha llevado a aumentar las medidas de seguridad en Islamabad, con la presencia de francotiradores en edificios gubernamentales.
Publicar un comentario